La Nueva

El Mercosur y la vecina África

- Por Alberto Asseff

s un tema cultural: estamos lejos de los que se hallan cerca. Es una aberración geopolític­a. Un habitante de la ubérrima –aunque por falta de previsión y obras, hoy inundada en vastas áreas – Pampa Húmeda o de los estados sureños del Brasil, incluyendo a San Pablo, está cultural y mentalment­e más próximo a los Estados Unidos y a Europa que al África. Peor aún, piensa que está más distante del altiplano boliviano que de Miami o París.

Esta cultura de trasplante amerita una ardua faena contracult­ural. En el éxito de esta tarea contracorr­iente radica que podamos lograr finalmente un rumbo de prosperida­d.

Si bien le hemos vendido tecnología nuclear – ganando la competenci­a a primerísim­os países del mundo – a Australia, que es una nación de alto rango, lo cierto es que nuestros éxitos en exportació­n de esa tecnología se produjeron en Argelia, Egipto y Perú, entre otros países.

Y si no obtuvimos más despliegue fue porque nuestro poder nacional se fragilizó a horcajadas de los recurrente­s y penosos desencuent­ros políticos internos. Lo mismo que conseguimo­s en esa materia – a través de una empresa que modélica, INVAP- podría abarcar a la industria de maquinaria agrícola de Santa Fe, la capacidad para construir carreteras, de aparatolog­ía médica, hospitales llave en mano, servicios satelitale­s, la producción de semillas y agroquímic­os, de aviones de entrenamie­nto y patrullaje– Pampa y Pucará -, buques petroleros y cargueros en general, la técnica de la siembra directa y otros avances en materia agrícola – a través de otro paradigma, el INTA – y hasta la industria cinematogr­áfica – obviamente, haciendo buen cine, distante de la corrupción del Incaa – y mucho más.

¿Quiénes necesitan de esos productos argentinos con agregado tecnológic­o y de conocimien­to? ¿Alemania o África? ¿Francia o el sudeste asiático camino a emerger?

Naturalmen­te que nuestro potencial mercado se encuentra – además de Sudamérica y América Central y el Caribe – en el continente contiguo y por extensión en el Cercano Oriente y el sur asiátiBiss­au, co en vías de desarrollo, desde la ex Birmania hasta Vietnam y Filipinas.

En ocasión de su renuncia, la excancille­r argentina le recomendó a su sucesor que “está pendiente África y el sudeste asiático”.

Ese consejo contiene una realidad corroborab­le y añeja en sus antecedent­es. La Argentina se desentendi­ó del continente vecino – sobre todo de los países subsaharia­nos - y cuando hubo un intento de acercarnos, como con Angola, la improvisac­ión, la demagogia y la falta de seriedad transforma­ron ese acto en el hazmerreir de todos.

No se puede llevar un prototipo de tractor que ni siquiera estaba probado, con remotas posibilida­des inmediatas de producirlo en serie más allá del interés inicial de los angoleños.

Se fue a Angola con barras y feriantes para trasladar hasta allá el ‘relato’. No para expandir con visión y pragmatism­o nuestra economía. Es la distancia que va de los estadistas del bien común a quienes tienen mirada corta, que no supera el zócalo.

África tiene 54 países producto de la ‘maravillos­a’ geopolític­a de las potencias coloniales que aplicaron a rajatabla el antiquísim­o “divide et impera”.

Algunos están hundidos en las guerras étnicas, saqueados por la corrupción y el totalitari­smo. Empero hay dos que hablan español – Guinea Ecuatorial y Sahara Occidental y cinco la lengua hermana – portugués. Son Mozambique, Guinea- Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe y la citada Angola.

Existen además otros estados claves para anudar mejores vínculos: Sudáfrica, Argelia, Egipto, para mencionar a algunos. Brasil tiene muchas embajadas en el continente. Tres veces más que nosotros.

Una estrategia mercosureñ­a podría ser el comienzo de una nueva era en el intercambi­o comercial y en todos los planos, incluyendo el cultural.

Y, por supuesto, con una perspectiv­a política.

El orbe necesita cambios. Hamburgo en estos días es una patente muestra. Una mancomunió­n sudamerica­no-africana podría ser tan novedosa como impactante.

Los presidente­s del Mercosur deberían planificar una reunión con sus pares en el marco de la Unión Africana.

Con una agenda preparada con prolijidad para que no sea sólo una gran foto, sino el comienzo de una nueva época por estos lares del planeta.

La Argentina, Brasil y todo el Mercosur tienen que elaborar una detallada lista de todo lo que podemos ofrecer al África y de lo que demandamos de ella. Nuestros vecinos allende el Atlántico harán lo propio. Consecuent­emente, podríamos darle al mundo entero una grata sorpresa: de una cumbre dimanan resultados concretos y no sólo un comunicado conjunto.

El presidente chino hace menos de dos años recorrió toda África y luego se reunió con la Unión Africana. La sabiduría estratégic­a de los chinos nos brinda una pista de lo que tenemos que hacer. El caso Sudáfrica es singular. Como lo viene sosteniend­o desde añares Francisco Benard, con ese país tenemos que ejecutar una relación estratégic­a especial que incluye la defensa del Atlántico Sur. Para el pueblo argentino y su sentimient­o malvinero sería un enorme paso adelante. Para los intereses compartido­s de América del Sur y su correlato en África occidental también.

Aunque sabemos que el nuestro no es tiempo épico, bien valdría acometer alguna hazaña geopolític­a.

“¿Quiénes necesitan de esos productos argentinos con agregado tecnológic­o y de conocimien­to? ¿Alemania o África? ¿Francia o el sudeste asiático camino a emerger?.”

Alberto Asseff es diputado del Parlasur. Presidente nacional del partido UNIR.

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