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material original, preservar el valor de antigüedad y retener las huellas de la historia. También atender su diseño arquitectónico y funcional. Toda acción de conservación debe estar dirigida a entender una obra y asegurar su perdurabilidad.
La Carta de Venecia resaltó la trascendencia del mantenimiento. Otro apunte clave es la sugerencia de que “todo complemento que se considere indispensable para la consolidación de un edificio debe destacarse del original y llevar el sello de nuestro tiempo”. Una interpretación de este espíritu admitiría generar contrastes claramente legibles que pueden generar efectos nocivos para la estética del bien.
En el otro extremo, la imitación fiel de partes originales puede provocar otro tipo de confusión, que no permitiría distinguir lo nuevo de lo agregado.
Las últimas ampliaciones de edificios históricos en el mundo han sido polémicas. Los interesados en conocer algunas de estas obras pueden mirar las intervenciones en la Filarmónica de Hamburgo, de Herzog y De Meuron, “dos arquitecturas contradictorias”, donde un almacén ladrillero sostiene un volumen vidriado irregular. También las oficinas de Zaha Hadid en Amberes o la propuesta de Daniel Libeskind para el museo militar de Dresden, en Alemania. Un poco más atrás en el tiempo se pueden ver la Tate Modern de Londres o la mítica pirámide del Louvre parisino.
La propuesta para el ex hotel Sudamericano es desafiante. El edificio patrimonial ya no tiene capacidad para servir de hotel y se propone conservar su fachada con una torre emergiendo de su centro.
Un proyecto para discutir y considerar con la participación de todos los actores que este tipo de situación exige. La ciudad necesita respuestas y debates acordes, que permitan generar las mejores respuestas a sus necesidades y carencias.