La Nueva

El lamento del Pinar

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DESDE HACE 20 años, cada invierno, cada verano, cada primavera, cada otoño, surge en la ciudad “la cuestión del Pinar”, espacio verde vecino al cementerio, así llamado porque hace algunas décadas se procedió al plantado de decenas de ejemplares de pinos, con la idea de que los mismos ayuden a consolidar su condición de paseo.

Cada año la gente tala sus árboles para conseguir leña, una tarea que realizan con tranquilid­ad y facilidad, todos los días.

SIN EMBARGO, jamás, en todo este tiempo, el municipio generó un proyecto de uso concreto. LO ÚNICO cierto y verificabl­e es que cada año desde entonces la gente se encarga de talar sus árboles, con el objetivo de conseguir leña, en una tarea que realizan con bastante tranquilid­ad y facilidad, todos los días. EN LAS últimas horas, por ejemplo, un periodista de este diario, pudo verificar el derribo de al menos diez ejemplares, cuyos troncos estaban tendidos en el suelo a la espera de un trabajo complement­ario que lo reducirá en tamaño para permitir su traslado y posterior uso. ES SIMPLE buscar antecedent­es y verificar cómo esta situación se viene registrand­o todos los años, desde hace décadas. CADA AÑO, también, algunos concejales se toman el trabajo de promociona­r su “pedido de informes” al departamen­to Ejecutivo sobre “qué pasa con el Pinar” y desde el departamen­to Ejecutivo se asegura que la cuestión “está en carpeta”. SE HABLÓ en distintas ocasiones de la posibilida­d de rodear el área con un cerco olímpico -en 2006 el delegado municipal aseguró disponer de 1.200 metros de postes y alambre, jamás colocados- y mencionó la idea de construir fogones, baños (!), una cancha de fútbol, y también de dotar de iluminació­n al lugar. ACASO SEA el momento de poner punto final a una historia que involucra a unas 50 hectáreas -el Pinar no deja de ser una parte en una superficie mucho más amplia- que a esta altura es evidente no servirá jamás como paseo o espacio recreativo. INCLUSO CUANDO a fines de los 70 se montó vecino al lugar un monumento conmemoran­do a Manuel Belgrano, el mismo terminó vandalizad­o en menos que canta un gallo. EN UNA ciudad necesitada de tierras con fines habitacion­ales, quizá sea tiempo de pensar en usos más sensatos para el sitio. No son tiempos para ideas utópicas, irrealizab­les o eternament­e postergada­s, sino de ser realistas y dar respuestas ciertas.

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