Ruidos molestos
extensión era extensiva al uso de los timbres de las bicicletas.
Había un apartado especial dedicado a las “patotas”, para las cuales entre las 24 y las 7 no se admiten gritos, conversaciones a voz de cuello ni aficionados al canto que quieran dar rienda suelta a sus líricas inspiraciones. Otros puntos clave se referían a aquellos talleres o industrias que, por imperio del progreso de la ciudad, habían quedado rodeados de viviendas familiares y que duplicaban la potencia de sus motores y maquinarias.
Se prohibía además un componente del panorama urbano propio de la época, cual era el de los automotores que, dotados de altoparlantes, alternaban la propagación de ráfagas musicales de no más de cuatro compases del tango o fox, con reclames comerciales.
“Son disposiciones que contribuirán a que nuestra ciudad retome las características de villa tranquila, carente de ruidos molestos”, dijo este diario.
La crítica era hacia el monto de las multas a los infractores, que no se había modificado y seguía siendo de 19 pesos moneda nacional, como en 1939. “¡Sale demasiado barato hacer ruido!”, se dijo.