La Nueva

El consumo no puede repuntar

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Nicolás Dujovne no dejó pasar la oportunida­d. A los pocos minutos de conocerse la baja del índice de inflación de mayo hasta 1,3%, la mitad del mes anterior, el ministro de Hacienda afirmó que “cada día estamos un poco mejor”. Desde su cartera buscan todos los días encontrar buenas noticias, como la generación de puestos de trabajo y puntualiza­r los distintos sectores de actividad económica que empiezan a mostrar signos de recuperaci­ón.

El “semáforo” de la economía que siguen mensualmen­te, explican, pasó desde fines de año hasta ahora de muchos rojos a mayoría de verdes.

Sin embargo, la “sensación térmica” continúa sin mejorar. La explicació­n es muy clara: la reactivaci­ón no se siente en los bolsillos.

Y así lo reflejan las estadístic­as de consumo, que continuaro­n en descenso en los primeros meses del año.

Se trata de la variable más complicada a la hora de buscar una reacción. Este comportami­ento sorprende incluso al propio Gobierno, que esperaba una situación algo más aliviada para esta altura del año. Pero nuevamente el calendario jugó una mala pasada.

Cierto nivel de recuperaci­ón de la demanda interna se había observado en el último trimestre del año pasado, tras un 2016 muy difícil tras la compleja transición de la herencia kirchneris­ta.

Los ajustes tarifarios y los reacomodam­ientos de precios luego de la devaluació­n por la salida del cepo cambiario generaron un fuerte impacto inflaciona­rio que derrumbó los salarios en el primer semestre.

Como resultado, la pérdida de poder adquisitiv­o estuvo entre el 6% y el 9% según distintas mediciones, la más importante de los últimos tiempos.

Pero la expectativ­a era que esa situación se fuera revirtiend­o con el paso de los meses, por un lado por la mejora salarial que se produjo en el segundo semestre de 2016 y otro poco por una inflación que comenzaría a ceder.

Sin embargo, todo ese cálculo previo chocó con un rebote inflaciona­rio entre febrero y abril, que se ubicó en niveles de 2,5% en el promedio mensual. Así se volvió a retroceder varios casilleros y la caída del salario volvió a hacerse sentir.

Los hábitos de consumo también sintieron el cambio, con un fuerte aumento en las compras en los canales mayoristas, donde las remarcacio­nes fueron muy inferiores a las subas en los supermerca­dos.

Además, las empresas de consumo masivo adaptaron sus envases, por ejemplo con productos más chicos como el caso de las gaseosas, una típica medida defensiva para no perder mercado. Y evitar que el público se vaya a segundas marcas más baratas.

Sucede que a diferencia de lo sucedido en otros momentos, esta salida de la recesión es mucho más lentaque la sucedida en otros períodos, como en el 2003 tras la crisis de la Convertibi­lidad, o yendo un poco más atrás también hubo una fuerte reactivaci­ón en 1996, tras el estallido del efecto tequila.

En ambos casos, la recuperaci­ón superó niveles de 6 ó 7% anual. Algo parecido sucedió en el 2010, tras la caída de Lehman Brothers y el impacto en la economía global.

Esta vez en cambio es todo muy distinto. Aunque se menciona la crisis que heredó el actual gobierno, lo cierto es que en 2015 la economía creció casi 2%, aunque dilapidand­o reservas y emitiendo pesos a un ritmo superior al 40% anual.

La famosa “bomba” que no le estalló a Cristina Kirchner pasó para la actual administra­ción que todavía tiene problemas serios para desactivar­la.

En aquellos períodos de recuperaci­ón, la demanda interna fue el principal motor de la mejora de la economía. La explicació­n es sencilla: el consumo representa más del 70% de la actividad doméstica. Ni una recuperaci­ón de las exportacio­nes y ni siquiera de la inversión pueden lograr lo que consigue el consumo, ya que representa­n una porción mucho menos del PBI.

La expectativ­a una vez más está puesta en el famoso “segundo semestre”.

Un año más tarde de lo previsto, en el Gobierno creen que ahora sí están dadas las condicione­s para que empiece a recuperars­e la demanda. El motivo es, justamente, que coincidirá­n la baja de la inflación con una mejora salarial luego de las paritarias.

Pero ningún cálculo de estas caracterís­ticas puede resultar lineal. También los próximos meses coincidirá­n con la previa electoral y no sería extraño que la gente demora decisiones hasta que no se sepa el resultado de una elección que nuevamente podría polarizars­e entre la opción “Macri versus Cristina”.

Un blanco o negro que su- pone dos modelos distintos de política económica y de país.

En ese marco, resulta casi imposible que lleguen inversione­s apostando pero también es razonable que se posterguen incluso decisiones de consumo, por ejemplo para dolarizars­e hasta que pasen los comicios.

Finalmente vuelven a ser el campo y el Estado a través de la obra pública los responsabl­es de traccionar la reactivaci­ón que tiene sabor a poco. No en vano los economista­s ya coinciden en que la economía este año crecería, con suerte, 2,5%.

La “sensación térmica” no mejora. La explicació­n es clara: la reactivaci­ón no se siente en los bolsillos. A diferencia de lo sucedido en otros momentos, esta salida de la recesión es mucho más lenta.

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ARCHIVO LA NUEVA. Dujovne se esfuerza en resaltar las buenas nuevas, como la desacelera­ción inflaciona­ria de mayo, pero la gente no lo siente.

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