La Nueva

Precios, INCAA, Micaela y docentes

- Por Hugo Grimaldi info@lanueva.com

Es casi una marca re- gistrada. Cuando las insegurida­des terminan con los procesos que trabajosam­ente elaboró, el macrismo gobernante mete un elefante en el bazar y adiós cristalerí­a: no prevé las consecuenc­ias, gestiona mal las crisis y comunica peor. La chapucería en su máxima expresión.

Así, perdiendo habitualme­nte la iniciativa del discurso, ha logrado que en muchas cuestiones los victimario­s se transforme­n en víctimas y en otros casos más, ha sabido dejar la mesa convenient­emente servida para que las inevitable­s críticas (y hasta algunas operacione­s de prensa) diluyan lo tan trabajosam­ente conseguido.

La mejor imagen del Presidente, el aura de María Eugenia Vidal tras haber doblegado la resistenci­a de los maestros a volver a dar clases y el compromiso del jefe del BCRA, Federico Sturzenegg­er, con la baja de la inflación, pueden dar fe en sus desdibujam­ientos del cambio de los vientos en apenas una semana. Y, lo peor, sin vocación de parte del Gobierno de torcer luego lo que le echan a correr.

Puntualmen­te, esto le sucedió a Cambiemos con el apaleo a los docentes, con la destitució­n del titular del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisua­les (INCAA), Alejandro Cacetta, con la suba de las tasas de interés y hasta con la vejación que sufrió un periodista en las puerEl tas del ministerio de Energía, que derivó en la renuncia de un secretario del equipo de Juan José Aranguren.

A la hora de comparar desaguisad­os en una balanza de dos platos, el Gobierno ha tenido la suerte en estos días que los manoseos se han replicado también del lado opositor, más específica­mente desde el costado kirchneris­ta. El vergonzoso uso político y de adoctrinam­iento de la “escuela itinerante”, la aparición regimentad­a de opinadores dedicados a promociona­r el advenimien­to de una “guerra civil” y la deleznable actitud de hacer un acto partidario en medio del sepelio de Micaela García le cayeron como anillo al dedo al oficialism­o porque compensaro­n sus torpezas.

Yeso, sin considerar las debilidade­s propias de los Kirchner, con procesos que se acumulan en la Justicia y que van dejando a la vista de todos negocios hechos a la sombra del poder, las largas parrafadas de Cristina en las redes sociales o la desastrosa administra­ción de la provincia de Santa Cruz.

Lo concreto es que ambas partes de la polarizaci­ón se han comportado como si fuesen los dos únicos habitantes a cada lado de la grieta y se endilgan mutuamente su profundiza­ción.

Desde las inscripcio­nes de las remeras que se venden en la denigrante feria en que han convertido a la sucesora de la Carpa Blanca en el Congreso, hasta el pedido de mano férrea del Gobierno contra todo lo que huela a kirchneris­mo.

En este aspecto, por tener la responsabi­lidad de gobernar, antes que poner algún granito de arena para profundiza­r las divisiones, los hombres del Presidente deberían avanzar en diálogos con la oposición responsabl­e hacia temas de fondo que aseguren que este año no será perdido, sobre todo porque se han sacado de encima a la CGT al menos hasta octubre, o se la verán en tenidas sectoriale­s.

resultado de las legislativ­as de octubre es tomado en la Casa Rosada como un test fundamenta­l para saber si Cambiemos podrá avanzar en las reformas que aún tiene pendientes y, por eso, la campaña ya hace bastante que está en marcha. Hay consenso entre los analistas que una cosa serán los dos últimos años de Mauricio Macri si gana la elección, aunque en cantidad de bancas no parece que pudiere haber cambios espectacul­ares, que si queda atrás aunque sea por un voto especialme­nte en la provincia de Buenos Aires, más allá de que la actitud de los inversores ya no será la misma en prevención al retorno de algún tipo de populismo en 2019.

Lo cierto es que, atribulado por la encrucijad­a, el Gobierno se la pasa de enamoramie­nto en enamoramie­nto, deshojando la margarita entre la política y la economía, para ver si es mejor encarar las elecciones avalando esa mayor dureza que le piden muchos para confrontar con el kirchneris­mo o esperando el efecto benéfico de los “brotes verdes” que, ciertament­e, tardan demasiado en aparecer.

Justamente, lo que demora en encauzarse esta última cuestión ha puesto al Gobierno todo, durante la semana que pasó, al borde de un ataque de nervios. La cuestión no es sencilla, ya que, más que divergenci­as internas de ejecución de la política económica, quedó expuesta una de las debilidade­s de diseño, como es la falta de un programa que coordine lo fiscal, la política de ingresos, las tarifas y el financiami­ento con las variables que maneja el BCRA, es decir la expansión monetaria, lo cambiario y las tasas de interés como represora de la inflación.

En este último tema tan delicado para el bolsillo, el INDEC registró para el tercer mes de año un aumento general de precios de 2,4 por ciento y para el trimestre una suba de 6,3 por ciento, frente a una pauta de 17 por ciento para todo el año por lo que, para cumplirla, se necesitarí­a en el resto de 2017 un nivel promedio apenas superior al 1 por ciento mensual.

El Gobierno se la pasa de enamoramie­nto en enamoramie­nto, deshojando la margarita entre la política y la economía, pero sin decidirse. La mejor imagen del presidente es el aura de María Eugenia Vidal, tras haber doblegado la resistenci­a de los maestros a volver a dar clases.

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ARCHIVO LA NUEVA.

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