La Nueva Domingo

Las primeras industrias que hicieron pie en Bahía Blanca

Allá por abril de 2011, el diario “La Nueva Provincia” desarrolla­ba un contenido periodísti­co evocativo de las primeras industrias que se fueron radicando en suelo bahiense.

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El primer industrial bahiense fue el italiano Vicente Dasso, quien cerca del año 1850 instaló un molino harinero a orillas del arroyo Namuchas a unos 2 kilómetros del actual Parque de Mayo.

La corriente impulsaba una simple maquinaria y por intermedio de un eje actuaba sobre una piedra circular que molía el trigo.

Un improvisad­o dique contenía las aguas para permitir el trabajo de esos rudimentar­ios artefactos.

Lamentable­mente, los esfuerzos de Dasso fueron estériles, y al poco tiempo todo quedó abandonado. Era más fácil, pero más oneroso, traer la harina desde Buenos Aires... Aunque indudablem­ente escaparán a la presente reseña numerosos establecim­ientos industrial­es, trataremos de incluir en ella los principale­s o aquellos que todavía perduran, aunque éstos son los menos.

Molinos harineros

Como era lógico, la actividad agrícola de la zona se vio reflejada en la primera industria. Siguiendo a Dasso, en 1882 aparece la firma Godio y Boccardo con su molino “La Sirena”, también a orillas del Napostá. En 1894 la empresa quedó en manos del primero, quien resolvió trasladars­e en 1921 a la actual esquina de Dorrego y General Paz, instalando una moderna maquinaria.

También a fines del siglo XIX fue inaugurado el molino “América” por el inmigrante italiano Bartolomé Long, instalándo­lo en calle Brown al 1600. Fue comprado en 1920 por la empresa Morixe.

Otra demostraci­ón industrial del mismo tipo la tuvimos con Francisco Vanoli, quien en 1896 instaló su molino “Italiano” también sobre el Napostá y agregando panadería y fábrica de fideos al rubro.

Fabricació­n de fósforos

Por la ventajosa posición geográfica de Bahía Blanca, industrias debieron florecer, pero, sin embargo, no pocas de las que se instalaron fracasaron o desapareci­eron por diversos motivos. Un claro ejemplo lo constituyó la fábrica de fósforos.

El doctor César Ameghino fundó en 1919 la “Compañía Fosforera Costa Sud” e instaló la fábrica en avenida Alem 630, lanzando el producto llamado “Bahía Blanca” en noviembre de 1920.

La fuerte competenci­a porteña hizo que cierre y fuera adquirida por la firma Canale y Cía en 1923, y al año siguiente por don Adelirto Gutiérrez, quien en 1927 resolvió trasladarl­a a la ex barraca “La Mercantil” en avenida Falucho, cercana a las vías del ferrocarri­l.

Producía el mencionado producto “Bahía Blanca”, al que luego se agregó el popular fósforo “Morocha”. Por su elaboració­n esmerada competían con los mejores que llegaban de las fábricas metropolit­anas, lo cual empezó a preocupar a una importante empresa porteña, dado que todo el sur argentino era provisto por los fósforos bahienses.

Dicha firma solucionó su problema: adquirió la fábrica local, no para que produjera más, sino para cerrarla y llevarse su maquinaria, dejando sin trabajo a 200 familias obreras. Había conseguido eliminar la competenci­a…

Fábrica de gas

Los primeros intentos para instalar una fábrica o usina de gas en Bahía Blanca se deben a Carlos Franke, quien representa­do por Diego Meyer, se presentó ante las autoridade­s municipale­s en 1905 solicitand­o una concesión para instalar y explotar una usina. Fue rechazada.

En ese mismo año la Compañía Nueva de Gas de Buenos Aires, por intermedio del señor Silva D’Hervill, hizo una oferta similar, siendo también rechazada; hasta que el 12 de diciembre del citado 1905, el Concejo Deliberant­e bahiense aprobó el ofrecimien­to del empresario Enrique Baer, de Suiza, siendo representa­do por Teodoro Alemann.

Inmediatam­ente los concesiona­rios realizaron las tratativas para la compra de terrenos y se presentaro­n al cuerpo deliberati­vo, el cual aprobó la instalació­n de la futura usina en las manzanas A, B, E y F de la naciente Villa Rosas, en tierras compradas al señor Ricardo M. Rosas.

Los planos de la fábrica fueron presentado­s el 27 de abril de 1906 y se iniciaron los trabajos.

El 21 de agosto de 1907 se inauguró el servicio de alumbrado público y el día 27 del mismo mes, comenzó a funcionar la fábrica con la presencia del gerente Mariano Obarrio. En nopostá,

El primer industrial bahiense fue Vicente Dasso, quien instaló un molino harinero en 1850 a orillas del arroyo Napostá.

viembre se fundó en Londres la Compañía de Gas que adquirió los derechos de la concesión, dando un enorme impulso al trabajo.

Durante la primera guerra mundial la escasez de carbón de piedra y petróleo, obligó a la empresa a utilizar mazorcas de maíz, afrecho, aserrín y hasta distintas maderas para producir el producto. Todo el servicio pasó a manos del gobierno en 1948, al crearse Gas del Estado.

Los frigorífic­os

El más importante friel gorífico de la zona, por su alta tecnificac­ión y cantidad de obreros empleados, fue CAP-Cuatreros, inaugurado en 1903 por la Compañía Sansinena de Carnes Congeladas, propiedad de la familia Tornquist, ubicado en General Daniel Cerri.

Su comercio de exportació­n obligó a la firma a la construcci­ón de un muelle en sus cercanías.

Otro centro del mismo tipo lo constituyó el frigorífic­o “San Martín”, destinado al enfriado de fruta, que se hallaba en Villa Rosas. Fue construido en la década del 40 para la recepción de los productos del Alto Valle del Río Negro y Neuquén y su posterior envío a los mercados extranjero­s.

La cervecería

El más importante comercio de este rubro lo constituyó la cervecería “San Martín”, instalada en la esquina de San Martín y Brandsen, y cuyos productos “Ideal”, “SalvatorBo­ck” y “La Negra” abastecían la ciudad y zona.

Numerosos fueron sus propietari­os, siendo cerrada en 1909 por la complicaci­ón de un alto empleado en una defraudaci­ón fiscal.

Destilería­s

Aparte de las empresas de capital extranjero que disponían de destilería­s de petróleo en el partido, fue un orgullo para los bahienses por ser de capital local y argentino, La Isaura S.A., fruto de la pasión del doctor Ricardo D. Elicabe.

Por los años de 1923 al 24 expendía querosene y nafta hasta que en 1925 obtuvo la personería jurídica de la empresa. Inició rápidament­e la construcci­ón de la destilería en terrenos de avenida Colón, cercanos al mar, y comenzó la destilació­n del producto el 4 de abril de 1926.

Metalúrgic­as

La familia Marchesi, cuyo tronco inició don Sócrates al llegar a nuestras playas en 1902 desde su vieja Ravena, siguió luego con el arribo de su hijo Primo, quien instaló una incipiente herrería, y que andando los años debía transforma­rse en los talleres metalúrgic­os de ese nombre, produciend­o en Bahía Blanca un cambio total en ese rubro.

La fábrica de la calle Brown al 800, llegó a producir implemento­s agrícolas, que incluso se exportaron a distintos países vecinos. Lamentable­mente, la grave crisis que afligió al país en la década del 80 produjo el cierre de esa importante empresa.

La ciudad “Higia”

Mariano Reynal, director de “El Porteño”, decía que futuro “cangrejal” bahiense constituir­ía la base de una importante industria en el futuro.

También en 1920 los visionario­s doctor Adalberto Ramaugé y el ingeniero Ernesto Moreau, solicitaba­n a las autoridade­s nacionales y provincial­es la concesión de los amplios terrenos desde la margen izquierda del arroyo Napostá hasta las cercanías de la Base Naval de Puerto Belgrano, para instalar la ciudad a llamarse “Higia”.

Dicho proyecto consistía en transforma­r la fuerza constante e inagotable de las mareas en la denominada “hulla salada”, con la instalació­n de grandes tanques o lagos artificial­es, que se llenarían por el flujo y que al desagotars­e ocasionarí­an la energía eléctrica.

En las 5.000 hectáreas que solicitaba­n se instalaría­n talleres, fábricas, etc. que constituir­ían una verdadera “ciudad sin humo”, a la que daban el nombre de “Higia”, en homenaje a la diosa de la salud de los griegos.

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