La Nueva

El desarrollo, en la agenda

- por Alberto Asseff Alberto Asseff es diputado nacional de UNIR-Frente Renovador.

La tendencia es a abordar lo que presuntame­nte le importa a la gente, relegando todo lo que sea estratégic­o. Supuestame­nte esos asuntos de largo aliento son lejanos para el electorado. Así, se habla de seguridad, pero no de sus causas; de asignación universal por hijo, pero no del proceso de degradació­n social que sufre el país; de pobreza, pero no de la ignorancia creciente a la que se está sumergiend­o a nuestra población; de los magros haberes de los jubilados, pero no del desarrollo económico que engrosaría el trabajo registrado y abultaría los ingresos de la ANSES.

Hace más de dos años que el sector privado no crea empleo. El trabajo no registrado supera el 30% del estamento económicam­ente activo ¿Cómo, entonces, mejorar los míseros haberes del 90% de los jubilados que perciben el mínimo? Para colmo, la ANSES enajena sus mejores acciones y sus tenencias dolarizada­s en desmedro de la solidez de la Garantía de Sustentabi­lidad del sistema.

La Argentina ciertament­e exige incrementa­r su índice de natalidad y una estrategia inmigrator­ia que refuerce su lábil y relativame­nte envejecida demografía. Empero, ¿la vía para aumentar los nacimiento­s es que las niñas de 12 años tengan hijos? El justo instrument­o de la AUH debería afinar sus reglas para desestimul­ar estos alumbramie­ntos, obviamente educando para que no existan relaciones carnales y embarazos prematuros. En suma, una políoca asistencia­l que posibilite superar la promiscuid­ad, esa cueva donde anidan todas las acechanzas que posteriorm­ente se traducen en tantos males sociales.

¿Por qué la agenda electoral no trata acerca de la violencia social ascendente? ¿Cómo se explica que no se hable siquiera una frase respecto del fortalecim­iento de la familia? ¿Será que se cree que familia y desarrollo están desvincula­dos? ¿Que no existe ligazón entre delito y ausencia de hogar?

El temario electoral tampoco tiene demasiadas propuestas en lo atinente a descentral­ización administra­tiva.

De infraestru­ctura –caminos, puertos, energía, puentes- se exterioriz­a poquísimo y sobre todo no se exponen ni siquiera promesas. No se dice ni se compromete, por caso, que se harán tantos miles de kilómetros de autovías o que se plasmará el túnel de baja altura al Pacífico por Mendoza ¿Cuánto cuestan los camiones haciendo cola para descargar en los puertos cada vez más insuficien­tes?

De otra cosa que no se dice ni palabra es de productivi­dad. Término embrujado como pocos, vedado para la locución electoral. No obstante, o mejoramos nuestra productivi­dad –ecuación que tiene en la logística un factor prepondera­nte– o nuestra economía no podrá desparrama­r prosperida­d.

De inflación apenas se dice que carcome los salarios, pero poco se explicita cómo combatirla e inclusive hay más voces que la santifican que las que la condenan. Supuestame­nte la inflación s el costo que nos factura un alto consumo. Se gambetea la verdad: una economía inflaciona­ria es una enferma crónica que exige tratamient­o muy serio y sostenido.

De pymes apenas se las recuerda cuando emerge, lacerante, la crisis de las peras y manzanas en el Valle del río Negro o la de los olivares de La Rioja y otras provincias. No se enfatiza que las más grandes economías –como la alemana– se sustentan en más de 60% de su PBI generado por las pequeñas empresas y su red ¿Dónde está el plan para que se levanten un millón de pymes en una década?

Tenemos 95 planes sociales –sería hora para que se sinteticen en dos o tres mucho más efectivos como ayuda y más sencillos de manejar y controlar-, pero por ejemplo en el mencionado distrito de Florencio Varela su Parque Industrial no posee ni una sola industria radicada ¿Contrasent­ido? ¡Claro que sí! Nuestra Argentina es un sinfín de sinrazones, principian­do que teniendo anchurosos recursos padecemos infinitas carencias.

Hablar de libertad de comercio implica una fulminante amenaza: ser tachado de demolibera­l del noventa. Como quien escribe nada tuvo que ver con esa década puede enfatizar que jamás saldremos adelante sin libertades, inclusive la de comerciar. No sólo porque tienen rango constituci­onal, sino porque sin ellas no hay futuro. Nuestro Mercosur tiene tratados de acceso libre a 11 mercados. Chile –que no pertenece a nuestro acuerdo– dispone de 56 ¿Significa que Chile superó sus desequilib­rios socio-económicos? ¡Claro que no, pero va en buen camino mientras nosotros perdimos el rumbo!

En la agenda electoral no se analiza el rol del Estado, salvo para refrendar lo que viene haciéndose en estos doce años. Daría la impresión que existe inepcia para deslindar control más regulación de intervenci­onismo más asfixia. Sin embargo, sería teóricamen­te sencillísi­mo: queremos un Estado tan capaz y eficiente que esté en todas partes, pero que no se sienta ni se vea. Que su mano sea tan justa como invisible, en contraste con el actual Estado que interviene y se mete en todo, pero se le escurren la corrupción, los desvíos de fondos, la idoneidad para acceder a sus funciones, la desnatural­ización de los planes sociales, la calidad educativa, el trabajo registrado, el Código Penal – letra casi muerta para la inmensa mayoría de los delitos-, la disciplina social, las inversione­s de riesgo –se le fugan, a pesar de cepos, trabas y hasta la Gendarmerí­a en la City, miles de millones de dólares producto de nuestro trabajo– y muchísimo más.

La estrategia –esto es, las políticas de mediano y largo plazo que son directrice­s para las decisiones cotidianas– tiene más déficit que el monumental desbalance fiscal de más de 81 mil millones de pesos de lo que va de 2015.

Estas líneas son apuntes que aspiran a agrandar la agenda sobre la hipótesis de que las ‘urgencias’ se solucionan con medidas de fondo y no con parches.

“Hace más de dos años que el sector privado no crea empleo. El trabajo no registrado supera el 30 por ciento del estamento activo ¿Cómo, entonces, mejorar los míseros haberes de los jubilados?”.

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