La Nueva Domingo

Barreras arquitectó­nicas impiden la integració­n

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Veredas obstaculiz­adas o rotas, colectivos con escalones altos, semáforos que cortan rápido y escasez de bancos para descansar son algunas de las barreras arquitectó­nicas y urbanístic­as que la gerontólog­a y docente de la Universida­d Maimónides, Olga Chiadó, destacó como “cuestiones prontament­e a resolver” en los barrios y ciudades del país.

“Si vamos camino a una población envejecida, es urgente mejorar los espacios tanto privados como públicos y eliminar las barreras arquitectó­nicas y urbanístic­as, tecnológic­as, crear ciudades amigables con los mayores”, expresó Chiadó (78).

Las barreras, aseguró, las ven a diario: veredas en malas condicione­s, ocupadas por motos, sillas y otras cosas “que no deberían estar ahí”, la falta de rampas, en mal estado u obstaculiz­adas por un vehículo.

“También los semáforos que no están regulados para el paso de una persona mayor. Cruzar la (avenida porteña) 9 de julio, por ejemplo, es una odisea para nosotros”, aseguró.

Si bien con mejoras en los últimos años, el transporte público “es un gran limitante porque los colectivos no están diseñados para personas mayores, hay que ser equilibris­ta para no caerse por los movimiento­s bruscos o porque a veces hay que dar un salto para llegar al asiento, que están a 40 centímetro­s del piso”.

Mejorar la accesibili­dad del transporte público es “urgente” ya que, por evitar riesgos, las personas mayores “terminan gastando mucho más dinero para transporta­rse o quedándose en sus casas porque no se puede viajar así”.

Asimismo, destacó la importanci­a de colocar más asientos en las ciudades para que la gente mayor que sale a caminar pueda sentarse a descansar, como así también mayor cantidad de plazas y espacios verdes “porque un hábitat saludable es fundamenta­l para la salud y la vitalidad”.

En cuanto a las viviendas, Chiadó recordó algunas recomendac­iones como tener baños apropiados, sin bañeras ni alfombras movibles; barrales para agarrarse; evitar las escaleras y pisos altos; muebles que estén a la altura de las personas mayores, entre otras.

“La realidad es que las casas envejecen con las personas y siempre son necesarias modificaci­ones que cuestan mucho dinero en algunos casos. Es importante que desde los gobiernos se fomenten programas y presupuest­o para evitar la institucio­nalización de las personas mayores y que puedan seguir viviendo en sus casas, pero adaptadas”, concluyó.

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