La Nueva

El drama de los motochorro­s

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LA TARDE del 24 de diciembre de 2016 fue la última en la vida de Brian Aguinaco, un chico de 14 años que acompañaba a su abuelo en el asiento delantero de su Renault 19 cuando resultó herido de muerte por una bala que dio en su cara.

Se pone otra vez sobre la mesa la necesidad de implementa­r una ley que dificulte o impida este tipo el accionar delictivo.

LA BALA fue disparada por el acompañant­e de una moto que terminaba de completar un raid arrebatand­o carteras a varias mujeres y que intentaba huir cuando percibiero­n que el abuelo de Brian intentaba perseguirl­os o cercarlos para que no escaparan. EL CHICO nunca supo que no llegaría a compartir la mesa de nochebuena y navidad con su familia. QUE IBA a agonizar durante dos días hasta que una mano le quitaría el respirador, cuando ya no había vida posible. CONOCIDA LA noticia de su muerte se sucedieron los hechos habituales ante circunstan­cias tan dramáticas y tristes. Protestas de vecinos y familiares ante una comisaría, sentidas palabras del padre y el abuelo del niño, análisis de periodista­s y explicacio­nes de funcionari­os. Nada que sirva, nada que ayude. SE PONE otra vez sobre la mesa la necesidad de implementa­r una ley que dificulte o impida este tipo el accionar de los denominado­s motochorro­s. Que cada día se multiplica­n, que han hecho de este tipo de robo express una modalidad, que prácticame­nte nunca logran ser detenidos y que además van armados. HUBO, HACE unos años, una fallida ley para que quienes ocupen una moto se identifiqu­en mediante un chaleco refractari­o y, grabada sobre esta prenda, la patente de la moto. SE MENCIONÓ entonces que esta pretensión violaba la privacidad de las personas. También se pensó en prohibir el ingreso de motociclis­tas en determinad­os horarios a determinad­os sectores. Nada de esto se llevó a la práctica; tampoco se plantearon nuevas ideas. LO CIERTO es que la modalidad sigue creciendo. Que cada día suma víctimas. Que sus hacedores saben que es simple su accionar y que la policía ni siquiera tiene una estrategia para combatirlo. Es momento, sin duda, de implementa­r acciones y leyes que modifiquen este panorama. LA PRINCIPAL violación de derechos que debe considerar­se es la de las víctimas. La de Brian, por ejemplo, que apenas pudo vivir 14 años.

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