Hacia un nuevo paradigma
engo buenas y malas noticias. La buena es que nuestro presidente no es «el problema» que tiene hoy la Argentina, y la mala es que tampoco es «la solución». Nada de eso debería sorprender en un país normal. Técnicamente, estaríamos frente a un mandatario «nini». Los síntomas actuales nos revelan, además, que la oposición milita en el formato «no-no». De otra forma no se explica que nunca acompaña las críticas con la disyuntiva superadora.
Eso sí, siempre repite la cantinela: «Nosotros queremos que al presidente le vaya bien, porque…» La mayoría de los periodistas prefieren embarcarse, también, en esa prédica. Entre otras cosas, porque las buenas noticias «no venden» y estar «en contra» cotiza más.
Una oposición/alternativa, empero, siempre es necesaria. Sin embargo, la reprobación de los causantes del problema, carece de entidad: más aún si no se acompaña de propuestas posibles.
Frente a la desolación e incoherencia política que padecemos, este gobierno tiene un rol y una misión, no necesariamente asumida: gestionar la resiliencia frente a la debacle anterior y alejarnos, gradualmente, del precipicio (léase «Argenzuela»).
Este es un capital no menor del oficialismo, que pondrá a prueba en las próximas elecciones. Ahí está el verdadero «puente» para que la sociedad, en su conjunto, pueda abordar los problemas que nos han llevado hasta aquí. Esto implica, como método, restaurar república y promover una democracia participativa.
En tal contexto, la justicia deberá actuar y ser operativa. No hay nada más fundacional - para esta etapa - que la acción de este poder, demasiado importante para dejarlo (solamente) en manos de los jueces. El sistema no puede depender de voluntades sino del contralor de las instituciones.
Apostemos a no pensar en nombres o figuritas, desdramatizando las elecciones y los tiempos electorales que, a esta altura, lucen hegemónicos. Aspiro a la consideración de un nuevo paradigma, donde la Educación Ambiental, el Cambio Global y la Sustentabilidad, presidan cualquier estrategia para forjar -desde el presenteun futuro. Asimismo, debemos aportar a un cosmopolitismo de Estado y a una transición civilizatoria para enfrentar la candente encrucijada ecológica y social.
No es una cuestión ideológica, es de ideas, de la política y los políticos, a jerarquizar como herramientas de trabajo. Obviamente, el poder corporativo concentrado, con buen acompañamiento (por acción y omisión) de los medios masivos, es refractario a profundizar cualquiera de estos temas. Esta es la cuestión/conflicto donde la batalla -con un trasfondo económico- es esencialmente cultural.
Volviendo a la Argentina, voy a dar un ejemplo. Es una obviedad, disimulada por ahora, que necesitamos una profunda descentralización, por todo concepto. En esa línea, normalizar y viabilizar la Provincia de Buenos Aires es una condición necesaria y prioritaria. No simplemente por ella sino -además- por el país y el mundo.
Ahora bien, si lo queremos lograr dividiendo La Matanza, resucitando el fondo del conurbano o con coparticipación ortodoxa, estaríamos haciendo lo peor: cristalizar el megadistrito, con todos sus excesos, carencias y asimetrías. El nuevo paradigma requiere pensar en un proyecto de país y un ordenamiento territorial, como política de Estado, donde aquel emprendimiento sea el gran comienzo del cambio.
En esta cuestión en especial, pero en otras también, el dilema de hierro sigue siendo trabajar para las elecciones o para las generaciones. Solo recuperando la noción de futuro, estaríamos participando de un diseño de pervivencia de la vida en este planeta, con paz y justicia (porque no hay otra forma).
Suelo soñar con este liderazgo regional de Argentina. Adoptar algún rumbo, después de tantas décadas perdidas, podrían darnos algo esencial para cualquier persona o país: apropiarse de una identidad. Ella es la condición de «ser» y en mi opinión, debe tener un perfil de acción local, proyecto nacional y responsabilidad global. Se logra ejerciendo la ciudadanía, con compromiso y sabiendo que las opciones son pocas y los tiempos cuentan.
Nadie nos va a salvar y, en este entorno mundial, nadie se puede salvar solo.
“Frente a la desolación que padecemos, este gobierno tiene un rol y una misión, no necesariamente asumida: gestionar la resiliencia frente a la debacle anterior y alejarnos del precipicio.”