La Nueva

Ante un dilema de la propia estrategia

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Fue un cimbronazo difícil de digerir por Mauricio Macri pero, dice el refrán, "si hay miseria que no se note". El Pro ganó la Capital Federal y retuvo el gobierno, aunque el trampolín soñado a nivel nacional quedó postergado justamente en el distrito que administra desde hace ocho años, el lugar desde donde debía partir una imparable "ola amarilla" rumbo a octubre. Algo magullado, igualmente, Macri dio vuelta la página y se mostró como presidenci­able, pero es evidente que Scioli y Massa se relamen.

Antes de la elección, cualquier cifra con un seis adelante era más que buena, ya que ése iba a ser considerad­o el "piso" macrista en la Ciudad para las PASO primero y para las generales después, pero los ciudadanos determinar­on que Horacio Rodríguez Larreta cruzara con muletas la mitad más uno.

Junto al razonable desempeño que se descuenta puede tener Macri en Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos y Salta, se tornaba más que competitiv­o a nivel nacional si ganaba cómodament­e en la Capital. Antes de la elección, se decía que el test al que lo estaba sometiendo Lousteau sólo le había demorado la campaña allí donde necesita mostrar fortaleza.

Pero no fue solamente eso, ya que la izquierda y quienes votaron por el Frente para la Victoria en la primera vuelta capitalina dejaron de lado la opción del voto en blanco, se decidieron por el candidato de Eco, le hicieron ganar en media Capital y le bajaron el optimismo al macrismo, pero también a buena parte de la oposición al gobierno nacional.

En un trabajo de desgaste hacia la interna de las PASO, puede ser que el propósito del ex ministro de Economía haya sido jugar a favor de Ernesto Sanz o de Elisa Carrió, aunque terminó siendo funcional al kirchneris­mo. Lo de Lousteau fue una irresponsa­bilidad dentro del espacio "Cambiemos".

Ahora, para Macri se abre el desafío de remontar este trago amargo, mucho más doloroso porque el freno hacia la carrera nacional se le ha presentado en la Capital. Los votos que recibió Lousteau obligan al candidato a presidente a encarar una campaña menos light, marcando mucho más las diferencia­s con el oficialism­o nacional.

Sin embargo, no alcanza todavía con tantas expresione­s de deseos como las que desparramó Macri en el discurso post-elección, ya totalmente volcado a la Nación, recitando una especie de credo cívico algo personalis­ta, por cierto, una modalidad que quizás sea un leimotiv de su campaña.

Sin referirse a la elección que tanto lo debe haber fastidiado, Macri respiró hondo y puso sobre la mesa las cuestiones más críticas de su agenda: la pobreza, el rol del Estado y el valor de las empresas públicas (ANSeS, YPF y Aerolíneas), el apoyo institucio­nal a la Justicia y el "no" al pensamient­o único.

Si este blanqueo de temas sirve también para que los demás candidatos quieran ganar la presidenci­al planteando ideas, quizás ésta haya sido la buena noticia que dejó la compulsa porteña para todos los ciudadanos de la República Argentina.

Algo magullado, Macri dio vuelta la página y se mostró como presidenci­able, pero es evidente que Scioli y Massa se relamen.

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