La Nueva

“Toda mi vida es el ayer...”

- por Luis Tarullo Luis Tarullo es periodista de la agencia DyN.

os tres secretario­s generales de la CGT dijeron claramente en una semana algo que pudieron haber dicho antes y así hubieran evitado muchos debates y malos entendidos.

Poco después de la movilizaci­ón del día 7 y los incidentes, Héctor Daer señaló que hubo sectores que tenían la intención de hacer “desbarranc­ar” al gobierno de Mauricio Macri.

Juan Carlos Schmid, más preciso y contundent­e, afirmó al momento de anunciar el paro nacional que la CGT no quiere presentar un plan alternativ­o de gobierno ni reemplazar­lo, ya que los dirigentes no son elegidos por la ciudadanía sino por los trabajador­es, y que su misión es expresar los intereses y los reclamos de esos trabajador­es.

Y tras la formalizac­ión de la fecha de la huelga del 6 de abril, Carlos Acuña dijo que “palos nos van a dar a nosotros si no hacemos el paro”, en directa alusión al malestar de las bases por las suspension­es, los despidos y la baja en el poder adquisitiv­o de los salarios, entre otros problemas.

Así, el triunvirat­o que conduce la central sindical peronista trató de poner una valla de contención a la ola de acusacione­s provenient­es del oficialism­o y sus aliados acerca de una presunta vocación “desestabil­izante”, en supuesta comunión con sectores del peronismo, históricam­ente afines a los dirigentes gremiales.

Uno de los que se mostró más enérgico últimament­e en ese aspecto es el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, paradójica­mente criado en un hogar de raigambre sindical, lo que le valió réplicas públicas y privadas de parte de viejos compañeros de ruta de su padre.

En paralelo, las dos CTA, que agrupan al sindicalis­mo de centroizqu­ierda y que lideran Pablo Micheli y Hugo Yasky y van en camino a la reunificac­ión, anunciaron un paro nacional para el 30 de marzo y su adhesión activa a la huelga de la CGT.

El cese “ceteísta” contará básicament­e con la adhesión de los trabajador­es de las administra­ciones públicas y los docentes, que ya vienen enancados en su propio plan de lucha.

El dato lanzado por Acuña acerca de la inquietud creciente de las bases y el reclamo de que sus demandas tengan expresión concreta en manifestac­iones y paros alcanza a todas las estructura­s sindicales, sea cual fuere su denominaci­ón y su inclinació­n ideológica.

Por ello las CTA, a diferencia de otros tiempos donde solían aprovechar los es- pacios que dejaba el gremialism­o peronista tradiciona­l por inacción, ahora se ven compelidas a responder rápidament­e, porque son ellas también amenazadas con la pérdida de territorio a manos de movimiento­s sociales que en los últimos años fueron ganando la calle y los favores de los gobiernos.

Además, por supuesto, está el lógico enojo de los trabajador­es de las organizaci­ones que cobija bajo su paraguas por los efectos de los problemas de la economía, más allá de que ser empleado del Estado significa en varios aspectos tener ventajas con respecto a los particular­es o autónomos.

A la par de los anuncios de las huelgas nacionales, sectores de la izquierda más radicaliza­da informaron que el 6 de abril saldrán a las calles a hacer piquetes y movilizaci­ones. La CGT dijo que su consigna es no salir de las casas. Sobre todo, teniendo en cuenta la experienci­a del 7 de marzo, donde se produjeron los incidentes que, si bien estuvieron acotados a un área de un par de cuadras, tuvieron una amplificac­ión y una repercusió­n política monumental.

También, en paralelo a la difusión de los paros, se conocieron números oficiales sobre la baja del desempleo, pero con ciertas particular­idades. La desocupaci­ón bajó porque centenares de miles de personas dejaron de buscar trabajo.

Y una de las razones por las que ese ejército de ciudadanos dejó de golpear puertas o de leer los clasificad­os debe buscarse en la percepción de planes sociales que permiten sobrevivir sin cumplir tareas.

Tras el anuncio de las medidas de fuerza nacionales los dirigentes han dicho que los diálogos no están cortados, pero la mesa que se había construido para que todos los interlocut­ores conversara­n está apolillada. Será muy difícil, si no imposible, su reconstruc­ción.

Y así entonces parecen volver a escucharse los versos de aquel inmenso “Naranjo en flor” de Homero Expósito que, como un resignado lamento, dicen “… después, qué importa del después, toda mi vida es el ayer, que se detiene en el pasado…”.

“El triunvirat­o que conduce la central sindical peronista trató de poner una valla de contención a la ola de acusacione­s provenient­es del oficialism­o y sus aliados.”

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