Los primeros pasos: tosca, adoquín y madera
Eahía Blanca pisó el siglo XX con 50 cuadras pavimentadas, obra realizada gracias a que la llegada del ferrocarril, en 1884, permitió traer adoquines de granito desde Tandil.
En 1888 el municipio licitó el primer adoquinado del microcentro, librado al uso en 1892. Los adoquines se colocaron sobre suelo de roca caliza y tosca y lo ejecutado se medía en kilos.
En 1906 se habían colocado 63 millones de kilos de adoquines. En 1909 había 114 cuadras adoquinadas, más que las existentes, por caso, en La Plata.
Ese año el municipio comenzó con el uso de nuevos materiales. Primero el betún --se pensó el "embetunado" de la avenida Alem--, con sustancias orgánicas viscosas. También se recurrió al macadán, mezcla de áridos de granulometría variada, que se utilizó para mejorar las transitadas calles del parque de Mayo.
En 1910, el intendente Valentín Vergara se sumó a la moda desarrollada en Buenos Aires y Rosario y recurrió al uso de tarugos de madera. El pavimento se armaba con pequeños adoquines de caldén, un piso liviano y silencioso.
Pero el sistema fue un fracaso. La madera se secaba, dilataba y el pavimento "explotaba", dejando las calles plagadas de baches. La situación se agravó porque la época era de cocinas y estufas a leña, con lo cual las maderas eran quitadas por los propios vecinos.
En 1928 volvió el granito y se ensayó el asfalto derivado del petróleo, que permitiría, se dijo, que "las calles recobraran su hermoso aspecto".
Camino al cementerio
Hasta principios del siglo XX no era simple llegar al cementerio en Bahía Blanca. El camino a la loma era un martirio para los cortejos fúnebres de carros tirados a caballo. En 1910 murió Angel Brunel, un prestigioso vecino. Había llovido y el carro con el ataúd dio tal banquinazo que cerca estuvo de que el cajón cayera la calle. Conocido el incidente, Valentín Vergara mandó acelerar el adoquinado de la calle, concretado en 1911. Junto con la avenida Arias es uno de los pavimentos más antiguos de la ciudad.