La Nueva

Bolt: el legado de un atleta fuera de serie

- Escribe Néstor Eduardo Avila navila@lanueva.com

Para Usain Bolt, más que una despedida fue una pesadilla. Cuando los ojos del mundo deportivo centraron todas las expectativ­as en él, su última carrera como profesiona­l terminó de modo inimaginab­le. Una dramática lesión en el isquiotibi­al izquierdo le impidió llegar a la meta en la prueba decisiva de la posta 4x100 por equipos y conmovió a un estadio repleto en Londres.

Tal vez no haya elegido el mejor momento para su retiro. La leyenda que tuvo a los Juegos Olímpicos del año anterior como su definitivo gran objetivo, asumió su participac­ión en este Mundial sin la preparació­n exigida, con el golpe del fallecimie­nto de un amigo y con más visitas al médico que lo atiende por su escoliosis que a las pistas.

En agosto de 2016 en Brasil, el velocista jamaiquino mostró lo que quedaba de su fulgurante versión y allí podría haber sido su adiós. Sin embargo, prefirió estirar su brillante trayectori­a hasta el pasado sábado sin pensar que sería con un cierre tan amargo.

Claro que el desafortun­ado final en el tartán londinense no cuestiona en absoluto la presencia de Usain Bolt en el altar supremo del atletismo.

Su magnetismo, su carisma, sus récords, sus títulos y sus medallas lo han convertido en el atleta más grande de la historia. No sólo ha dejado un legado. Sus marcas de 9”58 en los 100 metros y 19”19 en los 200 metros llevan ocho años en lo más alto de las listas y segurament­e ahí continuará­n durante mucho tiempo más.

La irrupción de Bolt en la cima del sprint se produjo en los JJ.OO. de Pekín en 2008, consiguien­do en aquella cita tres récords mundiales y otros tantos oros en los 100, 200 y 4x100 metros. Desde entonces dominó en los Mundiales de Berlín 2009, Moscú 2013 y Pekín 2015, como en los Olímpicos de Londres 2012 y Río de Janeiro 2016.

En el total de su recorrido atesoró 21 medallas, de las cuales 18 fueron de oro, 2 de plata y 1 de bronce, la más reciente. Ese tercer puesto anticipó la caída de su largo reinado luego de culminar detrás de los norteameri­canos Justin Gatlin y Christian Coleman, en la única final individual que perdió en su década mágica.

Transforma­do en mito viviente, siempre se mantuvo ajeno a las trampas del dóping y se ganó la admiración del público en cada lugar del planeta donde exhibió sus cualidades. Además de obtener resultados, ofrecer espectácul­o también formó parte de su esencia.

Tras su última función, Usain se va convertido en un atleta “terrenal”, pero con un palmarés único y un impacto mediático sin precedente­s. Al punto que el propio Barack Obama, por entonces en ejercicio de la presidenci­a de Estados Unidos, imitó su popular gesto con el brazo extendido para simular un rayo en una visita que realizó a Jamaica en 2015. Sin dudas, otra muestra de la enorme relevancia universal que supo alcanzar.

Aunque algunos aventuran un pronto regreso, ya se ha empeñado en asegurar que no lo hará, como sí lo intentaron fugaz y fallidamen­te Muhammad Alí y Michael Jordan. Desde ahora, habrá un antes y un después de Bolt.

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