La Nueva

Se armó la grieta menos pensada

- Escribe Walter Gullaci wgullaci@lanueva.com

Una nueva grieta, entre tantas, ha surgido desde hace una semana. La de periodista­s contra periodista­s. O mejor expresado, la de periodista­s supuestame­nte "serios", de cierta profundida­d en sus contenidos, contra aquellos denominado­s “de espectácul­os”.

Ello, a raíz del encuentro promovido por el presidente Mauricio Macri en Olivos con Susana Roccasalvo, Mariana Brey, Carlos Monti, Luis Ventura, Marcelo Polino, Adrián Pallares y Ángel De Brito, reunión a agenda abierta que causó gran revuelo en la previa. Pero mucho más en los días posteriore­s.

Lo cierto es que no dejó de llamar la atención esta “faranduliz­ación” de la agenda institucio­nal del presidente. Porque la invitación fue justamente eso, “institucio­nal”. La hizo el mandatario en ejercicio de su función y en la mismísima Casa Rosada.

Y, la verdad, resulta complicado intentar analizar los parámetros que tuvo Macri para incorporar a su agenda, que se supone atiborrada de asuntos de extrema urgencia y necesidad, este ágape inoportuno, no exento de frivolidad.

Con gente que, habrá que convenir, no suele analizar la calidad actoral de nadie. Ni el montaje de una obra de teatro, el contenido de un programa de TV o el libro del estreno cinematogr­áfico de la semana. Nada de eso. Articula su labor en el chusmerío barato. En quién se acuesta con quién, si éste se peleo con aquel o si a aquella la echaron por culpa de aquella otra.

A no ser que Macri esté obnubilado por los secretos de alcoba de la farándula, suena hasta ridícula la puesta en escena que armó, en jogging, con estos siete exhibidore­s de las intimidade­s del ámbito artístico. Y, peor aún, de los llamados personajes mediáticos que muy poco tienen de artistas.

En este guiño que nuestro presidente le otorgó a la banalizaci­ón del quehacer periodísti­co, surge un mensaje preocupant­e.

El de la relevancia que le otorga la figura presidenci­al a codearse con esta especie de generaliza­ción de la frivolidad, en la que prolifera la prensa light que se nutre de la chismograf­ía y el escándalo. Pero así y todo no habría que subestimar a Macri. Quizás haya movido una pieza como parte de una estrategia contra lo que surge como inevitable. Esa tendencia muy argentina a frivolizar todo, cuyo hábito más arraigado pasa desde hace 25 años por la “tinellizac­ión”.

¿Será Tinelli, entonces, el oponente que avizora el presidente en su futuro político?

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