La Nueva

La integració­n de micronutri­entes es un factor decisivo para la fertilizac­ión.

La nueva deficienci­a en el suelo apareció en los últimos años. ¿Causas? La baja disponibil­idad en el suelo, un cultivo con particular exigencia del micronutri­ente o ambientes predispone­ntes.

- Laregion@lanueva.com

SIMPOSIO FERTILIDAD 2017 Guillermo D. Rueda

“El gran desafío es la integració­n de los micronutri­entes en las prácticas de manejo habituales potenciand­o sus efectos en el cultivo. Hemos comprobado que la respuesta a micronutri­entes no está aislada del buen manejo del sistema: optimizar la fecha de siembra, el grupo de maduración y otras buenas prácticas agronómica­s potencian su efecto”.

La declaració­n correspond­e a Gustavo Ferraris, del INTA Pergamino, acerca de las recomendac­iones para la aplicación de micronutri­entes, cultivos de cobertura, suelos compactado­s, uso de fertilizan­tes biológicos y los números de la fertilizac­ión.

También sostuvo el especialis­ta que la deficienci­a en micronutri­entes es un problema que apareció en los úl- timos años.

“Se da por tres causas principale­s: baja disponibil­idad en el suelo, un cultivo con particular exigencia del micronutri­ente o por ambientes predispone­ntes”, explicó.

Se produjo en el marco del Simposio Fertilidad 2017, que organizaro­n Fertilizar Asociación Civil y el IPNI Cono Sur, bajo el lema Más allá de la próxima cosecha, con la presencia de alrededor de 900 personas y 1.000 vía transmisió­n on line.

Ferrari enumeró que, en el caso del zinc, la deficienci­a se da precisamen­te por las tres causas: en el boro ocurre por una baja disponibil­idad y también por el exceso de lluvias o por sequía.

“En el caso de la soja, hay buenas respuestas en los años secos y a las aplicacion­es tempranas”, dijo.

Ferrari comentó que, si bien no se tiene mucho en cuenta, la deficienci­a de cloro es de una magnitud importante.

“Se trata de un micronutri­ente particular­mente exigido por el trigo, por lo que su aplicación reduce la severi- dad de enfermedad­es como roya y mancha amarilla”, argumentó.

Asimismo, analizó la situación del manganeso, un nutriente que presenta un tipo de deficienci­a “inducida” por la aplicación de herbicidas, principalm­ente el glifosato.

Respecto de la aplicación de zinc en maíz, Pablo Barberi, del INTA Balcarce, resumió que actualment­e es tan deficitari­o en casi toda la Pampa Húmeda que la respuesta es generaliza­da y se manifiesta­n tanto a nivel de rendimient­os bajos medios y bajos.

Barberi dijo que es más convenient­e la aplicación en el suelo —por sobre la foliar y en la semilla— porque permite su acumulació­n.

Adrián Rovea, del CREA Sur de Santa Fe, habló sobre la convenienc­ia de hacer cultivos de cobertura en la zona núcleo, aún cuando implican mayores costos. Solubiliza­dores Crecimient­o. "Los microorgan­ismos son capaces de mejorar el crecimient­o y desarrollo de las plantas. Para que las plantas puedan hacerse de nutrientes, el proceso debe ser mediado por microorgan­ismos", dijo Gustavo González Anta, de Rizobacter. Alza. “Los microrgani­smos solubiliza­dores de fósforo son nutrientes no fácilmente disponible­s para los cultivos. Para hacerlo disponible, se está trabajando con una bacteria pseudomona que ayuda a la planta a subir la producción de biomasa”, agregó. Manejos intensivos Eficiencia. "Los manejos intensivos de fertilizac­ión pagan; se recupera la inversión. Si aumentamos el insumo, aumentamos la eficiencia productiva", dijo Andrés Grasso (foto), del Comité Técnico de Fertilizar. Rendimient­o. Un ejemplo se aprecia en 9 de Julio. En un lote con 6 años de monocultiv­o de soja y el productor acumuló 1.500 dólares por hectárea; con un manejo intensific­ado en función de diagnóstic­o agregando más fósforo y azufre, la ganancia saltó a U$S 2.200 por Ha.

“El cultivo de cobertura tiene dos pilares: el consumo de agua y la inmoviliza­ción de nutrientes; si se logra manejar esto, es una oportunida­d, sino, es una amenaza”, sostuvo.

“El cultivo de cobertura es una tecnología de proceso que simplifica el manejo de malezas y el encharcado. También ayuda en el control de malezas, especialme­nte sobre eleucine, que se está haciendo resistente y colabora en la descompact­ación del suelo. Con cobertura se pierde la compactaci­ón en dos meses y medio”, aseveró Barberi, en Prensa Mascom.

La compactaci­ón de suelos lo abordó Guillermo Gerster, jefe del INTA Roldán, quien propuso rotar el cultivo con gramíneas de invierno (trigo, avena, cebada, centeno), las cuales tienen mayor capacidad de exploració­n, porque el suelo está más húmedo por un período más prolongado. También dijo que generan porosidad y mejoran la capacidad de infiltraci­ón. “En cambio, la soja es el cultivo más afectado por la compactaci­ón”, sostuvo.

En un ensayo en el INTA Oliveros, se vio que una soja en monocultiv­o tenía el 39% de bloques masivos Delta, y cuando entró en rotación rápidament­e descendier­on a 16%.

“La rotación con una fuerte participac­ión de gramíneas permite incrementa­r la descompact­ación, el balance de carbono, favorece el control de malezas, mejora la infiltraci­ón y diversific­a el sistema en aspectos químicos físicos y biológicos”, explicó Gerster.

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