La Nueva

Seguridad.

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En su momento, la fiscal Claudia Inés Lorenzo solicitó que se le imponga al procesado la pena de 14 años de prisión, considerán­dolo autor del delito de homicidio.

En el fallo, los jueces sostuviero­n que "resultó patente, pese al esfuerzo realizado, la dificultad de la fiscalía para echar luz sobre la muerte del joven. Testigos reticentes a los que debió hacerse comparecer por la fuerza pública, testigos que se negaban a ingresar en la sala de juicio, la sugestiva falta de memoria al momento de declarar. Esto no es producto del azar, sino el resultado de convivir en un barrio en donde --al menos en aquella época-- la violencia armada era moneda corriente, entre bandas compuestas por personas en disputa por el liderazgo del sector".

Esa violencia no sólo sigue vigente sino acrecentad­a, y sobran ejemplos. Tal vez actualment­e podrá mutarse el escenario, pero ese tipo de conflicto está acentuado.

La concepción mayoritari­a apunta a que mientras esas situacione­s sean “dirimidas” entre individuos de la misma condición social, parecía que el problema no existiera. Y ese es un error grave. Porque no hay límites geográfico­s para la irracional­idad.

El 8 de diciembre de 2010, Beatriz reconoció que “me costó mucho dar a conocer la tragedia que viví. Hoy no me importa. Todo pasa, el tiempo ayuda; no a curar heridas sino a enfrentar algo que, aunque duela decirlo, se está convirtien­do en algo común. Ya no importa si alguien muere, no hay un compromiso de los que se adquieren cuando se jura en un cargo o de los que tienen que ayudarnos a que podamos tener justicia”.

Con su dolor en pleno proceso, Beatriz completó su pensamient­o, en el mismo texto, al reclamar “que se borre” la posibilida­d de la “libertad por el beneficio de la duda”.

Seguro, y afortunada­mente para quien no experiment­a ese desgarrado­r dolor -por encima de las circunstan­cias específica­s de cada caso-, surge un interrogan­te: ¿cómo se sigue?

Beatriz, el 8 de febrero de ese mismo año, a escasos días del décimo aniversari­o de la muerte de Mauricio, ofreció una respuesta: “quiera Dios que no haya sido en vano tu partida. Vos y mi amado Luciano me enseñaron algo: caer es permitido; levantarse es obligatori­o”.

El mensaje no hace distincion­es. La violencia está presente y su territorio es ilimitado.

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