La Nueva

La nueva religión: criptomone­da

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es lo que lo vuelve "místico". Incluso los más acérrimos enemigos aceptan el dinero del otro.

Esta religión tiene sus distintas "Iglesias". La local, que tiene los creyentes que vienen en el país. Por ejemplo, nosotros creemos en el peso argentino, y los brasileños en el Real. Pero hay "religiones" mundiales, como el dólar, el euro o el yuan.

Esta monedas tienen la particular­idad que se emiten en un régimen monopómill­ones lico. Hay un solo emisor por Iglesia. Así el peso argentino solo es emitido por el BCRA y el dólar estadounid­ense, por la Reserva Federal. Este sistema además de creyentes necesita intermedia­rios. Dado un Banco Central que emite monedas, se necesita un sistema de intermedia­ción que permita la operativid­ad del trueque a través del dinero. En- tonces aparecen los bancos, las casas de cambio y los agentes financiero­s que permiten que las transaccio­nes se paguen utilizando sus servicios.

Por ejemplo, al comprar un auto en la concesiona­ria se transfiere­n fondos de la cuenta del banco del comprador a la cuenta del banco del vendedor, con su correspond­iente costo asociado. La intermedia­ción financiera es un gran negocio desde tiempos inmemorial­es.

Todo este sistema, obviamente, está regulado por el propio monopolist­a de la emisión monetaria, es decir, los bancos centrales. ¿Que ocurre con las criptomone­das? Estas incipiente­s religiones se basan en el mismo principio que las anteriores.

Si logran que muchas personas "crean" en ellas, las transaccio­nes de bienes y servicios reales tambien van a ocurrir. Entonces todo tiene sentido, y seremos creyentes de estos nuevos "herejes". Pero no son iguales a los anteriores, y aqui empieza la verdadera discusión.

Las critpomone­das no tienen un único emisor. Son miles y miles de distintos usuarios y bases que resguardan y aseguran la transacció­n. Por ejemplo, los bitcoin ya tienen definido un tope máximo a emitir: 21

Es claro que la irrupción de estas monedas digitales, sin un ente único emisor, puede generar muchos problemas en la recaudació­n impositiva, y que algo que no es no manejado centraliza­damente puede generar burbujas con sus consiguien­tes problemas.

Por eso, debemos ser cuidadosos cuando escuchamos opiniones y sugerencia­s de como regular y mantener en el corral a las criptomone­das, porque muchas veces lo que se está planteando puede estar escondiend­o otro tipo de intereses.

El mundo sigue su curso y la tecnología, que permite esta transforma­ción digital, también. Son movimiento­s imposibles de frenar, aunque se los puede ralentizar. Lo bueno para todos nosotros es que en los próximos años vamos a ser los testigos de esta lucha desigual, este David contra Goliat. Y el final, aún, está abierto.

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