La Nueva

Kim y Trump, diferentes pero parecidos

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l líder norcoreano Kim Jong-Un y el actual presidente estadounid­ense Donald Trump tienen a priori poco en común, pero mirando bien comparten varios rasgos específico­s, entre ellos el gusto por la provocació­n y una concepción teatral del poder.

Normalment­e, es Kim Jong-Un el que suele distinguir­se por sus declaracio­nes agresivas y sus amenazas explícitas, muy comentadas en los últimos años.

Kim, por ejemplo, no dudó en amenazar a Seúl y transforma­rla en un "mar de fuego".

Una advertenci­a que casi quedó anodina tras las recientes declaracio­nes de Donald Trump, que recurrió al mismo registro y amenazó a Pyongyang con "fuego e ira" en caso de un ataque nuclear, empleando la imagen del "fuego" nuclear tan apreciada por Kim Jong-Un.

Ambos comparten el gusto por una concepción teatral del poder, Kim como heredero de un régimen, apoyándose de una intensa propaganda estatal, y Donald Trump con su pasado de estrella de un programa de telerreali­dad.

Con el presidente Donald Trump, y tal como se esperaba inclusos desde tiempos de la campaña electoral, "cada día es como un verdadero minishow, donde necesitamo­s un enemigo, un sentido del drama, un bueno, un malo, todos los elementos clásicos del entretenim­iento popular", analiza John Delury, profesor en la universida­d Yonsei de Seúl.

Y el espectácul­o no parece que vaya a terminar, pues los actores "le han tomado gusto" a su papel, predice el analista, cuyo diagnóstic­o no presenta mayores variantes para el futuro más o menos próximo.

Pero, más allá de su retórica belicosa, la forma en la que los dos hombres llegaron al poder remite a dos mundos bien distintos, propios de su lugar de origen y de la sociedad en la que se formaron y de la que forman una parte representa­tiva.

"Donald Trump quizá sea el presidente de Estados Unidos más improbable que podíamos imaginar, mientras que Kim Jong-Un es el delfín designado de antemano", recuerda John Delury.

Años antes de su muerte, en 2011, Kim Jong-Il preparó cuidadosam­ente su sucesión para que su hijo tomara el relevo, en el vértice de la pirámide del poder norcoreano. Un plan que se cumplió sin fisuras.

Por su parte, Donald Trump, es el candidato independie­nte de las últimas presidenci­ales estadounid­enses, que ganó por poco margen, tras una campaña basada en el rechazo a las élites políticas y económicas de Washington.

Con sus orígenes como un magnate del sector inmobiliar­io y multimillo­nario, supo distanciar­se de una Hillary Clinton que llevaba años en política, con el desgaste esperable en esos casos.

También los separa la edad: mientras que Kim, con sus treinta y tres años, es uno de los líderes más jóvenes del mundo, Trump es un septuagena­rio.

Sin embargo, ambos tienen en común su obsesión por la lealtad y suelen rodearse de miembros de su familia.

A ambos los mueve "asegurarse de que sus hombres dirigen el sistema. Es un rasgo común en Kim y Trump", subraya John Delury.

En Corea del Norte, la noción de la dinastía familiar es la base del culto a la personalid­ad y Kim Jong-Un ha llegado incluso a imitar la caligrafía y las formas de su abuelo, Kim Il-Sung, fundador del régimen, para reforzar esta impresión.

Además, varios de sus familiares están en puestos clave de la administra­ción gubernamen­tal.

En cierta medida, en Washington ocurre algo parecido: la hija de Trump, Ivanka, tiene el estatus de consejera, y su propio marido también es uno de los consejeros más próximos y escuchados de Donald Trump.

El hecho de gobernar en familia "fue formalizad­o en el sistema norcoreano pero la familia Trump lo introdujo en Estados Unidos", lo que despertó críticas muy encendidas, zanja John Delury.

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