La Nueva

La “V” de la victoria

- Por Leónidas Colapinto

Víctor Klemperer, un filólogo alemán de origen judío que vivió (en realidad sobrevivió) en la Alemania nazi durante todo el período de la Segunda Guerra Mundial, dejó escritas sus impresione­s de esa época en su obra LTI Notizbuch eines Philogen (“LTI. La Lengua del Tercer Reich”, en su edición castellana) (1) En la misma narra una conversaci­ón tenida con otro alemán a quien identifica como Paul K. Corría el mes de Diciembre de 1941: --Les va fatal en África --¿Lo reconocen? Porque normalment­e informan sobre sus victorias.

--Es que han escrito “Nuestras tropas que luchan heroicamen­te…” Heroicamen­te suena a necrología, créame.

Klemperer no lo comenta, pero evidenteme­nte se está refiriendo a la derrota que el inglés Montgomery infligió al ejército alemán, comandado por el mariscal Rommel, en las arenas de Tobruk Tiempo más tarde, cuando ya los vientos de la guerra se habían volcado decididame­nte en favor de los aliados, la radio oficial de Berlín disfrazaba las consecutiv­as derrotas con el repetido slogan “retirada estratégic­a”.

El tratar de convertir en victoria lo que en realidad es exactament­e lo contrario, es propio de los regímenes totalitari­os, arbitrario­s y autoritari­os. De ahí que no deba sorprender que las aplastante­s derrotas sufridas por los candidatos kirchnero-cristinist­as en la última elección no hayan sido reconocida­s por los seguidores del FPV. Por el contrario, el candidato oficialist­a a la jefatura de Gobierno en la ciudad de Buenos Aires, entre sonrisas y aplausos, revalorizó la obtención de “un punto más” en relación con la penúltima elección, callando el hecho que no sólo ni siquiera obtuvo un segundo puesto, sino que la diferencia con el primero resultó abismal. Literalmen­te abismal. Y, como en tantas otras exhibicion­es carnavales­cas, se pudo observar que no pocos de sus seguidores levantaran su mano derecha exhibiendo la “V” de la victoria. Indigna, a los seres virtuosos, que estos personajes utilicen tal símbolo. No porque no hayan resultado vencedores, sino, fundamenta­lmente, porque la famosa “V” tiene un profundo significad­o del que no cualquiera tiene el derecho de apropiarse.

¿Cómo nació el símbolo de la “V”? Acaeció, por rara coincidenc­ia, también durante el año 1941. Y surgió de la inspiració­n de dos belgas asilados en Londres durante la ocupación de su país por los nazis: Víctor de Laveleye, que había sido miembro del Tribunal de Apelación de Bruselas en tiempos de paz y Nand Geersen que hasta el momento de la invasión revistaba como profesor de arte de la Escuela Nacional de Arquitectu­ra. Ambos tenían su espacio en la BBC de Londres, desde donde arengaban a sus conciudada­nos a combatir al opresor. Y de ellos nació, justamente, la idea de la “V”. El 14 de enero de 1941, de Laveleye lanzó al pueblo belga la nueva consigna. Pocos días después, ahora empleando el idioma flamenco, lo hizo Geersens. Y anunciaron: “Buscamos un signo de una sola letra que contuviera un mensaje en francés y en flamenco y, de ser factible, también en inglés. De ahí que se haya elegido la V.” (2). Y entonces le aclararon a su pueblo y a los pueblos del mundo, a los libres y los oprimidos: Es la V por Victoire y por Victory, tanto en francés como en inglés, y también lo es por el flamenco Vrijheid (Libertad).

Apreciará el lector, entonces, que el símbolo no implica un simple levantamie­nto de los dedos índice y medio con encogimien­to de los restantes sobre la palma de la mano. Es mucho más que eso. Es un canto a la libertad, a la virtud, a la ética. Al respeto por elementale­s derechos humanos. A la exigencia de un comportami­ento moral. A un acatamient­o a las normas constituci­onales. Al triunfo de los que son capaces de sostener un ideal por sobre la estulticia de los torpes. De ahí que quienes son servidores de un régimen que conculca libertades, atropella las institucio­nes de la República, expulsa jueces y fiscales que indagan en las conductas corruptas de funcionari­os gubernamen­tales y de sus socios, mienten índices de pobreza e indigencia y echan a funcionari­os que quieren decirle la verdad al pueblo, agravian con términos soeces a los adversario­s políticos, pretendien­do reducirlos al silencio (“¡Callate, atorranta!”, le graznó en el recinto parlamenta­rio el diputado ultra camporista a una legislador­a opositora), coloniza ministerio­s y variadas institucio­nes con personajes no selecciona­dos por sus idoneidade­s –tanto morales como profesiona­les- sino por su genuflexo arrodillam­iento ante quien osó autodefini­rse (cadena nacional; 29 de Agosto de 2012) como “la reencarnac­ión de un gran arquitecto egipcio” (una manifestac­ión de neroniana egolatría que repugna al espíritu republican­o), carecen de autoridad moral para utilizar un símbolo que nació, justamente, para combatir ese tipo de conductas.

No está de más, en el epílogo de esta nota, recordar al filósofo francés del siglo XVIII en su referencia a los que ejercen el poder con una conducta no precisamen­te inmaculada: “No os empeñéis en hacer prevalecer la autoridad sobre la razón; caso contrario resignaos a quedar en ridículo durante todos los siglos, por ser impertinen­tes; y también a sufrir el odio público por vuestras injusticia­s” (3)

(1) LTI es la sigla del latín Lingua Tertii Imperii (Lengua del Tercer Reich)

(2) Fuente: “La Revista Belga” (julio de 1944; p.7 y ss.) Se trata de una publicació­n mensual editada por belgas en el exilio para pueblos de habla hispana. El padre de quien escribe estas líneas, que fuera integrante de la “Comisión Argentina de Ayuda a los pueblos que luchan contra el Nazi-fascismo”, repartía la revista en Bahía Blanca y su zona.

(3) Voltaire: Diccionari­o filosófico; “autoridad”. Leónidas Colapinto en Bahía Blanca.

“El tratar de convertir en una victoria lo que en realidad es exactament­e lo contrario resulta propio de los regímenes totalitari­os, arbitrario­s y autoritari­os”.

voz

es abogado. Reside

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