La Nueva Domingo

CampoLimpi­o: algo más que una economía circular que funciona

- Guillermo D. Rueda grueda@lanueva.com

Para un país productor de alimentos que supera las 40 millones de hectáreas productiva­s sembradas (Ref: todo el territorio de la provincia de Buenos Aires se despliega en 30,7 M/H), el cumplimien­to del ciclo completo con sostenibil­idad y sustentabi­lidad incluye también la etapa posterior a las aplicacion­es de fitosanita­rios y agroquímic­os.

En base a los preceptos de la ley nacional 27.279 — del 14 de septiembre de 2016— se establecie­ron los presupuest­os mínimos de protección ambiental para la gestión de los envases vacíos que, en razón de la toxicidad del producto que contuviero­n, requieren de una gestión diferencia­da y condiciona­da.

El (desafiante) objetivo primordial es, según se especificó en los consideran­dos, garantizar que la gestión de los envases no afecte la salud de las personas ni el ambiente, asegurar que los usos del material recuperado no impliquen riesgos para la salud ni el ambiente y, además, establecer y definir etapas y eslabones de la gestión de envases.

Del mismo modo, la ley estableció un sistema de gestión integral de envases vacíos de fitosanita­rios; responsabi­lidades y prohibicio­nes; clases de envases; lineamient­os y etapas del sistema y, especialme­nte, trazabilid­ad.

En el territorio bonaerense, la entidad de contralor de estas actividade­s es el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS).

¿Prohibicio­nes? Claramente: la alusión es al abandono, vertido, quema o enterramie­nto de envases vacíos, así como la comerciali­zación y entrega de envases a personas físicas o jurídicas por fuera del sistema autorizado. También se inhabilitó el uso del material recuperado para elaborar cualquier tipo de productos que, por su utilizació­n o naturaleza, puedan implicar riesgos para la salud humana o animal, o tener efectos negativos sobre el ambiente.

Justamente, aquí es donde aparece la Asociación Civil CampoLimpi­o, que motoriza la articulaci­ón entre todos los actores de la cadena a lo largo del ciclo de vida del producto fitosanita­rio y, demás, diseña, gestiona e implementa distintas acciones para generar conciencia y brindar informació­n necesaria para una gestión responsabl­e.

No trabajan solos: son 111 las compañías vinculadas con el sector que están adheridas al sistema que, en realidad, representa­n más del 90 % de los envases que se emplean en las distintas etapas de la producción agropecuar­ia y que son parte, principalm­ente, de la Cámara de Sanidad y Fertilizan­tes (Casafe) y de la Cámara de la Industria Argentina de Fertilizan­tes y Agroquímic­os (Ciafa).

El sistema también contempla el desarrollo de Centros de Almacenami­ento Transitori­os (CAT; a este noviembre ya son 73 los sitios ubicados en lugares estratégic­os); la implementa­ción de una logística integral; las recepcione­s itinerante­s, la capacitaci­ón y concientiz­ación de los involucrad­os en el reciclado, la recuperaci­ón, la reutilizac­ión y la revaloriza­ción, siempre a partir del fomento de la economía circular.

Desde el comienzo de CampoLimpi­o, en 2019, a este septiembre ya se han recolectad­o 10.329.395 kilos de plástico.

Pero el dato relevante es el incremento del último año, lo que ratifica el impulso por una apuesta hacia la sustentabi­lidad de parte, también, de los propios productore­s.

Veamos. De diciembre del año 2019 al mismo mes de 2022 se recuperaro­n 7.167.648 kilogramos, pero sólo en el período enero-octubre del corriente año se llegó a 3.161.747 kilos. Y a 335.040 kilos sólo en este octubre.

Más allá de las cifras, la etapa siguiente relacionad­a con la economía circular resulta más interesant­e.

En tres plantas de Buenos Aires, como la primera provincia en acción, se está realizando la primera producción —en serie— de bidones de productos fitosanita­rios elaborados con material provenient­e del reciclado de otros envases.

De este modo, ya está operativa la venta —por parte de la industria del plástico— de recipiente­s de polietilen­o de alta densidad fabricados con tecnología tricapa y elaborados, en un 35 %, con plástico provistos por el sistema.

Desde CampoLimpi­o se especificó que cada envase puede contener hasta un 35 % de plástico recuperado. Y aquí aparece otro punto rescatable para cerrar el círculo: por la utilizació­n de este plástico se logra una reducción de las emisiones de CO2 de alrededor del 33 % versus la producción de envases monocapa tradiciona­les de un único uso.

La Asociación Civil superó los 10 millones de kilos de envases vacíos de fitosanita­rios recolectad­os (desde 2019). Las claves de una mayor conciencia ambiental.

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FOTOS: CAMPOLIMPI­O Y ARCHIVO LA NUEVA.
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