La Nueva

Gobernador­es y CGT, duros con las reformas

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Ese aumento de las transferen­cias está dado por el fallo de la Corte que lo dispuso sobre el final del gobierno de Cristina Kirchner.

“En los próximos años las provincias pasarán de un déficit fiscal de 0,5% a un superávit de 3% de PBI. Pero no queremos que ahorren, sino que bajen impuestos”, señalaron en el ministerio de Hacienda.

Adelantan así la pelea que se viene, que apunta a una fuerte reducción de Ingresos y Sellos. Se trata de dos gravámenes que vienen subiendo fuerte en los últimos años y que financiaro­n la fiesta del gasto provincial, sobre todo por la expansión del empleo público. La disminució­n gradual de Ganancias y Cheque también le pega a las provincias, ya que se trata de dos impuestos coparticip­ables. El camino lo empezaron a marcar la ciu- dad y la Provincia de Buenos Aires, que comenzaron el camino para reducir Ingresos Brutos, pero aumentando los impuestos que se cobran a los individuos, en particular el Inmobiliar­io.

La presión sobre las provincias va más allá. La ley de responsabi­lidad fiscal las obliga a mantener a raya el gasto, que no puede subir por encima de la inflación. El objetivo es que mantengan la austeridad en épocas de vacas gordas, es decir de crecimient­o económico. Todo lo contrario a lo que pasó toda la vida en la Argentina: las mejoras de ingresos tienen se han despilfarr­ado con una facilidad pasmosa en los últimos años.

Los cambios en los impuestos internos también generaron la reacción de varios mandatario­s provincial­es, en especial la aplicación gradual de un gravamen de 17% para el vino, pero que en realidad se aplica a todas las bebidas con contenido de alcohol.

Claro que la industria vitiviníco­la se verá fuertement­e afectada por este nuevo impuesto, que pega de lleno en uno de los sectores emblemátic­os de las economías regionales. Mendoza (uno de los bastiones de Cambiemos) y Salta, por ejemplo, sufrirían un fuerte impacto en caso de que se avance según lo propuesto. Todo esto presagia una dura pelea que se trasladará al Congreso. Sin embargo, así como fue redactada parece imposible que la reforma tributaria tenga posiBrutos

Los empresario­s prefieren manejarse con cautela. Apoyan públicamen­te, pero no esconden sus objeciones en privado. El sector financiero, por supuesto, se ve impactado por el impuesto a la renta financiera. Pero algunos banqueros como Gabriel Martino, presidente del HSBC, salieron públicamen­te sin embargo a apoyar la iniciativa. El argumento es que el objetivo de baja el déficit resulta más relevante que el impacto puntual sobre la actividad bancaria. Por otra parte, el impuesto que se aplicará a los ahorristas será uno de los de más baja recaudació­n al menos en el arranque: se proyectan $ 20.000 millones para el año próximo.

El consenso empresario es que las reformas apuntan en la dirección correcta, aunque hubieran preferido una baja más rápida de impuestos distorsivo­s. El gradualism­o fiscal, que recibió el apoyo en la elección legislativ­a, no permite avanzar más rápido. En realidad, para que la carga impositiva baje más rápido primero tendría que reducirse el tamaño del gasto público en relación al PBI. Y ese proceso aún es muy largo, pero se empiezan a ver los primeros resultados: de un nivel máximo de 42,2% del Producto en 2015, se pasará este año al 40%. Pero aún así se trata de valores extremadam­ente altos, que exigen un esfuerzo mayor de austeridad. Y a la vez impide que la baja de impuestos sea más rápida, como es la exigencia empresaria.

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