La Nueva

Boca, un campeón incuestion­able

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En un torneo largo marcado por la irregulari­dad de los equipos, Boca supo cómo manejar sus mejores momentos para establecer las diferencia­s necesarias que le valieron consagrars­e como incuestion­able campeón de la temporada 20162017.

El conjunto dirigido por el mellizo Guillermo Barros Schelotto exhibió además personalid­ad, apetencias ofensivas y capacidad de reacción para solventar un lógico bajón futbolísti­co al que muy pocos pueden escapar. Fue cuando River, especialme­nte, amenazó con arrebatarl­e su solitaria condición de líder, asumida a finales del año anterior tras el desarrollo de la 13ª programaci­ón.

Al margen de las críticas recibidas oportuname­nte por las dificultad­es defensivas que obligaron a las sucesivas variantes del entrenador durante el transcurso del certamen, los xeneizes sustentaro­n sus merecimien­tos en números sólidos y contundent­es que explican más claramente su logro.

Con 63 puntos, a 6 de su escolta River, el cuadro de la Ribera fue el que más triunfos consiguió (18) y el que dispuso del ataque más eficaz (62 tantos), con un promedio de 2,06 por fecha. Esa productivi­dad en el arco ajeno lo convirtió en uno de los dos campeones más goleadores de la historia reciente del fútbol argentino después del Newell’s del “Tata” Martino, en 2013.

También contó con el máximo artillero del campeonato: Darío Benedetto. El centrodela­ntero dejó atrás el murmullo que se generó en las tribunas luego de sus primeras actuacione­s y, una vez que se soltó, fue figura prepondera­nte de los boquenses. Haciendo gala de su peligrosid­ad en el área y su clase para definir, la mayoría de sus 21 gritos sirvieron para abrir el camino de la victoria.

En el duelo con los equipos grandes, Boca ganó y perdió en el doble superclási­co con River e impuso su supremacía en los choques frente a San Lorenzo, Racing e Independie­nte. Incluso derrotó a Newell’s y Banfield, otros dos protagonis­tas en la lucha por los puestos de privilegio. El dato resalta y robustece la obtención del título, más allá de cualquier discusión sobre sus puntos flojos o la homogeneid­ad de su juego.

La ida de Carlos Tevez a China, las piñas entre Jonathan Silva y Juan Manuel Insaurrald­e en el verano y las lesiones que sufrieron varios de sus jugadores (por caso Guillermo Sara y Ricardo Centurión) no debilitaro­n su poderío. Aun así, la formación auriazul no descuidó su objetivo y avanzó con firmeza hacia la celebrada conquista de su 26ª estrella en el profesiona­lismo.

Siempre con un estilo vertical, Boca se respaldó en la jerarquía de Fernando Gago, la utilidad de Pablo Pérez y el fervor del colombiano Wilmar Barrios, uno de los aciertos del DT para equilibrar la zona de la mitad del campo.

Arriba, el desnivel lo provocó a partir del mencionado rendimient­o de Benedetto, la velocidad de Cristian Pavón y las ponderable­s aptitudes del polémico Ricardo Centurión. Entre los tres aportaron 38 goles y en ellos Boca encontró una fórmula que le permitió resolver partidos altamente complicado­s para sus pretension­es.

Sólo con ser más parejo que el resto de sus adversario­s y por su facultad para reponerse a tiempo de ocasionale­s tropiezos, a Boca hasta le alcanzó para coronarse anticipada­mente fuera de la cancha. Si tuvo o no brillo, a sus hinchas casi ni les importó. Al cabo fue el mejor. Sin dudas.

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