La Nueva Domingo

La ignorada fe religiosa de San Martín

- Por Miguel Angel Asad

La sociedad argentina padece una oleada de derrotismo que la atraviesa. Un tal Ocampo osó afirmar que San Martín careciera de derecho como padre de la Patria, trayendo al presente viejas rencillas sustentada­s en las envidias de una esposa demente que afirmaba que San Martín había sido criado como hijo natural de un Alvear con una indígena. San Martín, para el leguleyo Ocampo, futuro presidente del BCRA: un liberal molesto con la raíz indígena materna del prócer. Y molesto especialme­nte porque San Martín emprendió toda su lucha política con palos en la rueda puestos por masones y liberales.

Para un liberal masónico, la fe religiosa de San Martín es una cualidad imposible de soportar. Mitre no lo podía ocultar, entonces creó una imagen deshumaniz­ada inservible de ejemplo a nadie. Por eso motes como “cóndor de los Andes”. Les molestaba el arquetipo humano de San Martín, en especial la arenga a sus soldados al emprender el cruce de los Andes: “Pelearemos con los escasos uniformes, o con los vestidos que nos tejan nuestras mujeres. Y si con ellos no alcanzaran lo haremos en pelota como nuestros hermanos los indios”.

Molestaba en especial su fe católica. En el Estatuto Provisiona­l de

Lima, antecedent­e de la Constituci­ón del Perú, estableció sin falso pudor preconcili­ar que “la religión católica, apostólica y romana es la religión del Estado”. “Y cualquiera que ataque en publico o privadamen­te sus dogmas o principios, será castigado con severidad; nadie podrá ser funcionari­o publico sino profesa la religión del Estado”.

No fue masón. Ni liberal. El y sus Granaderos, como Belgrano, Artigas, etc., eran monárquico­s. Por eso el sol inca de nuestra bandera. En él había calado muy hondo el fundamenta­lismo coránico que por casi 1.000 años dominó España, que conllevaba la veneración musulmana por la Virgen María, al punto que ya en el 633 Mahoma consagrara en el Koran la Suna de la Inmaculada Concepción de María, dogma que la Iglesia Católica recién consagró 800 años después. Y en el Reglamento del Ejército de los Andes, como Código de Justicia Militar en su Art. 1º estableció que “quien blasfemare el Santo nombre de Dios o de su Santa Madre, o insultare la Religión, por primera vez sufrirá cuatro horas de mordaza en público durante 8 días. Por segunda vez, será atravesada su lengua con un hierro ardiente y arrojada del cuerpo”. “Las penas aquí establecid­as, se aplicarán irremisibl­emente. Sea honrado el que no quiera sufrirlas. La Patria no es abrigadora de crímenes”. Dictado en el Cuartel General de Mendoza, septiembre de 1816. Firmado: José de San Martín.

Lo que para los liberales, o libertario­s agnósticos o masónicos, era un estigma -ancestro materno indígena que también lo tendría Perón con antecedent­e tehuelche- para San Martín era un orgullo. Y cuando Ocampo le enrostra que era monárquico, es cierto, pero monárquico de la monarquía inca. No de la inglesa que deslumbrab­a a Rivadavia, Alvear, Echeverría, Moreno y al mismo Simón Bolívar. Estos promoviero­n la independen­cia de España para someternos al imperio inglés. Por eso, cuando Matorras -así se hacía llamar en España- quiso volver a estas tierras, Rivadavia lo impidió amenazándo­lo con gente apostada para asesinarlo. Regresó a Europa junto con su hija, pero como José Francisco de San Martín. Esto no se enseña en nuestras escuelas.

“Para un liberal masónico, la fe de San Martín es imposible de soportar. Mitre no lo podía ocultar y creó una imagen deshumaniz­ada.”

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