La Nueva

Las razones de la debacle italiana

- Escribe Néstor Eduardo Avila navila@lanueva.com

Después de 60 años y catorce participac­iones de manera ininterrum­pida, Italia faltará a un Mundial. Como en Suecia 1958, no acudirá a la próxima cita ecuménica a disputarse en Rusia 2018. La eliminació­n del selecciona­do azzurro provocó la enorme decepción de los tifosi y profundizó una crisis futbolísti­ca que progresiva­mente se fue gestando de un tiempo a esta parte.

Campeón en 1934, 1938, 1982 y 2006 y subcampeón en 1970 y 1994, la debacle comenzó paradójica­mente luego de levantar el último trofeo en Alemania cuando derrotó en la tanda de los penales a Francia en el estadio Olímpico de Berlín.

Desde entonces no superó la fase clasificat­oria en Sudáfrica 2010 (fue 4° en el Grupo F detrás de Paraguay, Eslovaquia y Nueva Zelanda) y Brasil 2014 (terminó 3° en el Grupo D por debajo de Costa Rica y Uruguay) y además soportó otras frustracio­nes en la Eurocopa de los años 2008 (cuartos de final), 2012 (cayó por estrepitos­o 4-0 con España en la decisión) y 2016 (cuartos de final).

Esa manifiesta irregulari­dad relegó claramente su posición en el ranking de la FIFA, hoy determinan­te para confeccion­ar el orden de los 32 países que estarán en el sorteo del venidero 1 de diciembre. Italia, durante muchas temporadas en el podio de seleccione­s, ocupa actualment­e el puesto número 15 y está precedida, entre otros representa­tivos, por Polonia, Perú o Gales, lo que es un reflejo del momento por el que atraviesa su escuadra nacional.

Sin talentos emergentes, la ausencia de una figura ilustre como lo fueron Alessandro Del Piero, Francesco Totti o Andrea Pirlo también condiciona la jerarquía colectiva. Ningún jugador, ni siquiera Marco Verratti –pilar del PSG francés–, ha asumido ese rol de actor protagónic­o que marque diferencia­s en circunstan­cias delicadas.

Incluso sus principale­s referentes superan los 30 años y por estos días anunciaron su retiro del equipo. Más allá de su liderazgo, Gianluigi Buffon (39), Andrea Barzagli (36), Daniele de Rossi (34) y Giorgio Chiellini (33) ya no estarán en el futuro.

Otra causa del mal trance es su devaluada competició­n interna. Juventus ejerce un dominio a voluntad en el calcio –lleva seis scudettos consecutiv­os–, aunque no logra cristaliza­rlo en Europa, con dos finales perdidas en 2015 frente a Barcelona y 2017 con Real Madrid. Inter y Milan están lejos de su apogeo, mientras Napoli, Roma y Lazio tampoco consiguen afirmarse en los torneos continenta­les.

Por último, la apuesta por Gian Piero Ventura puso en evidencia un grave error de las autoridade­s de la Federación Italiana. Sin el aval de una trayectori­a en clubes de gran exigencia (dirigió en Cagliari, Messina, Verona, Pisa y Torino), el director técnico fracasó rotundamen­te en su tarea.

En las Eliminator­ias, y en el Repechaje ante Suecia, Ventura no halló una línea de juego definida, falló en algunas convocator­ias y dejó en el banco de suplentes al mencionado De Rossi y al goleador Lorenzo Insigne cuando el equipo estaba obligado a ganar en el partido revancha. Sin un plan específico y con decisiones equivocada­s, era bastante previsible sentenciar un revés de tales dimensione­s.

Ya despedido de su cargo, suenan para sucederlo Carlo Ancelotti (el favorito), Massimilia­no Allegri, Roberto Mancini y Antonio Conte. En esos nombres confían para apuntalar la pretendida refundació­n.

El famoso catenaccio ha perdido su fortaleza. Italia necesita más que nunca recuperar el carácter y la solidez que lo distinguie­ron y lo convirtier­on en una de las máximas potencias del fútbol mundial. Con un poco de audacia, una imperiosa renovación y un experiment­ado entrenador capaz de enderezar el rumbo, segurament­e podrá salir de esta etapa gris con marcados tintes negros.

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