Padecimiento: esta vez la motosierra
Al cabo de 10 años de columnas no imaginé escribir sobre el tema, sin dudas la Psicología no es infalible y siempre las conductas se repiten. Tuve la ilusión de que ciertos procesos ya eran parte del aprendizaje, pues esta película ya la vimos, la vivimos y la padecimos.
En la segunda mitad de los ‘80 y principios de los ‘90 en América Latina se da un profundo cambio en la situación política, económica y social, asistimos a la presencia de un nuevo escenario: el neoliberal. El mandato es la globalización de procesos productivos, comerciales y financieros, con un mayor disciplinamiento de empresas e individuos, es decir con una lógica de mercado.
Este proceso se conoce como la crisis del Estado benefactor y en el que se aplican ajustes y recortes presupuestarios en áreas como salud, seguridad social y educación. Privatización de todas las áreas que hasta el momento pertenecían al Estado como así también la reestructuración o el cierre de servicios que, si bien cumplían una importante función social o de desarrollo, dejan de funcionar por ser “deficitarios”, como por ejemplo los transportes.
Empobrecimiento de trabajadores, cierre de empresas y la creciente desocupación, obligan a los que están en actividad a aceptar las nuevas condiciones de flexibilización laboral: reducción de salarios reales, peores condiciones laborales para disminuir costos y así poder mantener o mejorar el nivel de ganancias de los empresarios. La desocupación juega una pulseada con un trabajador en condiciones de suma inestabilidad laboral.
Ajuste estructural, reducción del déficit fiscal, liberalización de los mercados, flexibilización laboral y búsqueda de inserción en el mercado internacional, conforman los pilares principales de la estrategia neoliberal, que si bien logra algunos éxitos en los indicadores macroeconómicos y en la estabilidad monetaria presenta déficit en la construcción de una política de crecimiento y fallas en la capacidad de integración social.
La noción cobijadora de lo público se corroe, aumenta la violencia, el odio y paulatinamente los otros pasan a ser prescindibles.
¿Qué esperar?
Por todo esto, el tejido social pierde densidad y los lugares que dan sentido e identidad en los que generamos lazo y pertenencia a un colectivo como son el trabajo, los clubes, las asociaciones barriales, entre otras, pierden valor de referencia al compás del individualismo y el aislamiento.
Por ende, esta reconfiguración deriva en la imagen de una persona poco solidaria, apática, desinteresada por los temas comunes de la sociedad y la exclusión de amplios sectores de la población tanto del mercado del trabajo como de la protección social. Organización capitalista que incluye a pocos y expulsados y excluidos del sistema deambulan por fuera del escenario sobreviviendo de distintas formas sin seguridad ni amparo colectivo.
Son tiempos donde la noción cobijadora de lo público se corroe, aumenta la violencia, el odio y paulatinamente los otros pasan a ser prescindibles. Los cambios generan malestar, se debilita el lazo social, los vínculos se fragilizan y asistimos a nueva subjetividad con gran impacto en la salud mental. Una vez más habrá que pasarla.