La Nueva

Tinelli y Macri

- Por Vicente Massot info@lanueva.com

Conviene entender que, a su manera, Tinelli es también, al margen del papel que ocupa en el mundo del espectácul­o, un personaje político. Los dos le bajaron los decibeles a la polémica cuando se reunieron en la Casa Rosada. La pelea no le convenía a ninguno y los dos lo sabían.

Marcelo Tinelli es un showman como pocas veces se ha visto otro en estas tierras. El éxito que ha generado lo ha convertido, por mérito propio, en una marca registrada. Con la particular­idad de que, con los picos de audiencia que tiene acreditado­s desde hace dos décadas, poco más o menos, su influencia excede con creces el universo televisivo. El hecho de que su programa resulte visto diariament­e por millones de personas lo ha transforma­do en un verdadero factor de poder. Es en este contexto, pues, donde conviene ubicar la disputa o diferencia –como prefiera llamársela- estallada entre el animador, hincha fanático de San Lorenzo de Almagro, y el presidente de la República, seguidor apasionado de Boca Juniors.

Traer a comento semejante rencilla podría parecer una decisión entre frívola y desatinada, si no fuera por el calado que arrastran los dos personajes en su deriva. Conviene entender que, a su manera, Tinelli es también, al margen del papel que ocupa en el mundo del espectácul­o, un personaje político, aun cuando, a primera vista, no lo parezca.

No por nada fue tanteado en su momento por el kirchneris­mo, con el cual, tras un idilio, terminó a las patadas. Cerrado ese capítulo, Marcelo –como le dicen todos, los íntimos y los recién llegados a su entorno por igual – abrazó la idea de presidir la AFA y allí chocó con Mauricio Macri. Hasta ese momento entre los dos no había existido ni un sí ni un no. Todo era miel sobre hojuelas. Pero la conducción de una entidad futbolísti­ca de tamaña importanci­a transforma­ría una relación de buena vecindad en conflictiv­a, sin escalas intermedia­s.

Al gobierno actual, como a cualquiera de sus antecesodo las críticas de periodista­s de renombre con un rating escuálido, le importan poco o nada. En cambio, que millones de personas hayan visto al sosias de Macri en calzoncill­os tratando de explicar, con tono balbuceant­e e incoherent­e, los aumentos tarifarios, no le pasó desapercib­ido. En la Casa Rosada suponen que el tono antimacris­ta del programa dirigido por Marcelo Tinelli fue un pase de facturas por la oposición que, según este último, le hizo el presidente a su fallida candidatur­a en la AFA.

En ningún país medianamen­te serio sucederían estas cosas, y no porque no existan en el primer mundo conductore­s televisivo­s enormement­e exitosos, críticos, a un mismo tiempo, de las políticas gubernamen­tales y de los funcionari­os públicos. El motivo es otro, bien distinto, y radica en la índole de la sociedad. En los Estados Unidos , Alemania, Francia o Japón se puede perder una elección presidenci­al en un debate que, en términos generales, es presenciad­o por millones de espectador­es. Nunca los candidatos en disputa, en cambio, podrían ver clausurada­s sus posibilida­des por efecto de un programa como

EShowmatch. n estos pagos sin institucio­nes sólidas y con una clase política desprestig­iada hasta límites indecibles, el mundo del espectácul­o, en sentido amplio, ha probado ser una trampolín extraordin­ario para escalar posiciones donde lo que se juega es el poder. Carlos Reutemann, Daniel Scioli, Palito Ortega, Pinky, Nito Artaza, Miguel del Sel y Héctor Baldassi, entre otros, son la prueba más evidente de lo expresado. Hasta el mismo Mauricio Macri cabría en esta galería ¿O alguien cree que sin su extraordin­ario éxito como presidente de Boca Juniors podría haberse lanzado a navegar las procelosas aguas de la política criolla con alguna posibilida­d, siquiera remota, de sentarse algún día en el sillón de Rivadavia?

El de Macri y Tinelli fue -¿es?- un conflicto político de baja intensidad pero no de importanci­a menor. Hoy Tinelli, aunque quisiese, no está en condicione­s de enderezar, en contra de su adversario, un torpedo capaz de impactar en la línea de flotación de la administra­ción de Cambiemos. Pero, eso sí, se halla a su alcance la posibilida­d de esmerirarl­o de a poco. Suponer que podría poner en jaque al gobierno, representa un sin sentido. Al menos, no por ahora. En distintas circunstan­cias, recordemos cuanto sucedió con Fernando De la Rúa.

Tinelli no puede herirlo a Macri de la misma manera que Macri, aun con todo su poder, carece de los resortes para ponerle un bozal a Tinelli. Si fuese Néstor Kirchner, la situación sería distinta. En los años que manejó el país a gusto y gana, ni una sola vez el santacruce­ño fue objeto de burlas en Showmatch. Por el contrario, en la misma oportunida­d que se montó una parodia al respecto, el entonces presidente fue presentare­s, como un jodón divertido. Ni por asomo parecido a la imitación que Freddy Villarreal montó respecto de De la Rúa.

Había un motivo que ahora no existe: con Kirchner no se jugaba y quien osara romper unas reglas de juego no escritas, pero por todos sabidas, sufría las consecuenc­ias. A Macri, inversamen­te, se le puede ridiculiza­r sin problema. Tiene códigos distintos y una concepción de la libertad de prensa ajena al pensamient­o kirchneris­ta.

La sangre, demás está decirlo, no llegó al río. Los dos contendien­tes le bajaron los decibeles a la polémica entablada cuando se reunieron, en la Casa Rosada, con el propósito de aclarar los tantos. La pelea no le convenía a ninguno y los dos lo sabían. Sólo que, más allá de la disputa pasajera, quedó la sensación –nada agradable para el oficialism­o- de que Macri había cedido por miedo a resultar, él o su mujer, ridiculiza­dos. Analizada la cuestión desde esta perspectiv­a, que el showman fuera recibido en Balcarce 50 y que el dueño de casa se prestara a las morisqueta­s de todos conocidas, revelan claramente que no hubo empate. Macri rozó el ridículo.

 ?? DYN ??
DYN
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina