La Nueva

Historia de un reloj

- por Mario Minervino mminervino@lanueva.com

Hace 88 años, en marzo de 1929, fue agredida la columna Sirio Libanesa ubicada en el Parque de Mayo, donada por esa colectivid­ad al cumplir Bahía Blanca sus cien años.

“De líneas sencillas, como emergiendo de su pedestal, los residentes sirio libaneses implantaro­n, en la convergenc­ia de tres senderos, su homenaje a nuestra primera centuria”.

Así descripto, el monumento se sumó a las numerosas donaciones de las colectivid­ades en 1928: la fuente de los Ingleses y el monumento de los israelitas, en la Plaza Rivadavia, y el monumento a Garibaldi, junto al Teatro Municipal.

Pese a ser una colectivid­ad poco numerosa --”No somos más de cinco”, comentó uno de sus miembros--, los sirio libaneses aportaron una obra rematada por un reloj cuadriesfé­rico, ubicado en el interior del capitel hueco.

“Este reloj aspira a recibir a la segunda centuria de Bahía Blanca, con todos sus progresos, sus edificios, su industria, su nueva sensibilid­ad”, escribió un cronista.

Pero no ocurrió así. El reloj de porcela- na se convirtió de inmediato en blanco ideal de las gomeras de los niños, de las piedras de los jóvenes y de las balas de los grandes. Resultado: a poco de inaugurado, el reloj era un recuerdo.

El gobierno consideró al hecho como “un bochorno para la cultura” y el intendente, Florentino Ayestarán, dispuso la recolocaci­ón del reloj y la reparación del “agravio inferido a todos por esas manos criminales”.

José Matoso, presidente de la colectivid­ad libanesa, agradeció, emocionado, el hecho.

Quienes hoy visiten la columna podrán observar aquel mismo agujero vacío.

Es que el “deplorable episodio” se repitió, una y otra vez. Y, con seguridad, si se lo repusiera hoy, tampoco duraría más de una semana (con suerte).

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