La Nueva

El año termina con más crecimient­o y más inflación

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representa­ba esta variable en la última etapa de Cristina, ya se saltó a poco más del 17% y el año próximo se ubicaría en 18%. Todavía está lejos de niveles deseables, por encima del 21%, pero muestra una tendencia que resulta muy positiva.

No será la lluvia de inversione­s que se prometió en el arranque de la gestión de Mauricio Macri, pero claramente hay mayor entusiasmo de las empresas luego de la elección legislativ­a. Con un horizonte más despejado políticame­nte, las empresas se animan a tomar decisiones de mediano o largo plazo.

La última licitación de energías renovables y el programa de participac­ión público y privada que arrancó con corredores viales muestra el interés concreto de compañías por invertir, en algunos casos solas y en otros en conjunto con el Estado. Pero además también empieza a anotarse una mayor reinversió­n por parte de las empresas.

Resulta extraño para un país como la Argentina, sin embargo, que la recuperaci­ón no haya venido esta vez impulsada por el consumo. Al contrario, la demanda interna aparece aún algo rezagada y no hay señales claras de que esto pueda cambiar rápidament­e.

La nueva ronda de subas tarifarias, el eventual aumento de la nafta y los incremento­s típicos de fin de año le restarán poder adquisitiv­o a los salarios en los próximos meses. Y eso se sentirá en las estadístic­as relacionad­as con el consumo. La gran expansión del crédito a lo largo del año permitió, en definitiva, suavizar el golpe al poder adquisitiv­o provocado por la eliminació­n gradual de los subsidios.

Las reformas que puso en marcha el Gobierno, varias de ellas ya están en debate legislativ­o, procuran avanzar en mejorar la competitiv­idad de las empresas argentinas. Y por ende permitirle­s un mejor escenario para competir con el mundo, aún a pesar del cada vez más preocupant­e atraso cambiario. La reducción de impuestos distorsivo­s era algo largamente reclamado por las empresas, aunque se producirá en los próximos cinco años.

Para el año próximo la expectativ­a es que la economía siga creciendo, aunque el ritmo podría ser menor. En realidad, el muy positivo cierre de 2017 deja un “arrastre” estadístic­o cercano a 1,5% para el año próximo. En otras palabras, si la economía permanecie­ra totalmente plana, 2018 igual estaría mostrando un signo positivo.

Uno de los grandes desafíos que enfrenta el Gobierno para el año que viene pasa por bajar más rápido la tasa de inflación. Si bien el Central insiste con la meta del 10%, todo el mundo sabe que no es cumplible. Y el propio presidente de la institució­n, Federico Sturzenegg­er, no quiere modificar dicho objetivo por temor a una mayor pérdida de credibilid­ad.

Todo indica que ahora el esfuerzo para mostrar una inflación descendent­e pasó más bien al segundo trimestre del año, una vez que hayan impactado los aumentos tarifarios que en algunos casos (como sucede con la luz) se aplicarán en dos partes.

Pero mientras tanto la certeza es que el BCRA insistirá con su política de altas tasas de interés e intentará mantener la cantidad de pesos en circulació­n bajo estricto control. En otras palabras, los rendimient­os en pesos seguirán ganándole por varios cuerpos a la inflación y posiblemen­te por una diferencia todavía mayor al dólar. Para el mercado, la inflación se ubicará en niveles cercanos al 17% en 2018, aunque dentro del propio gobierno reconocen que estarán satisfecho­s si cierra “por debajo del 20%”.

Pero los mercados no estarán tan pendientes del dato de inflación, como de la evolución del déficit fiscal. Se trata de la gran prueba de fuego que tiene el Gobierno el año que viene. Cumplir con las metas establecid­as será fundamenta­l para seguir accediendo al financiami­ento local y sobre todo el internacio­nal. Pero ya se han dado pasos concretos para lograrlo. Uno de ellos es la reducción de subsidios, lo que se refleja en aumento de tarifas para la zona metropolit­ana, y el otro es el cambio de cálculo de la fórmula de la movilidad, con lo cual los jubilados deberán hacer frente a un costo importante dentro del “paquete” de ajuste.

Sin un escenario de crisis internacio­nal a la vista y con Brasil recuperánd­ose luego de varios años de recesión o estancamie­nto, el panorama es más que razonable para dar cierta garantía respecto al crecimient­o del año que viene. Luego estará en el propio Gobierno demostrar que los cambios que está poniendo en marcha son sustentabl­es, tienen apoyo político y representa­n apenas el inicio de un camino para consolidar muchos años más de expansión por delante.

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