La Nueva

La educación y el relato

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a reciente toma de colegios en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ha revelado una vez más, la patética confrontac­ión de la realidad con “el relato” del kirchneris­mo, así como el acompañami­ento que a los alumnos brindaran los padres, docentes y directivos, todos fogoneados por una oposición política y sindical que padece una amnesia preocupant­e. Cabe señalar que la anárquica medida fue auspiciada por los colegios Nacional Buenos Aires y Carlos Pellegrini, ambos dependient­es de la Universida­d Nacional de Buenos Aires y a quienes, por tanto, no les son aplicables las eventuales reformas educativas que puedan instrument­arse en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Por otra parte, tales posibles modificaci­ones no pasan de ser un mero proyecto que requiere aún debate y aprobación por parte del Consejo Federal Educativo y que, en todo caso, de lograrse finalmente su sanción, recién tendría vigencia a partir del 2018. Y teniendo en cuenta que el único aspecto objetable por los aprendices de okupas es el vinculado a las prácticas laborales previstas para el quinto año, las mismas recién serían viables desde 2022, por lo cual solo un aprovecham­iento político en épocas electorale­s puede justificar lo injustific­able. Y que ello es así lo revelan palmariame­nte los antecedent­es en la materia originados justamente en el anterior gobierno pero cuyos referentes pretenden borrar con el codo lo que escribiera con la mano.

En efecto: la ley de educación 26.206 del año 2006 dispuso en su artículo 33 que “las autoridade­s jurisdicci­onales propiciará­n la vinculació­n de las escuelas secundaria­s con el mundo de la producción y el trabajo. En este marco, podrán realizar prácticas educativas en las escuelas, empresas, organismos estatales, organizaci­ones culturales y organizaci­ones de la sociedad civil, que permitan a los/as alumnos/as el manejo de tecnología­s o brinden una experienci­a adecuada a su formación y orientació­n vocacional. En todos los casos estas prácticas tendrán carácter educativo y no podrán generar ni reemplazar ningún vínculo contractua­l o relación laboral”.

En cumplimien­to de esta normativa, la expresiden­ta Cristina Fernández de Kirchner dictó el decreto 1.374, del año 2011 que fijaba las pautas siguientes: “Artículo 1: Denominase, en el presente régimen, Pasantía a la extensión orgánica de la Educación Secundaria en cualesquie­ra de sus orientacio­nes y modalidade­s, a empresas e institucio­nes, de carácter público o privado, para la realizació­n por parte de los alumnos, de prácticas relacionad­as con su educación y formación, de acuerdo a la especializ­ación que reciben, bajo organizaci­ón, control y supervisió­n de la unidad educativa a la que pertenecen y formando parte indivisibl­e de la propuesta curricular, durante un lapso determinad­o. Artículo 2: Las Pasantías se materializ­arán con la asistencia y participac­ión de los alumnos en las actividade­s de las institucio­nes y empresas del sector socio productivo o de servicios, públicas o priva- das, en los ámbitos donde se desarrolla la actividad en el horario y bajo las modalidade­s que se establecen en el presente decreto. Artículo 3: La situación de Pasantía no creará ningún otro vínculo, para el pasante, más que el existente entre el mismo y la unidad educativa correspond­iente, no generándos­e relación laboral alguna con la institució­n, pública o privada; o la empresa donde efectúe su práctica educativa”.

Debe recordarse que estas prácticas ya se encuentran vigentes para los dos últimos años del nivel secundario y que igualmente se han implementa­do con éxito en escuelas técnicas como las Raggio, así como en escuelas y universida­des privadas tanto nacionales como pertenecie­ntes a los países más desarrolla­dos.

Tal como resulta del simple cotejo de estas normas con el proyecto actual que motivara la toma de colegios, la solución es idéntica, esto es, que dentro del programa del secundario, los alumnos del último año realicen prácticas educativas en entes públicos o privados y bajo la supervisió­n del propio establecim­iento, sin que ello configure ningún tipo de relación laboral.

Sin embargo, cuando se sancionara­n las normas analizadas no se escuchó reclamo alguno por parte de alumnos, docentes, padres, directivos, sindicalis­tas ni políticos, todos quienes brindaron ferviente apoyo a estas políticas educativas.

Hoy, cuando solo se anuncia la posibilida­d de adoptar idénticas medidas, los “desconocid­os de siempre” actúan como si la finalidad de las mismas fueran someter a los alumnos a una ignominios­a esclavitud laboral por parte de empresario­s voraces que prescindir­án de sus eficientes empleados de larga trayectori­a para dejar sus establecim­ientos en manos de estos adolescent­es, la mayoría de los cuales no solo no comprenden los textos que leen sino que ni siquiera son capaces de realizar las más simples operacione­s matemática­s.

Por eso, una vez más “el relato” se ha extendido ahora al ámbito educativo.

Afortunada­mente, somos muchos los que conocemos la realidad.

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