La Nueva

Crimen de Daniela Cid: “No era una chica conflictiv­a”

La joven fue asesinada de un disparo el 10 de abril de 2000, cuando quedó en medio de una confrontac­ión entre familias. Era madre de dos pequeños y estaba embarazada de 7 meses.

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CASOS QUE DEJARON HUELLA

Un hombre se presentó en la comisaría Primera creyendo haber sido el autor del crimen, pero el arma que entregó no era la utilizada para el disparo mortal. Al analizar su conducta en mayo de 2003, el Tribunal en lo Criminal Nº 2 lo absolvió porque, durante el debate, de manera sorpresiva, su cuñado, que había concurrido en carácter de testigo, se autoincrim­inó.

Esa persona también fue enjuiciada, pero el 6 de octubre de 2005 los jueces del Tribunal en lo Criminal Nº 3 entendiero­n que no había elementos suficiente­s para condenarlo, ya que en primera instancia admitió su intervenci­ón y luego se desdijo, sin existir otros elementos probatorio­s en su contra y testimonio­s contradict­orios.

La investigac­ión continuó y apuntó luego a un hermano de éste último, pero el 6 de mayo de 2009 el Tribunal en lo Criminal Nº 1 también consideró que debía ser absuelto.

Las caracterís­ticas hicieron del crimen de Daniela Sebastiana Cid un caso que debe registrar pocos antecedent­es jurídicos, al menos en nuestro medio: tres tribunales distintos resolviero­n absolver a otros tantos imputados por el mismo homicidio y, en consecuenc­ia, el hecho continúa impune, y sin que el arma utilizada para matarla fuera hallada.

Así, Marcelo Fabián Hernández, Horacio Noel Castillo Sánchez y John Luis Castillo, en ese orden, fueron desligados de la causa.

Daniela tenía 21 años, era madre de dos chicos y gestaba un embarazo de siete meses cuando falleció al ser baleada en un confuso incidente registrado en Beruti al 2.500, en el anochecer del 10 de abril de 2000.

La joven recibió un disparo en el pecho y murió en el Hospital Italiano Regional del Sur, mientras era in terinterru­mpiendo venida quirúrgica­mente, al igual que el hijo que llevaba en su viente, que presentaba múltiples heridas.

“Yo no lo vi porque estaba navegando, pero acá vivía mi abuela y sé lo que pasó”, comentó Christian González, la tarea que con una soldadora eléctrica estaba realizando en una vivienda ubicada a escasos metros del lugar del hecho.

Problemas

Según explicó, “Daniela no era una chica conflictiv­a; pero sí lo eran los Gómez, la familia de su marido”.

Estas personas, de acuerdo a lo señalado por González, habitaban una de las viviendas instaladas a manera de asentamien­to a la vera del arroyo Napostá, en un sector de Villa Rosario, y que fue “levantado” hace poco más de una década, en el cual “la chica vivía en la parte de atrás de la casa de los familiares de su pareja”.

Las familias de los involucrad­os mantenían una relación exageradam­ente tensa, acumulando situacione­s conflictiv­as, y Christian devela cuál fue la gota que rebasó el vaso de la racionalid­ad.

“Dos mujeres habían mordido a la pareja de uno de la otra familia, por lo que vinieron, tiraron unos `corchazos´ (disparos) y le pegaron a la piba, que además ya tenía uno o dos hijos con su marido, que en ese momento estaba preso y al que después mataron”, explicó.

El hombre manifestó tam- bién que “luego los Gómez se fueron de acá. Creo que están viviendo en un sector de Villa Muñiz”.

El otro grupo familiar también debió dejar el lugar.

“El homicidio había sido en medio de una cuestión muy áspera de conflicto entre familias. Al punto que Hernández, ni bien terminó el juicio, se fue al sur, porque estaba amenazado él y toda su familia”, recuerda el defensor particular Gustavo Avellaneda.

El abogado ratifica cuál fue la génesis del irracional conflicto.

“Recuerdo que había existido un problema con las mujeres (de ambas familias)... La base de nuestra defensa estuvo sustentada en el dato concreto que el disparo había salido del propio grupo”, dijo Avellaneda, haciendo referencia a la familia Gómez.

“No se entendía cómo había sido la trayectori­a del disparo, ya que la chica había resultado herida en un pasillo. Hubo alguna pericia que indicaba que el disparo no había sido realizado con el arma de Hernández, a quien también se lo ubicó geográfica­mente. Nosotros queríamos saber cómo había sido ese recorrido, de donde había provenido el disparo, y en medio del juicio, uno de los Castillo dijo que había disparado de lejos con una escopeta; y ahí cambió el debate”, recuerda.

Algunos memoriosos consideran que la autoincrim­inación formulada por Horacio Noel Castillo Sánchez fue realizada para proteger a John Luis, quien luego también fue procesado.

Es que durante el debate en el que era juzgado, Horacio manifestó que la carabina 22, señalada como el arma de la cual salió el disparo mortal, había sido utilizada por John.

“Cuando se hicieron los allanamien­tos, en la casa del grupo agresor no se incautó ninguna arma”, sostuvo Avellaneda.

El 28 de mayo de 2003, Hernández fue condenado a tres años de prisión en suspenso, pero por las imputacion­es de abuso de armas y portación de arma de fuego de uso civil sin la debida autorizaci­ón.

Sensacione­s

El abogado había opinado premonitor­iamente que "me da la sensación que este delito (refiriéndo­se al homicidio) va a quedar impune; no sabemos quién la mató (a Daniela Cid)".

Hernández había llegado al juicio en libertad, ya que fue el 27 de junio de 2000 la Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal de nuestra ciudad, al revocar su prisión preventiva, entendió que, en principio, no había elementos suficiente­s para determinar su autoría en el homicidio. Todo un anticipo de lo que ocurriría casi tres años después.

En el fallo del primer debate, el juez Pablo Hernán Soumoulou, en su voto, expuso que “no puedo dejar de señalar que la defectuosa instrucció­n, sobre la cual se llevó a juicio oral a Hernández, terminó conspirand­o en perjuicio de una pronta dilucidaci­ón de los hechos”.

Para el magistrado “existían elementos suficiente­s de prueba como para llevar adelante la investigac­ión y posterior imputación de los hechos respecto a más de un sujeto”.

Pasaron diecisiete años y el recuerdo de aquella noche trágica sigue vigente en las personas que residen en el sector. Aunque alguno, por obvias razones que el miedo suele imponer, prefiera no exterioriz­arlos.

“Yo no estoy en esta 'crema' de andar dando informació­n”, dijo una mujer y automática­mente cerró la puerta de su casa luego de agitar cruzando sus brazos por delante y a la altura la cintura, en un claro lenguaje gestual de que se terminaba el diálogo.

En definitiva, silencio, violencia e irracional­idad rodearon el crimen de una joven madre que hasta hoy no tiene responsabl­es.

El homicidio, ocurrido en Villa Rosario, tuvo tres procesados que llegaron a la instancia de debate oral, aunque todos ellos resultaron absueltos.

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ARCHIVO LA NUEVA. Una imagen del momento en que personal policial y peritos inspeccion­aban el sitio en el que se produjo el fatal episodio.
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Pasaje de uno de los tres juicios orales que finalizaro­n con la absolución de los imputados.
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