La Nueva

Una “torre Eiffel” en la Amazonia

- OTRAS VOCES por Javier Tovar Javier Tovar es periodista de la agencia AFP-NA.

Entre el espesor de la selva amazónica brasileña emerge una estructura metálica blanca y naranja. Es una torre de 325 metros, uno menos que la Eiffel de París, que servirá de laboratori­o para estudiar cambios climáticos en este pulmón del mundo.

El Observator­io de Torre Alta de la Amazonia (ATTO, por sus siglas en inglés) está en el medio de la reserva ecológica de Uatumá, a unos 350 kilómetros de Manaos (norte del país) y se llega tras un largo recorrido por carreteras de tierra y navegación por río.

En la zona no hay cobertura para celulares ni Internet, solo un horizonte verde de selva sin fin.

En el silencio de este lugar recóndito, alejado de la civilizaci­ón, se mezcla ese sonido estridente y monótono de las cigarras con el cantar de numerosas aves y el zumbido del resto de los insectos dueños de esas tierras.

“El hecho de estar distante de las ciudades y por lo tanto de la influencia humana garantiza la colecta de datos relativame­nte no adulterado­s”, explicó Meinrat Andrae, director del instituto alemán Max Planck, que impulsa el proyecto junto al Instituto de Investigac­iones de la Amazonia de Brasil (Inpa) y otros centros especializ­ados.

Con 3.000 km de este a oeste, la selva Amazónica es el mayor bosque tropical homogéneo del mundo. Debido a su extensión, los procesos climáticos y atmosféric­os que allí ocurren pueden influir en otras regiones del planeta.

“Con esta torre vamos a entender mejor cuál es el papel de la Amazonia en estas regiones de selva, su efecto en el clima local, pero también en el global”, dijo a la AFP el profesor Antonio Ocimar Manzi, coordinado­r del proyecto del lado brasileño, desde lo alto de la torre.

Nadie se salva del calor en esta selva, evidente en las frentes y camisetas sudadas de todos en el campamento. Y para disfrutar de una brisa refrescant­e, sólo basta subir a la torre... no apta para personas con vértigo.

Un arnés es obligatori­o para subir. Son más de 1.000 escalones hasta el tope. En el recorrido para la prensa, el límite permitido fue de 150 metros, que ya daba para tener una percepción de que realmente está en el medio de la nada.

Este observator­io climático, el más elevado del mundo, fue inaugurado el sábado y aún no está operativo. Hasta ahora se han realizado algunas pruebas piloto, pero en lo que resta de año se irán instalando los instrument­os para arrancar un largo camino de estudios planteados para tres décadas.

¿Cómo funciona la torre? ¿Por qué tan alta?

Los bosques tropicales contribuye­n al control climático del planeta por su potencial de ganar o perder grandes cantidades de carbono. Pero, con el aumento de 1,5 veces en la emisión de gases ocurrido durante la segunda mitad del siglo XX, los científico­s se preguntan qué está haciendo la selva con ese exceso de anhídrido carbónico. Hay otras dos torres en Uatumá, de 50 y 80 metros de alto, que analizan la interacció­n de la jungla y la atmósfera en un radio de 10 metros.

Con ATTO, ese radio se incrementa­rá 100 veces, a 1.000 metros.

“Un estudio a largo plazo, de dos o tres décadas, determinar­á cuales serán los efectos que los cambios climáticos van a tener sobre esos ecosistema­s aquí”, explicó Manzi.

La idea surgió en un café... ¿o fue un té? Jurgen Kesselmeie­r, coordinado­r alemán del proyecto, no está seguro, pero sí de aquella conversaci­ón. “Estábamos debatiendo en nuestro instituto (el Max Planck) y Andrae dijo que sería perfecto tener algo como la torre ZOTTO, que hay en Siberia, en la región amazónica. Le dije: ‘Excelente, pero ¿quién va a pagar por eso?’”, recordó.

El observator­io de Zotino (ZOTTO) funciona desde 2003 y estudia las concentrac­iones de gas carbono, metano y otros gases de efecto estufa en la taiga de Siberia.

ATTO costó 26 millones de reales (7,4 millones de dólares) y fue financiada por partes iguales por los gobiernos de Brasil y Alemania.

Fue construida en el sur de Brasil y para trasladar sus 15.000 piezas por 4.000 km fueron necesarios 15 días. Pesa 142 toneladas y está sostenida por largos cables de acero que además le dan estabilida­d.

Las mediciones diarias además servirán para dar recomendac­iones a las autoridade­s con base científica sobre cambio climático.

El reloj comenzará en breve su cuenta regresiva: 30 años u 11.000 días o 254.000 horas. Este trabajo ininterrum­pido permitirá conocer mejor la Amazonia.

Y los resultados, aunque apasionant­es, pueden también encender o confirmar grandes alarmas sobre el futuro del planeta.

El Observator­io de Torre Alta de la Amazonia está en el medio de la reserva ecológica de Uatumá, a unos 350 kilómetros de Manaos, en el norte del país.

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