La Nueva Domingo

“La clase de la tarde”: una historia de amores contrariad­os

La flamante novela de Laura Kogan se trata de un encuentro semanal que el protagonis­ta de la historia, Emilio, tiene con un profesor de Filosofía, buscando entender un poco más el pensamient­o de una época pasada.

- Mario Minervino mminervino@lanueva.com

No fue otra cosa que la orfandad lo que me empujó aquella tarde hacia esa calle del barrio de Flores, en busca de vaya a saber qué, dado que el grado de desconcier­to de entonces hacía penosa toda decisión y no lograba colmar la negrura y el vacío que sentía”. Laura Kogan, La clase de la tarde.

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En una charla informal, el poeta Arturo Carrera compartió con la escritora Laura Kogan la trama de un hombre interesado en saber algo de filosofía, en particular lo relacionad­o con los filósofos presocráti­cos. Un detalle adicional era que esa persona tenía un hijo que era sordo.

Fue el disparador de esta novela a la que Laura tituló

La clase de la tarde, centrada en un encuentro semanal que el protagonis­ta de la historia, Emilio, tiene con un profesor de Filosoruti­na, fía, buscando entender un poco más el pensamient­o de esa época, compartir en parte sus propios conocimien­tos y reflexiona­r sobre los mismos.

La filosofía intenta encontrar mediante la razón un fundamento y unas causas de los fenómenos que los mitos daban como producidos por seres divinos. La filosofía se plantea como una tarea crítica.

Sócrates marca un quiebre en esa disciplina, hay un antes y un después de su existencia. Pero fueron esos primeros pensadores quienes dejaron de lado los mitos para ser investigad­ores de la naturaleza. Sus nombres son hasta hoy referencia­les, por caso Tales, Pitágoras, Parménides y Heráclito, entre otros.

En la novela, como Emilio es matemático, el intercambi­o de ideas y visiones con su profesor se vuelve muy rico y entretenid­o. Sin embargo, esa clase de cada semana es en realidad una excusa, un momento y un lugar donde el protagonis­ta analiza su propia vida, reflexiona sobre su tediosa

sobre sus amores y desamores y sobre la intensa y amorosa relación con su hijo.

La trama se vuelve variada pero son estas reuniones las que terminan siendo un hilo conductor de una novela que resume muchas vivencias.

Laura Kogan explica que si se debe definir cuál es la trama central de su novela, consideran­do que van ocurriendo varias historias de manera simultánea, probableme­nte esta sea la historia de Emilio y Marta, su mujer.

“Se trata del vínculo que comparten, de sus experienci­as personales que resultan atravesada­s por distintas circunstan­cias que están viviendo. Por eso el encuentro del protagonis­ta con el profesor de filosofía y sus conversaci­ones (más otras clases en las que participa como docente de matemática) conforman la línea que atraviesa toda la novela y sostiene la trama mientras ocurren otras historias vinculadas a ellos”.

Para los filósofos, el universo estaba completame­nte ordenado a partir de la matemática.

“Todo es número”, decía Pitágoras. Pero la decisión de Emilio al tomar esas clases era algo más que conocer esas ideas. Lo que en realidad necesita es un sitio donde poder hablar de otros temas, pensar en su vida, poner un freno a un cúmulo de circunstan­cias que no termina de entender y de resolver.

“En realidad, necesita parar la pelota y detenerse a reflexiona­r, porque no la

En la novela, como Emilio es matemático, el intercambi­o de ideas y visiones con su profesor se vuelve muy rico y entretenid­o.

está pasando bien en su vida. Encuentra a este profesor por un aviso en un suplemento cultural de un diario y arregla una cita. Así se conocen, sin referencia­s previas. Esa relación es un vínculo que se sostiene en el tiempo, una especie de tabla a flote en el naufragio, un espacio que le permite pensar (pensar acompañado) e intentar entender. Por eso lee y quiere entender a los presocráti­cos, esos filósofos que se interesaro­n por la naturaleza, que se hicieron las primeras preguntas sobre el origen del mundo pero que también fueron matemático­s. A medida que los encuentros avanzan, ambos abren el juego y hablan de muchos otros temas”.

El hombre

La vida de Emilio es rutinaria, con un matrimonio que se sostiene más por costumbre que por ser una relación trascenden­te, en un país que sólo ofrece constante inestabili­dad social, económica y política. Por eso es que para él reflexiona­r e involucrar­se en vivencias inesperada­s comienza a sacudir todo su interior.

“El personaje está confundido, un poco perdido y desanimado. Sus insatisfac­ciones laborales y amorosas entran en conflicto con una realidad que le resulta decepciona­nte respecto de sus expectativ­as. Ese contraste le resulta penoso, difícil de soportar, hasta que un día, en un arrebato, se precipita en una experienci­a impensada, que lo saca de circulació­n, que lo ubica en otro plano”.

Otro componente de esta historia es su hijo, Santiago, que es sordo. Esa condición modifica de manera sustancial a la relación de Emilio y Marta, no sólo por el desafío que significa entender esa situación sino porque genera nuevas formas de relacionar­se entre ellos.

“En el tiempo de la novela ese hijo es adolescent­e. Quise contar como es vivida esa experienci­a por los personajes, cuáles son sus preocupaci­ones, cómo asumen esa crianza y las marcas que produjo sobre la pareja”, detalla.

Las respuestas

La clase de la tarde

fue editada por Mansalva y es la segunda novela de Laura Kogan.

“En el caso de Heráclito aparece la belleza que pueda existir en los fragmentos de su obra que han llegado a nuestros días”, asegura la autora.

“Poeta, Narradora y bioquímica”, en ese orden se presenta la autora, quien además ha sido docente e investigad­ores en ámbitos de la salud.

--Usted es bioquímica y poeta.-- ¿Cómo se conjuga esa profesión con su vocación por las letras?

--Creo que fueron caminos independie­ntes. Siempre me gustó la literatura, mi pasión por la lectura empezó en la infancia y empecé a escribir desde muy joven. Fue, probableme­nte, mi primera vocación. Al mismo tiempo estudié esta carrera científica, en la cual trabajé muchos años. Sin embargo no me “curaba” de escribir, era una actividad que siempre mantenía y que por suerte ahora puedo hacer a tiempo completo.

--¿Ha estudiado o leído sobre filosofía? ¿Qué papel le asigna a personajes como Heráclito o Pitágoras en la novela?

--En realidad me interesaba contar lo que sucedía en las clases que Emilio tomaba con Blas, el profesor. Para eso necesitaba darle un contenido, un sustrato. Sin embargo los temas que plantean en las clases siempre resultan incompleto­s, las conversaci­ones se interrumpe­n, quedan inacabadas. No me interesaba desarrolla­r esos temas con exhaustivi­dad, ni lo hubiera podido hacer, sino que buscaba crear un vínculo de aprendizaj­e mientras progresa la acción, es decir, mientras a los personajes les suceden otras cosas.

--La filosofía es una excusa para generar ese encuentro

--A Emilio lo entusiasma la práctica de un razonamien­to, de leer y darse cuenta de lo que está en juego. Eso lo comparte con Blas pero cuando el vínculo entre ellos progresa no solo hablan de filosofía sino que Emilio le hace confesione­s personales, se hacen amigos.

“Heráclito o Pitágoras son una excusa, más allá de lo interesant­e que puedan ser sus hallazgos o como resuenen en texto. En el caso de Heráclito aparece la belleza que pueda existir en los fragmentos de su obra que han llegado a nuestros días. Pero lo que importa en términos narrativos es cómo Emilio se entusiasma a medida que lee, como se involucra y como su relación con Blas lo ayuda a sostener su día a día”.

--Hay también un trasfondo político, una época muy particular del país. ¿Porqué eligió ese tiempo?

--Quise situar la novela en un país que se cae (la trama es en 2001). Los personajes se acuestan, se levantan, toman sus decisiones, viven su vidas privadas mientras afuera, en lo público, se cocinan catástrofe­s a fuego lento. Cuando todo explota por el aire, ¿cuánto de ellos se llevó el estallido? ¿Con qué nivel de conciencia perciben lo que pasa?. Eso es parte de la realidad de este país.

--¿Cómo es el proceso de definir la modalidad de narración de esta novela?

-Tenía el personaje, Emilio, y con eso empecé. La época la definí cuando apareció Marta, su mujer. Creo que las primeras palabras con las que empiezo a escribir (“No fue otra cosa que la orfandad lo que me empujó aquella tarde...”) condicionó todo el resto. Ese tramo escrito en primera persona, que fuera Emilio el que contara la historia, y la palabra “orfandad” fueron clave para definir la forma. Me tuve que hacer cargo e inventarle una historia que diera cuenta de esa palabra. La novela la empecé en el 2018, me llevó varios años terminarla.

--¿Cómo definiría finalmente a este libro? ¿Es Una historia de amor? ¿De engaños? ¿De resignació­n?¿De vida?

--De esas opciones, elijo una historia de amor, pero ni siquiera estoy segura. Quizá de amores contrariad­os. También de la experienci­a de la soledad. Por otro lado, son personajes que se resignan a su realidad, más bien diría lo contrario: se caen, se levantan, no aflojan. Tarde o temprano, cada uno a su manera, buscan su camino, sostienen una ética.

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FOTOS: ARCHIVO LA NUEVA.
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