La otra guerra narco, la que se libra en el alma del adicto
La vida, a veces, se va de las manos. Esto es lo que ocurre cuando alguien cae en la trampa de la droga. Es la historia, por ejemplo, de Pedro, de 41 años, que “La Nueva.” presenta en un informe especial; y es la historia de tantos otros. En Bahía Blanca funcionan centros con expertos que se dedican a que las personas con problemas de adicciones recuperen sus vidas.
Pedro tiene 41 años, es bahiense, casado y padre de dos hijos. Dice que “agarró de grande” la droga y que el alcohol fue la puerta de entrada a ese infierno.
Afirma que conocer a su actual pareja, descubrir a Cristo y hacer un culto de la palabra “determinación” le permitieron comenzar una nueva vida.
El 20 de julio pasado vivió una experiencia que lo hizo darse cuenta de lo mucho que ganó desde que decidió “hacer algo”.
“El Día del Amigo me encontré caminando solo en la calle, yendo a comprar pan. Empecé a pensar que no lo estaba festejando con nadie, pero también me acordé que uno de esos amigotes con los que me juntaba está preso, otro se murió, uno está loco y otro casi se muere. Ahí me di cuenta que gracias a todo esto que me está pasando yo estaba bien, volviendo a mi casa de hacer un mandado”.
Hace memoria y recuerda que “empezó” a los 29 años, cuando se juntó con una persona que consumía.
“Entré como lo hacen todo, probando un poco. Mi entrada era el alcohol, arrancaba por eso y terminaba en la cocaína”.
“Nunca robé o maltraté. Siempre trabajé y esto me agarró de grande, después de juntarme con ciertas personas. Las malas compañías echan a perder los hábitos útiles. Yo tenía buenos hábitos”.
Admite que en esa época “me enojaba siempre, lo ahogaba en bebida y parecía que me olvidaba del problema, pero al otro día seguía estando”.
Afirma que con el tiempo “logré equilibrar el consumo, pero no encontraba la salida a todo eso”.
*** Asegura que el propio convencimiento y la presencia de la familia resultaron fundamentales para provocar un cambio en su vida.
“Si vos querés mejorar y salir tenés que proponértelo. Una palabra que aprendí es determinación. Todas las mañanas nos tenemos que determinar a hacer las cosas bien”.
“Somos todos distintos y la droga está en todos lados. Está en uno si la agarrás. En mi caso fue por curioso. Es muy difícil dejarla si no tenés contención familiar y profesional, además del convencimiento propio”, siguió diciendo.
Pedro pasó por muchos lugares buscando ayuda y admite que lo único que necesitaba era “encontrar paz”.
Finalmente halló ese sitio. Hace dos años que participa de un grupo, donde recibe ayuda profesional y una base espiritual.
“Me ayudó un montón, porque tiene un tiempo terapéutico, sostenido desde cómo funcionan las emociones y entender la forma de reeducarlas. También hay un momento para la parte bíblica. Mi sustento es Jesucristo”.
“Entendí que tengo que ser más medido, que puedo hacer lo que quiera, pero que no todo me conviene. También comprendí que si no lograba manejar mis emocio-
“Nunca robé o maltraté. Siempre trabajé y esto me agarró de grande, después de juntarme con ciertas personas. Las malas compañías echan a perder los hábitos".
nes afectaba a los que me rodean”.
*** La droga provocó que estuviera ausente y se alejara de los que más lo quieren.
“Con este cambio gané muchísimo. Tiempo con mis hijos, paz y tranquilidad en mi hogar. Pude entender cómo funcionan mis emociones y saber qué es lo que me hace recaer, para saber manejarlo y evitarlo”.
También dice que su experiencia le servirá para advertirles sobre estos peligros a sus hijos.
“Uno les tiene que inculcar desde que comprenden lo que les decís, de que deben ser moderados en un montón de situaciones. Si yo les empiezo a hablar de esa manera, haciéndoles entender que hay un tiempo para cada cosa, el día de mañana van a estar preparados. El tema de la droga va a estar siempre latente en la sociedad”.
Carencia, el común denominador
La licenciada Yanina Ventura, responsable de la delegación local del Centro Provincial de Atención a las Adicciones, consideró que en todos los casos hay una palabra clave que tiene relación con esta situación: “carencia”.
“Cuando nos encontramos en este espacio hallamos el mismo valor, el mismo abandono, la misma soledad y la misma imposibilidad de resolver su historia a partir de una manera diferente”.
“Esto sucede en todos los ámbitos sociales. Diferentes drogas o status, pero el mismo dolor. Nos cuesta pensarlo en términos sociales. Es tan doloroso en un lado como en el otro”, afirmó.
Describió que en algunas ocasiones los padres relacionan el consumo de sus hijos con “las malas juntas”.
“Es mucho más profundo que eso, aunque todo ayuda. Uno tiene que pensar por qué encontró ese grupo de pertenencia. Seguramente que allí, donde encontró lo que le hizo mal, también halló algo que le hizo bien. Posiblemente ahí le preguntaron cómo estaba, encontró una cama para dormir cuando se encontraba solo o lo acompañaron cuando sus padres se fueron de su casa. En ese momento apareció otro que hizo presencia donde había ausencia. No solo encontró droga en ese lugar, sino otras cosas mucho más profundas y que tienen que ver con la contención”.
Ventura, quien desde 2009 se desempeña en el CPA, afiresta mó que al joven que se acerca se le brinda el tratamiento como una posibilidad de llegar a algo distinto.
“El que viene lo hace sin voluntad en un principio, y el trabajo nuestro es tratar de encontrar la forma de que cuestión impuesta pase a ser voluntaria, que el chico pueda tomar contacto con otro tipo de intervenciones, las cuales le permitan experimentar algo diferente a lo que le venía sucediendo”.
Explicó que suelen encontrar contextos familiares complicados y jóvenes que se encuentran muy solos, por lo que van delineando el tratamiento “con los referentes que aparecen y trabajando interdisciplinariamente con todos los actores que intervienen en ese caso”.
Agregó que “cuando son chicos en conflicto con la ley, observás la causa y sabés todo lo malo que acarrea, entonces el desafío es encontrar su potencial y todo lo bueno que tiene para, desde allí empezar, a construir”.
Ventura sostuvo que “los adolescentes cada vez vienen con menos proyectos a futuro y eso es muy doloroso, porque cuando no existen no hay posibilidades de cambio”.
Considera que las personas que cayeron en la droga tienen posibilidades de cambio.
“Si bien no eligió dónde nació, esto es condicionante pero no determinante. Lo primordial es que puedan entender que parte de este futuro que tienen que construir es con lo que trajeron, pero también con lo que pueden proponerse y alcanzar”.
Explica que las edades de inicio de consumo siguen siendo en la adolescencia, entre los 13 y 15 años.
“En los casos de chicos que tienen una familia constituida detrás la edad de consulta para tratar el problema es más temprana que en otros casos de personas más desprotegidas, donde se acercan de más grandes. Sin dudas que no es lo mismo solo que acompañado”.
Detalló que el tratamiento tiene una etapa inicial de admisión y luego se trabaja con consultas ambulatorias, talleres, espacios para la familia y grupales para los chicos, y terapia individual, además de interactuar con clubes o escuelas.
“En caso de ser necesario, y siempre como último recurso, se puede llegar a la internación, que se realiza con la intervención del Servicio Zonal”.
Respecto de las sustancias consumidas por los más jóvenes, afirma que es preocupante la cuestión del alcohol. También el consumo de marihuana y psicofármacos.
“Es muy compleja la situa-
En algunas ocasiones los padres relacionan el consumo de drogas de sus hijos con las malas juntas. Es mucho más profundo que eso, aunque todo ayuda”.
ción de consumo local, hay que trabajar aún más en la prevención e interviniendo en todos los niveles. Es una realidad que es para preocuparse y ocuparse. Hay dispositivos municipales y provinciales trabajando en la problemática y tratando de llegar a la mayor cantidad de situaciones posibles”.
Los jóvenes, la violencia y la adicción
“Dársela en la pera”. En la jerga es una forma de entregarse al consumo hasta traspasar el límite que el organismo tolera.
Así se titula el libro recientemente presentado y realizado por el Instituto de Investigación en Jóvenes, Violencia y Adicciones (Ijóvenes), dependiente de la Cámara de Diputados bonaerense.
Fue escrito a partir del trabajo llevado adelante en varios puntos de la provincia, entre ellos los barrios Villa Caracol (Vista al Mar) y Bajo Rondeau, de nuestra ciudad.
“Es muy positivo el libro, tiene esa cosa de poder mirar desde otro lugar a los chicos”, comentó Romina Pires, quien realizó el relevamiento en Bahía junto a Silvia Esteban y la colaboración de un asistente social.
“Es una investigación respecto de violencia y adicciones en la provincia de Buenos Aires. Ver la realidad de la ciudad y de otros lugares también sirve para pensar ciertas similitudes que se advierten”, comentó.
Pires, quien integra la ONG Giravida, mencionó que en el informe incorporaron datos de los lugares, características sociales, educativas y de vivienda, entre otros detalles.
“Nos encontramos que a veces las escuelas se vuelven un poco expulsivas. En nuestros barrios (por los de Bahía) hallamos algo distinto, ya que los maestros van a buscar a los chicos. Son lugares con mucho compromiso”.
Consideró luego que “el consumo está instalado y es cada vez más fuerte”.
“Cuando vivís en un sector donde la pobreza es lo más palpable, la droga está al lado de tu casa y es complicado. Por suerte hallamos que muchos jóvenes van encontrando lugares en el barrio que les hacen bien”.
Relató que en el libro también se mencionan las diversas formas en que los chicos logran “zafar” de la droga, como la práctica deportiva, arte, música y hasta la militancia política.
“Me gustó hacer la investigación, porque fue terminar, pensando lo bueno de los pibes y todo lo que tenemos que trabajar”.
Explicó que es necesario desde el Estado crear políticas públicas para enfrentar este tipo de cuestiones.
“Debe haber soluciones de base. Que ese pibe esté mejor, tiene que ver con que sus padres tengan trabajo o que cubran las necesidades básicas. No es solo venir a invitarlo a un espacio”.
Dijo luego que a los jóvenes afectados “la vida les pasa por arriba. Los que tuvimos otras posibilidades tenemos que apostar por ellos y darles una mano”.
“Me gusta pensar que los que trabajamos en estas cuestiones no tenemos que mirar la sustancia. La adicción no es el tema, sino lo que pasa detrás de esa persona que tiene que consumir para tapar otras cosas”.