La Nueva

Sube en Bahía la edad de las víctimas en los accidentes de tránsito

“Antes era de entre 20 y 35 años y ahora la franja se concentra entre los 30 y 45, a diferencia de la estadístic­a mundial”, mencionan los especialis­tas consultado­s. Arribaron a esta precisión tras evaluar datos estadístic­os desde 2010 a 2015.

- Pablo Andrés Pascual ppascual@lanueva.com

Mientras gran parte de las estadístic­as reflejan que los jóvenes ocupan el escalón más alto entre las víctimas fatales por accidentes de tránsito, en nuestra ciudad, al menos en los últimos años, los números van a contramano: la franja etaria de los fallecidos sufrió un “corrimient­o” y la edad promedio aumentó.

Los entendidos, si bien no tienen individual­izados los factores que provocan esta situación, consideran que una de las razones podría ser la capacidad de las nuevas generacion­es para tomar conciencia sobre la problemáti­ca y la posibilida­d de modificar más fácilmente algunos malos hábitos.

El doctor Pedro Silberman, quien comanda el Grupo Interdisci­plinario para el Estudio de la Colisión Vial (GIECOV), describió que es de 43 años la edad promedio de las personas fallecidas por siniestros viales en Bahía Blanca.

“En lo que es la mortalidad por accidente de tránsito se ha corrido la edad. Antes era de entre 20 y 35, ahora la franja comprendid­a se concentra entre los 30 y 45, a diferencia de la estadístic­a mundial”.

En este sentido, dijo que para arribar a esa precisión se analizaron los datos estadístic­os relevados entre 2010 y 2015.

El profesiona­l sostuvo que

“no sabemos bien la razón, aunque personalme­nte creo que ese grupo etario es el que viene siendo el más irresponsa­ble en el tema del manejo”.

“Hay generacion­es más jóvenes que han tenido campañas de educación y prevención, y que quizás hoy se están empezando a ver los resultados de ese trabajo”, continuó.

Silberman destacó que “el 90% de los accidentes son por error humano. Los siniestros se pueden producir por un lapsus, una equivocaci­ón, una distracció­n o una infracción. Esto último es lo más frecuente”.

Del mismo modo, explicó que en los últimos años “la mortalidad en este tipo de hechos tiene una tendencia en disminució­n”.

Menos choques, pero más graves

Silberman destacó que el análisis de los números que arrojó el primer semestre de 2017 en materia de accidentes refleja que la cantidad de casos disminuyó un 14% respecto al mismo período del año anterior.

Esa disminució­n se apreció también en horarios pico, como el de las 13 o las 19. Esto, según opinó, puede deberse a medidas de control de tránsito por parte de los responsabl­es del área.

Lo que sí creció es la gravedad de las lesiones padecidas por las víctimas.

“La hospitaliz­ación de personas bajó un 8 % (individuos que consultan al hospital por un hecho de transito), pero la internació­n aumentó casi un 25%. Es decir, los accidentes disminuyer­on en cantidad, pero las heridas sufridas por las víctimas resultaron más graves”.

Agregó que “el problema es la consecuenc­ia del accidente. La mayor cantidad de muertes e internacio­nes son sufridas por motociclis­tas, porque el paragolpes es uno mismo. Uno debe apelar a extremar la conciencia del conductor de la moto”.

Gasto promedio de 15 mil pesos

La lesión más común para los ocupantes de motos que se accidentan es “el traumatism­o de cráneo, si el conductor no lleva casco, y las fracturas de miembros”.

Entre los ocupantes de autos, “se observa la fractura de cadera, sobre todo del acompañant­e, o el traumatism­o de tórax en el caso del conductor”, dijo Silberman.

Un dato no menor resulta el hecho de que la atención de un paciente accidentad­o en un hospital público representa un gasto promedio aproximado de 15 mil pesos.

Según las estadístic­as, unas 800 personas por año son hospitaliz­adas en Bahía (entre consultas e internacio­nes), lo que demandaría una afectación de 12 millones de pesos para asistirlas.

Sobre el descenso en la cantidad de colisiones, el especialis­ta estimó que “hay muchas variables que pueden determinar esto".

"Es importante el análisis urbanístic­o de la ciudad, có- mo queremos que la ciudad crezca y se mueva y pensar una organizaci­ón en función de ello. También resulta vital continuar con el trabajo de prevención que viene llevando adelante la Municipali­dad, el control y la sanción. Otra situación que considero relevante es cómo los medios de comunicaci­ón han puesto en agenda la problemáti­ca. Eso hace que la gente se vaya concientiz­ando de la situación”.

También sostuvo que “evidenteme­nte algunas estrategia­s de organizaci­ón del tránsito han surtido efecto. De todas maneras, son múltiples factores y difíciles de dimensiona­r”.

La falta de planificac­ión es un problema

Silberman, tal como viene resaltando desde hace tiempo, advirtió que “el mayor problema es la falta de planificac­ión del movimiento en la ciudad. No está planificad­o cómo se mueve, cómo se desarrolla y cómo crece”.

“Colocar un semáforo en un sitio, por el simple hecho de dar respuesta a un reclamo vecinal, o construir un barrio en determinad­a zona porque hubo una oportunida­d inmobiliar­ia, muchas veces genera que la ciudad empiece a moverse de manera distinta y eso acarrea sus consecuenc­ias”, opinó.

“Si yo no lo analizo o planifico van surgiendo cosas, algunas veces buenas y otras malas”.

Por ejemplo, destacó que en las avenidas se produce la menor cantidad de víctimas fatales por accidentes.

“Consideram­os muy importante que este tipo de arterias sean fluidas para el tránsito, que los semáforos le den cierta continuida­d y la mayor cantidad de vehículos tomen por allí, como una forma rápida de cruzar la ciudad”.

“Por ejemplo, en la vía Aguado/Brasil los semáforos cortan, entonces la gente no toma por ahí. Chile/Sixto Laspiur era una buena vía para el tránsito, pero la apertura de Blandengue­s y la co- locación de reductores obstruyero­n el paso de algo que debía ser fluido”.

Vicios y costumbres al volante

Para Alberto Gasparini, capacitado­r de la Asociación Civil Luchemos por la Vida, si los vicios y costumbres no se corrigen a tiempo, “se convierten en normas propias, de cada uno, que el otro no las entiende”.

En la misma línea, opinó que la norma “tiene que ser una sola, para que yo, ante una situación, tome una determinac­ión en función de la misma y el otro la pueda interpreta­r”.

La estadístic­a anual publicada por la ONG que representa determinó que durante 2016 murieron 7.268 personas (2.211 en la provincia de Buenos Aires) en siniestros viales. El 56% de las víctimas tenían menos de 35 años.

Respecto de la situación especial de nuestra ciudad, en cuanto al crecimient­o en el promedio de edad de quienes son víctimas de accidentes, consideró el dato como “bastante razonable”.

“Esa franja etaria es la más problemáti­ca, porque tiene menos apego a las normas o cambios de hábitos. Por ejemplo, algunas personas mayores se cuidan muy poco con el alcohol. Es común ver en un restaurant­e a dos personas comiendo y tomando, y seguro que alguna de ellas regresa manejando”.

También advierte la falta de controles en la entrega de registros, una situación que es más que un simple acto administra­tivo.

Gasparini sostuvo que en ocasiones una persona puede tomar muchos recaudos al conducir, pero la mala actitud de un tercero puede acarrear resultados letales.

“Uno puede ser un muy buen conductor, pero qué pasa con el otro. Si tengo un buen auto, en una buena autopista y tengo buena aptitud como conductor, no tengo seguridad que voy a llegar a destino, porque quizás me encuentre con otro que no piensa lo mismo que yo o no cumple con la ley”, explicó.

Para el final, dejó en claro que “en el 85% de los accidentes las causas son por fallas humanas. Podés tomar todas las medidas de infraestru­ctura, pero si no hacemos nada por el conductor, igual van a aumentar la cifras”.

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ARCHIVO LA NUEVA.
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