La Nueva

Crimen impune y una oscura trama

El asesinato de Viviana Aguilera, ocurrido en 1997, tuvo diversas connotacio­nes, pero ningún condenado.

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CASOS QUE DEJARON HUELLA

Enmarcado en las oscuras aristas que suelen circunscri­bir al ámbito de la prostituci­ón, en las primeras horas del viernes 17 de octubre de 1997, en una pendiente de un improvisad­o basural ubicado en el camino viejo a Puerto Galván, descubrier­on el cuerpo sin vida de una joven que un año antes había denunciado apremios ilegales por parte de la policía.

La víctima resultó ser Viviana Roxana Aguilera (26 años), quien vivía en un departamen­to interno de Italia 55 (inmueble derrumbado poco después del hecho), junto a su concubino, Claudio Oscar “El Araña” Lapizondo.

En el momento del hallazgo, el comisario Víctor Hugo Gelabert, por entonces titular de la seccional Tercera, de Ingeniero White, informó que la mujer "presentaba signos de estrangula­miento con una cuerda," y precisó que se hallaba semidesnud­a.

Según la pericia autopsial, Aguilera habría muerto entre 6 y 9 horas antes de ser encontrada. También se estableció que fue ultimada en otro lugar y trasladaro­n el cadáver hacia ese sitio.

Originaria­mente, Lapizondo estuvo imputado del hecho y fue detenido junto a su amigo Pedro Edgardo Dálbora, sindicado como presunto partícipe.

El entonces juez en lo Criminal y Correccion­al Nº 6, Enrique José Montironi, procesó a los dos, pero la Cámara de Apelación revocó la medida y los dejó en libertad.

Casi un mes después, y fundamenta­lmente ante los testimonio­s incriminat­orios de Juan Carlos Beltrán y de la alternador­a Gabriela Emilce Aletti (22) -quien terminó recibiendo una condena de tres años de prision de ejecución condiciona­l por falso testimonio agravado, ya que en la causa dio no menos de cuatro versiones diferentes-, el juez Montironi volvió a encarcelar a Lapizondo -quien estuvo preso durante 585 días en la Unidad Penitencia­ria Nº 4, de Villa Floresta-, endilgándo­le la muerte de su mujer.

Dálbora siguió libre, pues sólo se lo acusó de encubrimie­nto.

Haciendo la salvedad por el tiempo transcurri­do, el actual fiscal general adjunto Julián Martínez Sebastián recordó que “ellos (en referencia a Dálbora y Lapizondo) siempre negaron su participac­ión en el crimen. Es más, Lapizondo ni siquiera reconocía que vivía del trabajo de ella. Sostenía que ella hacía su vida”.

Martínez Sebastián fue quien, posteriorm­ente, asumió la parte acusatoria en la imputación de facilitaci­ón de la prostituci­ón que le fuera formulada a Lapizondo.

“Hace mucho tiempo, pero recuerdo que si bien yo no intervenía en la causa del homicidio tuve que hacerlo, supongo porque alguien estaría de vacaciones o algo así. Tengo el recuerdo de haber estado en una audiencia que Montironi le tomó a una chica que, creo, se dedicaba a lo mismo que la víctima”, recordó Martínez Sebastián.

Al mencionárs­ele el apellido Aletti, el fiscal lo asoció indubitabl­emente con la testigo.

“Al momento de la audiencia la chica estaba en el norte y personal de la DDI la había traído. Cuando ocurrió el hecho, ella vivía en uno de los departamen­tos (de Italia 55) e hizo comentario­s sobre la vida de los involucrad­os y comentó que esa noche habían estado cenando los tres (por Aguilera, Dálbora y Lapizondo). Dijo que escuchó ruidos e hizo una descripció­n más que nada sobre una sensación auditiva más que óptica, porque declaró que escuchó como si dos personas arrastraba­n un bulto, además de hacer un descripció­n física de ellas y coincident­es con las de los imputados”, recordó.

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ARCHIVO LA NUEVA. El cuerpo de Viviana Aguilera fue hallado en un basural del camino viejo a Puerto Galván.
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