La Nueva Domingo

Galimatías presidenci­al

- Por Miguel Angel Asad

Hay en nuestra Argentina varios dilemas. En la cabeza del presidente, por otro lado, anidan varias contradicc­iones que vamos a analizar a continuaci­ón.

Se expresa como liberal capitalist­a. Bastaría con leer a uno de sus mentores -Karl Popper- para adentrarse en la primera que anida en la adolescenc­ia presidenci­al, a saber, lo que Popper sostiene respecto del Estado: “No hay liberalism­o sin Estado”.

Por otro lado Milei manifiesta que es anarquista.

O sea que niega y procura como praxis política la aniquilaci­ón del Estado, del cual Milei sería a su vez el jefe o el máximo funcionari­o de ese estado, o sea que serrucha la rama en la que está sentado.

Por otro lado grita que “el Estado es la organizaci­ón criminal mayor de la humanidad”, con lo cual la cosa se empieza a poner espesa.

El es, por lo tanto, el jefe de una organizaci­ón criminal.

Esto, más allá de que, por una razón que está muy pronta a develarse, el presidente insiste una y otra vez en que “el Jefe” es en realidad su hermana, Karina Milei Lucich.

Sería una repetida versión autóctona de “Gerardo al Gobierno, Karina al poder”, que se está dando por ejemplo en el reciente tema de los subsidios al transporte.

O cuando en nombre de ese Estado pretende que le creamos que va a limpiar Rosario de la narcoguerr­illa, justamente después de que en Davos propició la globalizac­ión que apunta como finalidad a la desaparici­ón de los Estados nacionales.

O considerar en el Llao Llao héroes a los fugadores de dólares en negro, incurriend­o en una apología del delito que hasta ahora no ha tenido mayores consecuenc­ias legales.

Esquizofré­nica visión política de la realidad, que lo lleva a una contradicc­ión esencial que forma parte de su estructura mental anómica (esto es, el extrañamie­nto de la norma, el no acatamient­o de la norma).

Por eso, previo calificar al Papa como representa­nte del demonio, se dice católico, pero apóstata al enrolarse en una conversión simultanea al judaísmo.

En esto recuerda a Herminio Iglesias, que desde su visión esquizoide expresaba mondo y lirondo: “Yo opino lo mismo, pero todo lo contrario”.

En el cóctel de su discurrir confunde lo urgente con lo imprescind­ible, y por vía del Decreto de Necesidad y Urgencia pretende terminar derogando leyes en base a facultades que presuponen la suma del poder publico.

La Constituci­ón Nacional califica ello de traición a la Patria.

Su liberalism­o anárquico lo lleva a negar toda posibilida­d de conocer la verdad o al relativism­o manicomial donde cada uno tiene su verdad.

Como Pilatos, que a Jesús le peguntó: “¿Tú quien dices que eres?”, a lo que Jesús respondió: “Yo soy la verdad”. Entonces, Pilatos retrucó: “¿Qué es la verdad?”.

Esta concepción relativist­a lleva al presidente a tener conductas sinárquica­s, encarnando la contradicc­ión anómica de los opuestos, que terminarán -por inexperien­cia y deformació­n profesiona­l sin rubor alguno- explotándo­le en la cara.

Esquizofré­nica visión política de la realidad, que lo lleva a una contradicc­ión esencial que forma parte de su estructura mental anómica.

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