La violencia sin sentido
El caso de Juan Simón, un bombero policial baleado por tres delincuentes, ejemplifica una situación alarmante.
JUAN SIMÓN -como el exjugador de fútbol de Boca Juniors, como el protagonista de una canción de Pedro y Pablo- es un bombero de Lugano, en la ciudad de Buenos Aires.
LA SEMANA pasada bajó unos minutos de su moto para comprar un alfajor en un kiosco con ventana a la calle, por lo cual hacía la compra parado en la vereda.
EN ESO estaba cuando tres hombres bajaron de una moto y le apuntaron con armas. La idea era robarle la mochila, posiblemnente un celular y algún otro objeto menor (quizá el alfajor). Fue entonces que vieron su credencial de bombero policial: de inmediato le dispararon. Fueron seis balazos, que por esas circunstancias del destino no impactaron en ningún órgano vital.
MINUTOS DESPUÉS ingresó al hospital Churruca, con heridas en sus manos, clavícula y tórax, además de fracturas en fémur y pelvis, pero fuera de peligro. Los delincuentes escaparon y los autos en los que circulaban, también robados, aparecieron incendiados.
UN TESTIGO del episodio aseguró que el oficial, que tenía un arma, no intentó resistirse en ningún momento.
LAS IMÁGENES que luego se pudieron ver a partir de una cámara del lugar deja en claro que su única postura fue pedir que no lo mataran.
JUAN SIMÓN está con vida. Sus heridas curarán -más allá de las secuelas que puedan quedar- y por una vez al menos no habrá una familia llorando la perdida de un ser querido que, en menos de un minuto, quedó expuesto al accionar de estos delincuentes.
HECHOS DE este tipo ocurren desde el inicio de los tiempos. Jamás dejan de sorprender, de lastimar, de manifestar la existencia de una maldad sin escrúpulos ni conciencia, a la cual es muy difícil controlar, anticiparse e incluso castigar.
CONTRA ESE comportamiento, es complicado para cualquiera tener una respuesta adecuada. No alcanzan miles de agentes ni de patrulleros. No sirven las cámaras ni los kioscos de puertas cerradas.
LO PREOCUPANTE es que, cuando se piensa en la educación y las oportunidades de trabajo como herramientas valederas para prevenir el delito, se asume que tampoco en nuestro país las respuestas son alentadoras.
LA INDEFENSIÓN alcanza entonces niveles alarmantes y la inseguridad parece ser una sensación que no se irá nunca.