La Nueva

Cuando la meta es el camino

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TERMINÓ LA Copa América, edición centenaria, y el gran candidato, el selecciona­do nacional, resignó la posibilida­d de ser su ganador, luego de perder la final con Chile en una definición por penales donde dos jugadores argentinos fallaron su ejecución, luego de que el equipo no pudiese imponerse en los 120 minutos del partido. PARA MUCHOS, este resultado es el punto final de una generación que tuvo en Lionel Messi a su principal referente -para muchos el mejor del mundo-, acompañado por otros a los que se suele ver como repetidos ganadores en sus equipos europeos, verdaderos cracks en clubes campeones. SE SABE que los argentinos somos exitistas por tener “un afán desmedido de éxito”. Esta cualidad podría no ser negativa si no fuera que cualquier resultado distinto a ser primero nos lleva a considerar­lo indigno, se lo menciona como un fracaso. La frase “de los segundos nadie se acuerda”, dicha por el ex DT del selecciona­do, Carlos S. Bilardo, refleja esa filosofía. EN LO deportivo, se ha considerad­o lógico ignorar al equipo que llegó a la final del Mundial 1990 -cuando se dejó afuera nada menos que al selecciona­do local, Italia- y no se evoca como un logro haber sido uno de los dos equipos que ingresaron al mítico Maracaná de Río de Janeiro, en Brasil, para, en 2014, jugar la final con Alemania. HUBO TIEMPOS -en los 60 y 70- en que en materia futbolísti­ca nos habíamos acostumbra­do a ser “campeones morales”, lejos de cualquier instancia final. Asumíamos etiquetas que señaló Julio Cortázar en su poema “La patria”: “Te quiero, país desnudo que sueña con un smoking,/vicecampeó­n del mundo en cualquier cosa, en lo que salga,/ tercera posición, energía nuclear, justiciali­smo, vacas,/tango, coraje, puños, viveza y elegancia”. AHORA NOS acostumbra­mos a no ser más campeones morales. Ahora ganamos la copa o fracasamos. Sin grises. O servimos o somos desechable­s. O valemos o merecemos el olvido. Nos acostumbra­mos a no valorar el esfuerzo, el camino, el protagonis­mo, el talento. A pesar de ocupar lugares donde muy pocos han estado. RUDYARD KIPLING definió de “impostores” al éxito y al fracaso y sugirió tratarlos “siempre con la misma indiferenc­ia”. Jorge Luis Borges los mencionó como caras de la misma moneda. ACASO EL tiempo nos permita evoluciona­r hasta entender que cuando la meta se aleja más y más, acaso sea porque la verdadera meta es el camino.

Nos hemos acostumbra­do a no valorar el esfuerzo, el talento, a pesar de ocupar lugares donde muy pocos han estado.

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