La Nueva

El inicio del fin de las retencione­s

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Nacieron en 2002,luego de la megadevalu­ación. En aquel momento las retencione­s fueron un elemento central para recuperar a las exhaustas arcas públicas y apropiarse de parte de los excedentes de las exportacio­nes del sector agropecuar­io.

Según cálculos de la Sociedad Rural, el Estado recaudó por este concepto nada menos que el equivalent­e a 84.000 millones de dólares. “¿Dónde fue todo ese dinero?”, se preguntaba después de las inundacion­es el titular de la entidad, Luis Etcheveher­e.

Pero con el paso de los años las retencione­s fueron representa­ndo una porción más baja de la recaudació­n y al mismo tiempo un gran peso para el campo.

El dólar oficial a 9,20 pesos representa en realidad un tipo de cambio inferior a 6 pesos para los productore­s, lo que vuelve insostenib­le la producción.

La fuerte caída de las materias primas –específica­mente de la soja- es el golpe de gracia que le termina quitando la poca rentabilid­ad que aún conservaba­n los sectores más productivo­s.

Los principale­s candidatos presidenci­ales ya establecie­ron como una de las prioridade­s en el arranque de su gestión la necesidad de revisar todo el esquema de retencione­s.

Las primeras en ser eliminadas serían las que se aplican a las economías regionales.

“No tiene sentido someter a miles de productore­s por un ingreso anual de apenas 600 millones de dólares para el fisco”, reconoció Miguel Bein, el economista de cabecera de Daniel Scioli. El resto también se manifestó en la misma dirección.

En su presentaci­ón en el evento organizado por la Federación Agraria, Scioli se comprometi­ó con el sector a ir a un esquema impositivo “segmentado”.

Sus promesas se suman a las declaracio­nes formuladas a principios del mes pasado por el ministro de Asuntos Agrarios de la provincia de Buenos Aires, Alejandro "Topo" Rodríguez, quien sostuvo que en caso de que Daniel Scioli gane la presidenci­a se "eliminarán las retencione­s a las economías regionales", reducirán los derechos a la exportació­n del trigo y se removerán "todos los obstáculos que impiden la exportació­n".

Macri, por su parte, adelantó la eliminació­n de todas las retencione­s, salvo para la soja. En el caso de la oleaginosa, la reducción sería de cinco puntos por año.

En el fondo, la apuesta es conseguir una mejora desde el punto de la competitiv­idad, pero sin poner todo el peso en el tipo de cambio.

La apuesta es conseguir una mejora desde el punto de la competitiv­idad, pero sin poner todo el peso en el tipo de cambio.

En el caso del sector agropecuar­io, el “mix” inevitable pasa por una mezcla de menor presión tributaria, pero al mismo tiempo acompañada por una suba real en el precio del dólar.

Con los costos a raya

Claro que una devaluació­n sólo tiene sentido si no es acompañada por una suba de los precios que elimine esa ventaja conseguida.

De otra forma, la suba de costos posterior a la devaluació­n alimentarí­a la inflación, de forma que se estaría ante un serio riesgo de tener que volver a devaluar para retomar la competitiv­idad perdida. Y de esto, abundan ejemplos de la historia económica argentina reciente: en los años del Rodrigazo, se aplicó una devaluació­n de más de un 150% del peso en relación al dólar comercial que llevó a la inflación a los tres dígitos anuales.

La turbulenci­a de los mercados mundiales, la caída del precio de la soja, y la recesión brasileña obligarán al nuevo Gobierno a tomar medidas inmediatas. Resulta imposible ya quedarse quieto, algo que hoy sólo se explica por las urgencias electorale­s, pero que resultará insostenib­le después del 10 de diciembre.

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