La Nueva

La sensibilid­ad de Phan Thi Kim Phuc

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44 DESDE HACE años, el mundo recibe novedades sobre la vida de Phan Thi Kim Phuc. Desconocid­a segurament­e para muchos, se trata de una mujer de 53 años de edad, nacida en la pequeña ciudad de Thang Bang, en Vietnam del Sur, y, desde hace 30 años, ciudadana canadiense.

PHAN ES En “la 1972, niña conde la nueve foto” o años“la niñade edad,del napalm”. su aldea fue bombardead­a por aviones norteameri­canos, en la guerra de Vietnam, con bombas napalm, así llamada al combinarse las primeras sílabas de los ácidos que forman su carga. Una vez que explota, genera un líquido inflamable que se adhiere a la piel y la quema.

PHAN ESTABA ese día dentro de un templo, a resguardo, cuando en algún momento abandonó el edificio con su familia, y ese fue el fatal momento de la explosión. Con el dolor del fuego en su cuerpo, corrió hacia la carretera. Luego de unos metros, y ya despojada de todas sus ropas, su desconsola­do llanto y su dolor fueron retratados por Nick Ut, fotógrafo de la agencia Associated Press. LOS DIARIOS de todo el mundo publicaron la foto, testimonio contundent­e del horror de una guerra que llevaba 17 años y que fue la mayor expresión del enfrentami­ento entre Estados Unidos y Rusia. Muchos sugieren que la foto sirvió para acortar los tiempos de esa guerra, a la que se puso punto final en 1975. PHAN ESTUVO 14 meses internada y fue sometida a 17 operacione­s de piel. En 1986, con 19 años de edad, se radicó en La Habana (Cuba), y en 1992, en viaje de bodas a Moscú, aprovechó una escala en Ontario y pidió asilo político. En 1996 participó del Día de los Veteranos en Washington, donde se encontró, y lloró, con uno de los pilotos que habían lanzado la bomba. POR ESTAS, horas la noticia sobre la mujer es la aplicación de cirugía láser en sus heridas de hace 44 años. LOS RAYOS incandesce­ntes fundieron la piel cicatrizad­a, permitiend­o que algunas partes se regeneren y que disminuya el dolor que le genera tener la carne y los músculos fundidos con los huesos. EL TRATAMIENT­O fue exitoso, aunque la consecuenc­ia más valiosa es haber recuperado la sensibilid­ad de la piel. “Puedo sentir la caricia de mi nieto en el brazo”, señaló.

un hecho menor poder curar las heridas, NO ES poder mitigar el dolor y volver a sentir. Después de tanto horror humano.

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