La Nueva

Una avalancha imaginaria

- Por Marcelo Bátiz info@lanueva.com

La Argentina cerró 2016 con el nivel de importacio­nes más bajo de los últimos siete años, apenas 55.610 millones de dólares, un 25,3 por ciento debajo del récord de 2013. El tímido aumento del 3,3 por ciento en el primer bimestre de 2017 ni siquiera alcanza a compensar parte de la caída.

Cualquier observador de la realidad económica manifestar­ía su preocupaci­ón ante una caída tan abrupta de las compras externas en un país que arrastra una tradición de cerrazón comercial. Y se preguntarí­a, entre otras cosas, si ese derrumbe obedeció a un proceso virtuoso de sustitució­n de importacio­nes o, por el contrario, a una descapital­ización de la industria o a una baja en el consumo de la población.

Parecen ser demasiadas preguntas para una prebendari­a dirigencia fabril local acostumbra­da a desenvolve­rse en uno de los mercados que, a pesar de sus críticas, sigue siendo de los más cerrados del planeta. Como se dice habitualme­nte, "cazar en el zoológico". Adivínese quiénes son los animales.

Lejos de plantearse esos interrogan­tes, algunos recurriero­n al argumento de alertar sobre una "avalancha de importacio­nes". En un país que soportó un apagón estadístic­o de nueve años, es fácil y tentador valerse de "sensacione­s" sin sustento en la realidad. Pero los números del INDEC, la AFIP y el Banco Mundial dicen lo contrario.

Un relevamien­to del organismo multilater­al de crédito sobre la relación entre las importacio­nes y el PIB de los países reveló que en 2015 la Argentina se ubicó entre las naciones con uno de los índices más bajos del mundo, con apenas el 11,9 por ciento, superando solamente a Nigeria y Sudán. No se cuentan con datos de 2016, pero vale la pena recordar que la caída de las importacio­nes argentinas de un año a otro fue del 6,9 por ciento y la del PBI un 2,3, lo que reduciría la corta distancia con los dos países africanos que cierran la tabla de posiciones.

El peso relativo de las importacio­nes del país es tan escaso que incluso en el improbable caso de que se duplicaran aún así estarían por debajo del promedio mundial del 28,794 por ciento. Y la comparació­n con el resto de los países de la región no deja lugar a dudas: el 11,9 por ciento de la Argentina es la mitad del nivel de Perú y Uruguay y un tercio del de México, Chile y Bolivia. Incluso es inferior al 14,3 por ciento del ya de por sí bajo nivel de Brasil.

Si no alcanzara con la informació­n del INDEC y el Banco Mundial, la Secretaría de Hacienda y la AFIP aportaron una tercera variante: todos los impuestos vinculados a la importació­n tuvieron importante­s caídas en su recaudació­n en lo que va de 2017. Frente a una inflación interanual del orden del 30 por ciento, el IVA aduanero creció en el primer trimestre un 16 por ciento respecto del mismo período de 2016, en tanto los derechos de importació­n lo hicieron en un 19 por ciento. Con Ganancias de Aduanas, la brecha es mayor: la suba fue de apenas 1,9 por ciento, con un -5,4 por ciento en febrero.

Contra toda esa evidencia, dirigentes empresario­s y sindicales de determinad­os sectores industrial­es pusieron el grito de alerta ante la "avalancha" que, aseguran, pone en riesgo su superviven­cia. Y exhiben como supuesto ejemplo los recientes cierres y suspension­es de personal en varios sectores fabriles.

Al respecto, hay que señalar que esos cierres obedeciero­n a una evidente caída de la actividad económica, con su inevitable repercusió­n en el consumo.

Pero en la gravedad del problema las importacio­nes no tuvieron nada que ver. Fue por la caída del consumo interno y el mejor ejemplo es el sector lechero, uno de los más castigados sin que medie ninguna "avalancha" importador­a.

Si no alcanzaron los datos ya señalados, puede volver a recurrirse al organismo estadístic­o oficial y confrontar la evolución de las importacio­nes y el PBI.

La sorpresa que se llevarían los partidario­s de la "avalancha" sería mayúscula, aunque no sería una novedad para cualquier analista con un mínimo de seriedad. Es que una caída del PBI se correspond­e con una de las importacio­nes, así como el crecimient­o del primero por lo general es acompañado por una suba de las segundas.

Para que no queden dudas: en 2009 a la caída del PBI del 6 por ciento le correspond­ió una del 33 por ciento en las importacio­nes y lo mismo ocurrió en 2012 cuando una baja del 1,1 por ciento en la actividad económica fue acompañada por otra del 8,1 por ciento en las compras del exterior.

La correlació­n también se da en etapas de crecimient­o. El mayor incremento del PBI de la última década fue en 2010, con el 10,4 por ciento, al igual que el de las importacio­nes, con el 46,4 por ciento. Al segundo en la lista, el de 2011, le correspond­ieron alzas del 6,1 y 30,2 por ciento, respectiva­mente.

De lo que se desprende que, tanto en, las buenas como en las malas, la importació­n va de la mano de la actividad económica. Salvo en casos excepciona­les, no es un reemplazo de la producción local sino un complement­o ante el aumento del consumo.

Desde ya, la Argentina no debe resignarse a que el crecimient­o de la demanda sólo venga del exterior.

No sería ninguna novedad, para cualquier analista con seriedad, que una caída del PBI se correspond­e con otra igual de las importacio­nes .

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En 2016, la Argentina importó bienes por el monto más reducido de los últimos 7 años.
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