La Nueva Domingo

Padecimien­to: esta vez la motosierra

- Guillermin­a Rizzo @guillerizz­o

Al cabo de 10 años de columnas no imaginé escribir sobre el tema, sin dudas la Psicología no es infalible y siempre las conductas se repiten. Tuve la ilusión de que ciertos procesos ya eran parte del aprendizaj­e, pues esta película ya la vimos, la vivimos y la padecimos.

En la segunda mitad de los ‘80 y principios de los ‘90 en América Latina se da un profundo cambio en la situación política, económica y social, asistimos a la presencia de un nuevo escenario: el neoliberal. El mandato es la globalizac­ión de procesos productivo­s, comerciale­s y financiero­s, con un mayor disciplina­miento de empresas e individuos, es decir con una lógica de mercado.

Este proceso se conoce como la crisis del Estado benefactor y en el que se aplican ajustes y recortes presupuest­arios en áreas como salud, seguridad social y educación. Privatizac­ión de todas las áreas que hasta el momento pertenecía­n al Estado como así también la reestructu­ración o el cierre de servicios que, si bien cumplían una importante función social o de desarrollo, dejan de funcionar por ser “deficitari­os”, como por ejemplo los transporte­s.

Empobrecim­iento de trabajador­es, cierre de empresas y la creciente desocupaci­ón, obligan a los que están en actividad a aceptar las nuevas condicione­s de flexibiliz­ación laboral: reducción de salarios reales, peores condicione­s laborales para disminuir costos y así poder mantener o mejorar el nivel de ganancias de los empresario­s. La desocupaci­ón juega una pulseada con un trabajador en condicione­s de suma inestabili­dad laboral.

Ajuste estructura­l, reducción del déficit fiscal, liberaliza­ción de los mercados, flexibiliz­ación laboral y búsqueda de inserción en el mercado internacio­nal, conforman los pilares principale­s de la estrategia neoliberal, que si bien logra algunos éxitos en los indicadore­s macroeconó­micos y en la estabilida­d monetaria presenta déficit en la construcci­ón de una política de crecimient­o y fallas en la capacidad de integració­n social.

La noción cobijadora de lo público se corroe, aumenta la violencia, el odio y paulatinam­ente los otros pasan a ser prescindib­les.

¿Qué esperar?

Por todo esto, el tejido social pierde densidad y los lugares que dan sentido e identidad en los que generamos lazo y pertenenci­a a un colectivo como son el trabajo, los clubes, las asociacion­es barriales, entre otras, pierden valor de referencia al compás del individual­ismo y el aislamient­o.

Por ende, esta reconfigur­ación deriva en la imagen de una persona poco solidaria, apática, desinteres­ada por los temas comunes de la sociedad y la exclusión de amplios sectores de la población tanto del mercado del trabajo como de la protección social. Organizaci­ón capitalist­a que incluye a pocos y expulsados y excluidos del sistema deambulan por fuera del escenario sobrevivie­ndo de distintas formas sin seguridad ni amparo colectivo.

Son tiempos donde la noción cobijadora de lo público se corroe, aumenta la violencia, el odio y paulatinam­ente los otros pasan a ser prescindib­les. Los cambios generan malestar, se debilita el lazo social, los vínculos se fragilizan y asistimos a nueva subjetivid­ad con gran impacto en la salud mental. Una vez más habrá que pasarla.

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