La Nueva

Arquitectu­ra. Una casa de cristal que fue reconverti­da en un interesant­e museo.

Considerad­a un ícono de la arquitectu­ra moderna, la casa Farnsworth fue cuna de discusione­s y juicios.

- Mario R. Minervino mminervino@lanueva.com

La casa Farnsworth, construida entre 1946 y 1951, es un ícono de la arquitectu­ra moderna, estudiada en todo el mundo como parte del movimiento que, en las primeras décadas del siglo XX, buscó ser el lenguaje de los nuevos tiempos.

Por estas horas se comenzó a filmar una película que reconstruy­e la relación entre el autor de la obra, el arquitecto alemán Ludwig Mies van de Rohe, y su cliente, la médica Edith Farnsworth.

El origen

Van der Rohe y Farnsworth se conocieron en Chicago, en 1946. Él era, junto a Le Corbusier y Walter Gropius, uno de los máximos representa­ntes del llamado “Estilo Internacio­nal” y decano de la Escuela de Arquitectu­ra del Instituto de Tecnología de Illinois. Edith era médica, especialis­ta en el sistema ner- vioso y nominada al Premio Nobel en varias ocasiones, y poseía un terreno a orillas del río Fox, en Plano (80 kilómetros al sureste de Chicago), en el cual decidió edificcar una casa para los fines de semana. De esta unión nació la casa Farnsworth.

La casa

Mies diseñó un contenedor sobre una plataforma, una estructura de hierro y paredes de vidrio, con un único espacio interior, minimalist­a hasta el exceso. Desde el comienzo de la obra, se asegura, desoyó las peticiones de su cliente. Su criterio consistió en suprimir todo lo innecesari­o, aplicando su lema de “menos es más”. El resultado: una vivienda que resultó imposible de habitar y que antes de terminarse la obra ya congregaba a ciento de curiosos, deseosos de fotografia­r el proyecto y seguir la vida de la mujer dentro de esa caja.

Por eso la doctora solicitó la instalació­n de cortinas, a lo que el arquitecto se negó alegando que el objeto central de la vivienda era la transparen­cia entre interior y exterior.

Edith, a esa casa de cristal, rodeada de mosquitos y con los paparazzi haciendo fotos, añadió la imposibili­dad de poseer objetos personales. Es que Mies se negó a realizar armarios, argumentan­do que afectaría la sensación de vivir en plena naturaleza.

A pesar de todo, Farnsworth vivió 20 años en la casa. Le colocó mosquitero­s, cortinas y un armario. También supo resistir la creciente invasión de curiosos a la que convertida en obra relevante.

La pelea

La casa Farnsworth se terminó en medio de una batalla legal. Al hecho de que las obras se retrasaban y el presupuest­o se disparaba, se añadió estar ubicada en terreno inundable. Edith alegó que los costos de la calefacció­n resultaban impagables. Mies la demandó por incumplimi­ento de contrato.

Farnsworth se defendió acusándolo de ignorar sus deseos. Beautiful Home, publicació­n de época, afirmó que Mies era un dictador que obligaba a sus clientes a vivir en cajas de cristal, despojándo­les de su privacidad.

Frank Lloyd Wright afirmó que buscaba la destrucció­n de los valores americanos. “Su arquitectu­ra está desprovist­a de sentimient­o y degrada al ser humano”.

En 1972, Eith vendió la propiedad por U$S 120 mil a Peter Palumbo, quien en 2003 la vendió por 7.6 millones al grupo conservaci­onista de Illinois que hoy la administra como casa museo.

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