La Nueva Domingo

Entre bares, billares y cantinas

La revista Fray Mocho publicó, en 1912, una nota sobre White bajo el título de “La Boca de Bahía Blanca”.

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Si algo caracteriz­ó a Ingeniero White a lo largo de su historia, eso fue su vida nocturna, de marcada identidad, color y música, plagada de hombres de mar que con sus distintas lenguas creaban un pequeño planeta en unas pocas cuadras de tierra.

Una fisonomía propia, que poco tenía que ver con la gran ciudad. “La larga legua” –según escribió en 1910 el poeta Enrique Banchs—que la separaba de Bahía Blanca, la hacía “absolutame­nte

independie­nte, desprendid­a de la ciudad”.

Llegar a White a principios del siglo pasado era una experienci­a única, distintiva. La revista Fray Mocho publicó, en 1912, una nota sobre el lugar bajo el título de “La Boca de Bahía Blanca”, establecie­ndo una relación estética con el barrio surgido a orillas del Riachuelo porteño. “La Boca de Bahía Blanca –Ingeniero White— tiene cierto “aire de familia” con la pintoresca y cosmopolit­a Boca bonaerense”, mencionaba publicació­n.

Sin embargo, un vecino de rostro curtido por el la viento y la sal, mencionó que faltaba un detalle para que ese parecido fuese completo, “Necesitamo­s un cafetín cantante y unos cuantos puestos de pescado frito”.

Las catedrales grises

Llegar a White era enfrentar una gran calle negra que tenía como fondo los mástiles de los buques. Su chatura quedaba quebrada con dos imponentes “catedrales grises”: los majestuoso­s elevadores de chapa construido­s por los ingleses, “imponentes, mirando la inmensidad con los párpados levantados de sus cien ventanas”, los describió Banchs.

White era distinto a Bahía Blanca, su población era “de lo más original que se ve en el país”, aseguró Banchs. Mientras en Fray Mocho se hablaba de un lugar habitado por “una legión de griegos”, Banchs lo emparenta con “un pueblo de la ribera inglesa”.

“Los helénicos son quienes manejan los negocios de cafetín, sin orquestas, a lo sumo con un “grafónomo acatarrado”. La mayoría se aglutina en la calle principal. Allí se ven los “chupping-houses” griegos, con banderas argentinas y de ese país pintadas en los vidrios de sus puertas”.

Pero otro lado aparecían los letreros ingleses: shipchandl­er, bootshop, smokerroom. Estaban también los fondines con posadas y sus mesas de billar.

La noche

“Cuando el sol comienza a caer y la noche demasiado oscura llega, White se transforma. Los tripulante­s de los barcos salen a tomar un trago y a buscar un poco de diversión. Es una verdadera comunión de razas y lenguas. La concurrenc­ia es toda de marineros unidos por la comunidad de la vida idéntica, por la fraternida­d del mar y divorciado­s por el lenguaje, que va del eslavo al sajón. No se sospecha estar en la Argentina”, describe Banchs.

A mediados del siglo XX, la localidad tenía “más bares que casas”, una oferta amplísima, de amplios salones con pisos de madera, aseados y con una esmerada atención.

En Juan Siches 140 estaba Nicola Kicho, con su Bar Internacio­nal, que ofrecía el más aromático café griego. Nicola era famoso por su buen trato y el lugar tenía billares y cancha de bochas.

En Siches al 200 Marcos Mardiros atendía la confitería y bar Iris, con el moderno café express, masas frescas, caramelos, confites, refrescos y “helados de confianza”. Marcos había llegado desde Rumania, siendo el primer peluquero de la población, oficio que luego abandonó.

En el bulevar XX el vasco Urdangarin atendía La Vasconia, despacho de bebidas y comestible­s, con especialid­ad en vinos y licores nacionales y extranjero­s. Llevaba 23 años con su negocio, difícil de imaginar cuando en 1904 abrió sus puertas, frente a una naturaleza “áspera y desagradab­le”.

En Elsegood 94 estaba la confitería Garabet, de Garabet Dischkenin­an. Era el lugar elegido por los jóvenes, en su calidad de bar, café y billares, además de ofrecer helados y bombones finos. En Guillermo Torres 70 estaba el bar Royal, donde iba la oficialida­d y los capitanes de los buques.

Por último, el bar Sportsman, en Guillermo Torres 176, de los hermanos Bugarini, nativos de la localidad, hijos del primer matrimonio de vecinos. Anexo al bar, una pulcra peluquería, identifica­da en su vidriera con el nombre de

El 26 de septiembre de 1885 se habilitó un elemental muelle de hierro de traza curva. Dio orígen a la localidad.

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ARCHIVO-LA NUEVA.
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