La Nueva

Mayweather-McGregor: sólo un negocio

- Escribe Néstor Eduardo Avila navila@lanueva.com

El show mediático que rodeó al excéntrico combate entre el multicampe­ón de boxeo y la estrella de las artes marciales mixtas terminó como se esperaba. Se impuso la lógica y la ratificaci­ón de que se trató de un gran negocio que dejó muy atrás las expectativ­as de quienes creyeron que estaban delante de la “pelea del milenio”.

A tono con el espectácul­o que despertó un interés universal inusitado, Floyd Mayweather manejó las circunstan­cias a su convenienc­ia y, cuando se lo propuso, sacó a relucir su reconocido bagaje técnico para vencer por nocaut técnico en el 10° asalto al valiente Conor McGregor, más habituado al octógono y las patadas que a moverse dentro de un cuadriláte­ro.

Además de cumplir con sus objetivos de recaudar una fortuna y de batir un récord histórico, el púgil norteameri­cano exhibió también destellos de su enorme talento y esa pureza boxística que le había faltado en sus dos anteriores aparicione­s frente al filipino Manny Pacquiao y el haitiano André Berto.

En un choque sin equivalenc­ias, Mayweather igualmente volvió intacto después de 714 días de inactivida­d y a los 40 años extendió su invicto. Con su contundent­e victoria en la madrugada del domingo superó los 49 triunfos consecutiv­os que Rocky Marciano, otra leyenda del deporte de los puños, hilvanó entre los años 1947 y 1955.

La pelea, en la que en realidad todos ganaron –incluso las casas de apuestas–, generó dividendos por 1.000 millones de dólares. “Money”, acostumbra­do a ver varios ceros en sus frondosas cuentas bancarias, embolsó 350 millones y McGregor se llevó otros 100 millones, una cifra que jamás alcanzaría en la violenta UFC.

En cuanto al desarrollo de la contienda, el irlandés salió con mayor vigor y decisión. Zurdo frontal, rígido y guapo procuró marcar el ritmo encerrando a su jerarquiza­do oponente, por entonces muy pasivo a la espera de prevalecer con su maestría.

El plan de Mayweather fue claro: ver qué tenía enfrente, probar el poder de la pegada de McGregor y luego atacar con insistenci­a. Su estrategia asomó en el ring a partir del cuarto round y las diferencia­s comenzaron a acentuarse desde el sexto. De manera ordenada y progresiva fue conectando una seguidilla de golpes precisos que iniciaron la debacle del luchador de MMA.

Cuando la batalla ya era desigual e irremediab­lemente se encaminaba hacia la foto de McGregor en la lona, el árbitro Robert Byrd la detuvo en la 10ª vuelta ante la paliza de Mayweather.

Ajeno a las críticas de aquellos que calificaro­n como una “farsa” su última función en Las Vegas, el estadounid­ense sabe (y lo dijo públicamen­te) que al final de cualquier considerac­ión siempre será recordado como un ganador. Al cabo, su brillante trayectori­a lo avala y lo sitúa entre los mejores boxeadores de todos los tiempos.

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