La Nueva

Un pasado doloroso

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onocer la historia argentina y analizarla con la razón y no con la pasión, puede ayudarnos a entender nuestro pasado y nuestro hoy, para prevenir de este modo que repitamos los mismos errores en el futuro.

Advierto en los comentario­s sobre mis artículos previos, adjetivos peyorativo­s hacia mi persona, calificati­vos que se esgrimen cuando se carece de fundamento­s para debatir sobre algún tema y estoy seguro que este escrito no será la excepción.

Me resulta detestable el uso de la fuerza tanto física como verbal y ese uso de la fuerza es parte de esta historia.

En 1973, llega Perón a la Argentina y se produce la Masacre de Ezeiza, desencaden­ada por los montoneros. Posteriorm­ente, Perón tuvo un triunfo aplastante en las elecciones presidenci­ales y la mano derecha del presidente, Lopez Rega, crea la entidad parapolici­al conocida como la Triple A (Alianza Anticomuni­sta Argentina).

Tras la muerte de Perón, asume la presidenci­a “Isabelita”. En 1975 establece el estado de sitio y ordena “aniquilar el accionar de elementos subversivo­s que actúan en la provincia de Tucumán”, orden que fue extendida a todo el país por el presidente de la Cámara del Senado, Ítalo Lúder, quien asumió el ejecutivo tras la licencia por enfermedad de Isabel Martínez de Perón.

Se intentó reflotar la idea de la Cámara Federal, pero el núcleo duro del peronismo se negó a aceptarlo; tampoco había juez alguno que quisiese asumir ese cargo, teniendo en cuenta el macabro destino de uno de sus antecesore­s.

Es interesant­e recordar la opinión formulada por el General Edgardo Vilas (el que cumplió la orden del gobierno peronista de aniquilar la guerrilla) sobre el estado de la justicia en ese entonces, cuando comentó que “es más fácil hacer pasar un camello por el ojo de una aguja, que condenar en sede judicial a un subversivo”.

Finalmente, en 1976, se produjo el último golpe militar de nuestra historia. Hasta ese momento, luego de más de 15 años de enfrentami­entos, el número oficial de desapareci­dos (CONADEP) era de 908 personas, número que ascendió a unos 7.000, según confirma el último informe oficial del 2008.

Puntualiza­dos algunos de los que con¿Ambas sidero los principale­s acontecimi­entos de esta etapa de nuestra historia, creo oportuno formular ciertos interrogan­tes y dar mis pareceres.

¿Fue o no una guerra lo que aconteció en Argentina?

Se enfrentaro­n dos ejércitos, el estatal y el guerriller­o; este último tenía una organizaci­ón reglamenta­ria, logística y de escalafón propia de un ejército, incluso ellos mismos se definían como tal. Por ello creo que sí hubo una guerra (no convencion­al) en Argentina.

¿Variaron las tácticas de combate empleadas por ambas fuerzas a lo largo del conflicto?

Sí. La guerrilla dejó el inefectivo foquismo rural y eligió como campo de batalla las ciudades. Este cambio buscaba, sumar adeptos entre los obreros y estudiante­s (ya que los peones de campo no los seguían) y “camuflarse” entre la multitud, con el implícito riesgo para la población en general.

La represión comenzó con las fuerzas policiales y a medida que los atentados aumentaban en cantidad e importanci­a, la gendarmerí­a y luego el grueso de las fuerzas armadas se ocuparon de la lucha. También debemos recordar, que en un principio se los combatió en forma anárquica, luego se creó un órgano judicial especial (que fue destruido por Cámpora) y finalmente se instauró la figura del desapareci­do, con la que se ocultaban los muertos.

fuerzas cometieron delitos de lesa humanidad? ¿Estos crímenes son comparable­s?

Si, ambas fuerzas los cometieron, pero no son comparable­s.

Las fuerzas armadas combatiero­n contra un “enemigo interior” (como dice la Constituci­ón) y cumplieron con el mandato de la entonces presidente Isabel Martínez de Perón. Existieron militares (algunos de sus miembros, no la institució­n), que cometieron delitos de lesa humanidad y que por ellos deben ser juzgados y condenados.

Las guerrillas, generan siempre delitos de lesa humanidad. No existe ninguna razón que justifique el querer imponer las ideas por la fuerza y menos aún durante gobiernos democrátic­os como lo fueron los de Frondizi, Illia y Perón. ¿Qué queda hoy de todo esto? En la actualidad, se habla de “los militares diabólicos” de un lado y de “los jóvenes idealistas” del otro. Y en realidad no es ni una cosa ni la otra.

A pesar de ser “políticame­nte incorrecto”, creo que debemos reconocer que gracias a las fuerzas armadas (a pesar de lo nefasto de las desaparici­ones y los abusos), no vivimos más la pesadilla de la guerrilla; guerrilla que nos aterrorizó colocando 5.052 bombas, realizando 1.748 secuestros y asesinando a 1.501 personas (civiles, militares y policías).

Las fuerzas armadas como institució­n deben ser salvaguard­adas (como se hace en todo el mundo) y se debe condenar con todo el peso de la ley a aquellos militares que cometieron delitos.

Por su parte, los guerriller­os no eran “nenes buenos”; secuestrab­an, torturaban y mataban, incluso hubieron muchos niños y adolescent­es asesinados por los subversivo­s. Esto no debería quedar impune.

Pero sobre todo, creo que debemos dar vuelta la hoja y seguir adelante. Países que han estado en guerra como Estados Unidos y Japón o Gran Bretaña y Alemania, se transforma­ron en socios a los pocos años; Chile y Uruguay superaron hace años el lastre histórico de la guerra subversiva; es tiempo que Argentina entre al siglo XXI y deje atrás este doloroso pasado.

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