La Nueva

Ni chicha ni limonada

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LA CIUDAD Y EL MAR. Me refiero al Frente Costero que se anunció su puesta en valor con bombos y platillos, una parte se realizó en 2012, y luego el resto del proyecto quedó abandonado. Es una pena, porque los bahienses tendríamos una excelente vista al mar y un muy buen espacio verde, el que muchas ciudades querrían tener.

Pensar que en otra época el público podía recorrer todo el puerto de Ingeniero White, pasar la tarde junto a su familia y tomar mate o pescar. Todo eso hoy está prohibido, solamente queda un pequeño espacio, que quedó hermoso, y es el paseo que se inauguró hace poco.

En otra carta, del año 2013, sugerí hacer un lago artificial en dicho lugar tomando el agua de la zona de Galván, dado que el de la ría está contaminad­a a causa, entre otras, del no funcionami­ento de la planta depuradora.

Otra mención merece el Balneario Maldonado que, con las reformas realizadas por parte del municipio, quedó impecable, pero que con la gran afluencia de público ya está quedando chico y se debería estar pensando, por el gran crecimient­o poblaciona­l de la ciudad, en otros lugares para bañarse y de esparcimie­nto. Los que peinamos canas recordamos que al balneario de Ingeniero White (frente a Estación Garro), la playita de Galván, el balneario de la Esso o al balneario Colón se arribaba por tren desde la estación Noroeste, de calle Sixto Laspiur. La formación partía cada hora con 14 coches que iban repletos de pasajeros (era una fiesta). Durante la intendenci­a del Dr. Puente, se comenzó la construcci­ón de una tercera pileta y el Parque Guillermo Brown frente al balneario Maldonado, todo quedó abandonado.

Una lástima porque se pudo realizar algo similar a Parque Norte, de la ciudad de Buenos Aires, aprovechan­do el agua del surgente que hoy se emplea para el llenado de las piletas y que luego se vierte al mar.

En 1944, el ingeniero Juan Regnasco presentó un proyecto que reflotaba la idea del intendente Agustín de Arrieta, al que se denominó justamente Rambla de Arrieta y que consistía en un espigón, desde las inmediacio­nes del puente que enlazaba la avenida Guillermo Torres con el bulevar, con un ángulo de 45º con el eje de éste último, internándo­se sobre la playa unos 500 metros, y también una rambla con un ancho de 50 metros en la que se instalaría­n bares y restaurant­es, por supuesto con vista al mar.

Esta obra nunca se llevó a cabo, el tiempo transcurre y nuestra querida Bahía no puede constituir­se en una verdadera ciudad de cara al mar que puedan disfrutar todos sus habitantes.

Sebastián Paceli

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