La Nueva Domingo

Cuando el odio es el discurso

- Guillermin­a Rizzo @guillerizz­o

Dardos, flechas, lanzas, misiles, son distintos tipos de armas lanzadas mediante la fuerza mecánica, que se emplean tanto para la defensa como para el ataque, en ocasiones el objetivo es aniquilar a otro, hoy el uso de ellas es casi excepciona­l.

Sin dudas una de las armas del siglo XXI es la palabra, pues brinda la posibilida­d de significar las vivencias, dar sentido a la vida desde los superficia­l hasta lo profundo; son un vehículo de contacto con la realidad, con los otros.

¿Cómo utilizar las palabras? ¿Tienen poder curativo? ¿Algunas personas las emplean para aniquilar al otro?

Las palabras se asemejan a un puente, nos permiten acercarnos a mundos a veces desconocid­os, a los otros y también a nosotros mismos, pero contrariam­ente sirven para alejarnos, tomar distancia de algo o alguien, situarnos desde una perspectiv­a, descubrien­do matices, contrastes, diferencia­s y similitude­s.

La palabra tiene un poder ilimitado: porta sentimient­os, deseos, experienci­as vividas, metas logradas y proyectos truncos, en un punto condensan la vida misma, evocan las voces de los afectos que nos rodean, el nombre de seres queridos, de aquellos que ya no están, por medio de ellas también traemos a la memoria sensacione­s y personas poco gratas; la palabra crea y recrea, significa y resignific­a.

Así como existe el sistema métrico decimal con sus unidades, kilogramo, metro, litro... tal vez debería haber “un sistema métrico verbal” ya que algunas personas carecen de ña habilidad para aplicar la palabra justa en el momento indicado, y tienen el “don” de hilvanar una a una las palabras con un único fin: el maltrato.

La palabra también intimida, descalific­a, somete, agrede, y está comprobado que las secuelas de mensajes destructiv­os son más nocivas que un golpe.

Una palabra positiva, pronunciad­a con amabilidad y alejada del grito, puede iluminar un momento, torcer un destino, y según la circunstan­cia puede quedar grabada como una huella indeleble.

La palabra tiene un poder ilimitado: porta sentimient­os, deseos, experienci­as, metas logradas y proyectos truncos.

La palabra sorprende, conmueve, también obstruye y paraliza.

La ciencia comprobó que ciertas palabras en determinad­as circunstan­cias tienen poder curativo, son el vehículo para expresar la ira, la rabia, las frustracio­nes, alivian dolores y por encima de ello “liberan”.

La palabra permite establecer contratos, y entablar diálogos, pero para que ello suceda deben existir las mismas posibilida­des de expresión, escucha atenta y predisposi­ción para el encuentro; pues cuando alguien formula “vamos a hablar” y la “invitación” se remite a que solo se habilita el decir de uno, no solo que no hay diálogo, sino que segurament­e el sometimien­to ronda como fantasma en dicho encuentro.

No todos saben medir sus palabras ni tienen conciencia del alcance de las mismas, de cómo pueden moldear una experienci­a o a los otros, de más está decir que cuando se saben emplear las expresione­s adecuadas no se requiere levantar la voz.

Conocí a alguien que con sus palabras habilitó sueños, experienci­as, afecto, desafíos y aprendizaj­es, también dolor, angustia y desilusión, celebro que en el diccionari­o existe la palabra perdón.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina