La Nueva

“Lo único que quería es que se hiciera justicia por mi hijo”

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Describió que poco después llegaron hasta el lugar un hombre y una mujer, a quienes reconoció como los padres de uno de los homicidas.

“Me vinieron a hablar. Lo único que les dije fue 'qué querés que te diga, fue tu hijo'... Pero no me quise compromete­r, fui cobarde porque no declaré en el juicio”, se sincera el hombre.

Delia recuerda que dos familiares lograron ingresar al Hospital Penna y dialogar brevemente con Castaño, quien les aseguró que no tenía relación con el crimen.

“No se cómo, pero mi hermana y una nuera entraron a Terapia, donde el chico les perjuró: 'señora, por favor, yo no maté a su sobrino´. Nunca pensé que había sido él”.

La mujer reiteró que “nosotros vimos la mano de Dios en todo. Él nos entregó todas las pruebas. Y como mamá, lo único que quería es que se hiciera justicia por mi hijo”.

Recordó que Rubén Heriberto Pereira “cayó preso el 31 de mayo (de 2002), tras un robo con armas en el barrio Spurr”.

Cuando fue indagado, no sólo negó haber matado a Quiroz, sino que acusó a dos menores de estar en el patio de su casa intentando esconder el arma homicida.

“Al año siguiente salió porque faltaba una firma en la foja donde estaba el reconocimi­ento en fotos y quedó anulado, por lo que la misma jueza (María Pía Fava) que lo detuvo lo debió soltar”.

La resolución fue revocada por la Cámara de Apelación, por lo que se dictó una nueva orden de captura respecto de Pereira.

Cuando la policía fue a buscarlo no estaba en su domicilio de Beruti al 2100, aunque meses después fue atrapado en la ciudad de Rada Tilly, donde se encontraba radicado bajo una identidad falsa.

Casi cuatro años después del trágico episodio, precisamen­te el 8 de diciembre de 2005, el Tribunal en lo Criminal Nº 3 le impuso la pena de 18 años de prisión, luego de ser hallado culpable del homicidio, como así también de otros delitos, como por ejemplo el hurto de una motociclet­a y la portación ilegal de un arma.

“Pablo era un hijo hermoso, que amó a Dios, a su familia y a sus padres. Era muy expresivo. Era como un ángel”, recuerda.

También asegura que la fe le otorgó la fuerza suficiente para sobrelleva­r la situación.

“Es un golpe muy tremendo. Hay personas que cierran la puerta y no quieren luchar ni vivir, pero Dios te hace fuerte en la debilidad y te entrega las cosas que esperás de él”.

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